Movidas por la caridad de Aquél que vino a salvar lo que estaba perdido, acogemos con amor a niños y jóvenes que se encuentran en situación de riesgo (protección), sufren desajustes de conducta o personalidad y están heridos en su dignidad humana (reeducación). En los hogares u otras estructuras donde los acogemos, procuramos ofrecerles un ambiente familiar donde puedan respirar un clima de afecto y vivir con confianza las relaciones personales y el diálogo y procuramos que ellos sean protagonistas de su propio proceso de crecimiento (cf. Dir. 42, 43 y 44).