Defensa de la vida

Estaba yo un día entreteniéndome con el teléfono móvil ojeando una revista, cuando este artículo llamó mi atención ¿Cuál es el ruido más insoportable del mundo? Cliqué en el link pensando ya en algunos ruidos que me resultan molestos y me encontré con la sorpresa de que “según un estudio científico, el ruido más insoportable del mundo es el llanto de un niño de entre dos años y medio y cuatro años, e inquieta por igual a hombres o mujeres, célibes o casados, adultos o niños” (cf. Rosemarie Sokol Chang y Nicholas Thompson, psicólogos).

Haciendo mi propia relectura me alegré de que, como especie, nos preocupe e inquiete el llanto de un niño, de tener este instinto de protección que nos llama a calmar o satisfacer sus necesidades, formando parte de la gran familia de la humanidad donde todos, de distinta raza, lengua pueblo o nación, tenemos el instinto de cuidar la vida formando esto parte del regalo de Dios Padre que nos ha creado a su imagen y semejanza (cf Gn 1,27).

Y en este tiempo, en que de manera perversa acechan las tinieblas y sombras de muerte en la guerra, la violencia gratuita, el tráfico de personas, las dictaduras políticas, económicas, energéticas y consumistas que junto al cambio climático y la insolidaridad hacen que una de cada nueve personas en el mundo sufra hambre (ONU), es Dios mismo quien sale a nuestro encuentro, quien toma la iniciativa, suscitando en el corazón de cada persona actitudes que generan vida. El Padre ve la aflicción de su pueblo, el clamor que le arrancan sus opresores y conoce sus angustias y nos dice a cada uno de nosotros: “Ve, pues; yo te envío para que saques de la opresión a mi pueblo. Yo estaré contigo” (cf. Gn 3, 7 ss.).

De manera sencilla y profunda, el Papa Francisco con su testimonio misericordioso   afirma que la vida, regalo de Dios, es un don que debe ser defendido y protegido siempre: “Los hombres y las mujeres de oración custodian las verdades fundamentales: repiten a todos que esta vida, a pesar de sus fatigas, sus pruebas y sus días difíciles, está llena de una gracia que maravilla. Y como tal, debe ser defendida y protegida siempre” (cf. Papa Francisco (@Pontifex es) / Twitter).

A cada uno de nosotros nos toca acoger o rechazar esta misión, cultivando la mirada con corazón agradecido, para ver con los ojos de Jesús los pequeños y grandes gestos de tantas personas que a nuestro alrededor cuidan y generan vida. Dejándonos tocar y cuestionar por su testimonio como padres y madres de familia, hijos e hijas, profesionales de la salud, de la educación, de servicios sociales y públicos, empresarios… cada uno de nosotros unidos al que es la fuente de Vida eterna, alimentarla dejando que fluya a mi alrededor con actitudes de servicio, cuidado, bondad, respeto, interés, escucha, alegría, generosidad y perdón.

Bien sabemos que es una gota de agua en un océano inmenso, insignificante en su individualidad, pero necesaria “pues éste es el tiempo favorable, éste el día de la salvación” (cf. 2 Cor 6, 2).

Hna. Eva María Salvador Aspas, Tc

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