Siguiendo el ejemplo de nuestro Padre Fundador, nos sentimos enviadas a curar, proteger e instruir a cuantos nos necesitan, y especialmente a los más pobres, solidarizándonos con ellos y compartiendo su realidad para ayudarles a descubrir su dignidad de hijos de Dios y promoverlos integralmente. Comprometidas a encarnar a Cristo en la historia y a colaborar en la construcción de la sociedad humana, procuramos anunciar a Jesús y su Evangelio, a través de todas nuestras actividades, que siempre realizamos en nombre de la comunidad y enviadas por ella (cf. Const. 58 y 59). Desarrollamos nuestra misión en comunión con la Iglesia, atentas a los retos que el momento histórico nos presenta (cf. Const. 60).
En las primeras Constituciones, nuestro Padre Fundador perfiló como campos de misión de la Congregación los hospitales, asilos, casas de enseñanza, orfelinatos y misiones pero especificó que eran ámbitos “preferenciales” y así dejó abierta la posibilidad de comprometerse en otro tipo de servicio (cf. OCLA 2293; Const. 60). Esto es lo que venimos haciendo discerniendo en cada tiempo y lugar qué y cómo podemos salir al encuentro de las necesidades de nuestros hermanos y atenderlas en sintonía con nuestro carisma. Para ello procuramos mantenernos actualizadas en lo que se relaciona con nuestro trabajo (cf. Dir. 39).
Desarrollamos nuestra misión en obras propias o pertenecientes a otras entidades y en cada lugar procuramos ser presencia evangelizadora y carismática. En muchas de nuestras obras compartimos nuestra misión con laicos que procuramos formar en nuestro carisma para trabajar en mayor comunión y complementariedad (cf. Const. 64 y Dir. 51).