Fray Luis de Masamagrell, este era su nombre como capuchino; al inicio de su vida apostólica en España trabajó con la Tercera Orden Seglar de San Francisco y fue con ellos donde descubrió la llamada de Dios para fundar nuestra Congregación, así nos lo dice en su autobiografía:
«El progreso siempre creciente de la Tercera Orden seglar y el deseo de mayor perfección de algunas almas que querían consagrarse a Dios, me impulsaban ya de mucho tiempo a intentar la fundación de una congregación de terciarias capuchinas y, creyendo ser voluntad de Dios, empecé a escribir a este fin unas constituciones, implorando para ellos el auxilio divino».
Este es el ideal franciscano que nuestro Padre Fundador quiso para sus dos Congregaciones de Terciarias y Terciarios Capuchinos desde el inicio. Por eso lo que nos configura y distingue en la Iglesia como Terciarias Capuchinas, según nuestra forma de vida, es:
«seguir el espíritu y las huellas de nuestro Señor Jesucristo al estilo de su fiel seguidor San Francisco de Asís y del Padre Luis en comunidad fraterna, minoridad y penitencia, en fidelidad a la Iglesia, con una misión específica, imitando la actitud del Buen Pastor y el espíritu de la Sagrada Familia».
Nuestro Padre Fundador nos transmitió este carisma en su vida y escritos proponiéndonos este seguimiento como presupuesto básico y esencial.