Este versículo 5, del Salmo 126, resonaba en mi corazón y en mi mente mientras subía al avión con destino a Tanzania-África. Así eran exactamente mis sentimientos y mi determinación de alcanzar el lugar al que nuestro Dios Todopoderoso me enviaba. Y precisamente, cuando, después de mis tres primeros años de servicio misionero, viajaba de vacaciones a Filipinas, experimentaba el gozo que expresa el siguiente versículo del salmo (126,6): Mi corazón cantaba de alegría, por regresar y compartir mis experiencias. Esta ha sido mi vivencia duradera, hasta el momento en que estoy escribiendo este artículo. En efecto, el proyecto de Dios para cada uno de nosotros es siempre una llamada a vivir plenamente nuestra vida. Y por siempre cantaré Su Alabanza y Gloria por el regalo de mis padres y mi gran familia, mis amigos y parientes, por el regalo de mis hermanas en la Congregación, por el regalo de mi fe, el regalo de nuestra Amada Congregación de las Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia donde se nutre mi vida desde que ingresé en la congregación hasta esta etapa de “edad media”.
Es realmente hermoso mirar hacia atrás y ver una vida vivida llena de colores, de luces y sombras, altibajos, subidas y bajadas pero en su conjunto poder contemplar una hermosa obra de Dios en mí, a través de su constante Amor, Misericordia y Providencia. Con María, nuestra madre, canto el Magnificat en cada celebración vespertina con mi comunidad y los fieles que se unen a nuestra misión.
Como Hermana Terciaria Capuchina de la Sagrada Familia, comprendí, desde el primer contacto con nuestras primeras Hermanas misioneras en Filipinas, que ser Hermana Terciaria Capuchina es ser misionera fuera de mi país. Del testimonio de vida de nuestras Hermanas, aprendí que ser misionera es compartir el día a día más ordinario en espíritu de oración, vida comunitaria y en el servicio específico de la congregación. Ofrecer nuestro servicio a la gente según nuestra espiritualidad franciscano-amigoniana. Aunque debemos entender que la vida misionera debe ser vivida donde quiera que estemos ya sea dentro o fuera de nuestro país de origen.
Brevemente, mi itinerario de vida en Tanzania comenzó el 1 de enero de 1998 hasta el presente, 2022 con dos años de pausa 2010-2011 para estudios superiores y todavía, hasta el momento, aquí sigo en el servicio a la misión. Durante toda mi estancia en Tanzania he servido y sirvo actualmente en el campo de la Educación. ¿Cómo es mi experiencia? ¡Yo digo que es estupenda y maravillosa! Vivida con alegría, con todas mis imperfecciones, contratiempos, fracasos y éxitos.
Tanzania es ahora mi segundo país de origen. Al igual que otros países, Tanzania tiene su propia riqueza y especial cultura. La expresión de la fe católica, específicamente en la liturgia, es vibrante y pausada, sin contar el tiempo. Ellos tienen un sentido muy profundo de solidaridad. Son un pueblo con familia extendida en el sentido literal. Celebran y lloran con un espíritu de unidad, marcado por un serio programa ceremonial. Son gente alegre, hospitalaria, cariñosa y buena. Tanzania es geográficamente hermosa, rica en parques naturales y sobre todo conocida por su famosa y majestuosa montaña del Kilimanjaro. Los niños y los jóvenes son respetuosos y, en general, se caracterizan por su gran resistencia a la hora de enfrentar los retos comunes de su vida. Esta es la breve descripción que puedo compartir e invito a mis hermanas a venir y ver la belleza de Tanzania… Agradezco y amo Tanzania por haberme enseñado tantas cosas y de muchas maneras.
Como religiosa que sirve en el campo de la educación, el mensaje central de todo mi esfuerzo, grande o pequeño, ha sido y es, simplemente compartir el mensaje liberador del Evangelio de Jesús en las actividades ordinarias y rutinarias de una vida religiosa. Traduzco este mensaje liberador del Evangelio, en primer lugar, reconociendo, al principio de cada día en la oración, que el nuevo día es un don de Dios y que, nada bueno puede salir de ese don sino con su Gracia. La vida de oración
está por encima de todo porque es ahí donde saco mi fuerza e inspiración para salir al encuentro de la gente, de los alumnos y del personal de la escuela; de los padres y de los vecinos para poder servirles. En segundo lugar, trato de estar en unión con mi comunidad en todas sus actividades cotidianas, oraciones, comidas, recreación y trabajo y trato en lo posible de estar en comunicación y diálogo con mis hermanas de la comunidad y las personas a las que sirvo y con quienes trabajo. Doy testimonio de que caminando junto a mis hermanas de la congregación es un hermoso regalo para atesorar en el corazón con todos sus desafíos y dificultades. Y en tercer lugar, el servicio sin reservas es lo que da sentido a mis oraciones y a la convivencia con mi comunidad. Porque sin llegar a la gente que necesita mi tiempo y mis talentos todo carece de sentido. En resumen, esas son mis maneras de vivir una vida feliz y contenta como Hermana Terciaria Capuchina de la Sagrada Familia.
Este año 2022, se cumplen 24 años de mi vida, fuera de mi país natal. Tal vez no he hecho grandes cosas pero lo importante es la totalidad de mi entrega y el seguimiento de Nuestro Señor Jesús en la Vida Religiosa y con eso me siento verdaderamente feliz y siento que estos 24 años han pasado como un ayer. ¡ALABO Y GLORIFICO A JESUS NUESTRO DIOS AMOROSO Y SALVADOR!
Hna. Nida Galera, TC