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Celebración de los Capítulos Provinciales en América Latina

Nuestra Congregación, como cuerpo orgánico, tiene diversas estructuras internas que facilitan la organización de las hermanas en los diferentes países del mundo donde estamos presentes. Damos el nombre global de “Demarcaciones” a las Provincias, Viceprovincia, Delegación en que está dividida actualmente la Congregación. “El Capítulo provincial es un órgano de gobierno colegial que expresa la participación de todas las hermanas de la Provincia, responsable de tomar medidas oportunas y asumir compromisos para su adelanto espiritual y apostólico, en comunión con la Iglesia y la Congregación” (cf. Const. 139) y se celebra cada tres años (cf. Const. 141).

La pandemia del Coronavirus ha afectado la vida de toda la humanidad con consecuencias gravísimas para todas las personas, que nos han hecho y todavía nos están haciendo experimentar la incertidumbre, la enfermedad, la muerte. De igual manera ha trastocado las agendas y programaciones de cada institución o grupo, de los más pequeños a los más grandes y todo se ha debido repensar para dar respuestas válidas a la realidad que se iba presentando.

En las Provincias, dentro de nuestra Congregación, a las que pertenecen los 19 países de América Latina donde nos encontramos, debían haberse celebrado los Capítulos provinciales en los meses de noviembre/diciembre de 2020, pero por lo dicho anteriormente ha sido necesario posponer ese acontecimiento eclesial y congregacional, ciertamente importante. Finalmente, han podido ser ya convocados, adaptándonos a las circunstancias y utilizando una metodología diferente a la de otras ocasiones.

Así pues, los Capítulos se van a realizar en tres fases:

  • 1ª fase, ya iniciada, con la participación de todas las hermanas de la Provincia.
  • 2ª fase, a celebrarse con la participación virtual de las hermanas capitulares elegidas.
  • 3ª fase, celebración presencial, con las participación de las hermanas capitulares elegidas, que tendrá lugar en el mes de agosto próximo.

Al Capítulo provincial le compete entre otras cosas: analizar la situación, problemática y aspiraciones de la Provincia, con proyección de futuro; buscar los medios adecuados para promover la vida religiosa y apostólica, la formación en sus diferentes etapas, etc., estudiar y orientar las cuestiones administrativas y económicas; elaborar acuerdos oportunos según la realidad y necesidades del momento… y elegir la Superiora provincial y sus Consejeras para un  nuevo trienio (cf. Const. 140).

Les corresponde a las capitulares que asistirán al Capítulo provincial en la tercera fase, de carácter presencial, la elección del nuevo Equipo de Gobierno y también tratar de algunos de los aspectos que acabamos de mencionar. Es un tiempo de redoblar la oración y la confianza en el Señor, de búsqueda y discernimiento, de tomar decisiones importantes para la vida de la Provincia, de hermanas, comunidades y obras apostólicas, así como de los miembros del Movimiento Laical Amigoniano, de las personas que comparten con nosotras la misión y a las que servimos en los diferentes lugares.

Facilitamos el nombre, las fechas de la celebración presencial de las Provincias que van a realizar sus Capítulos, el lugar  y el tema de los mismos, para que podamos unirnos a las hermanas en ese cenáculo de oración, pidiendo la luz del Espíritu.

  • Provincia “Madre del Buen Pastor”. Del 12 al 16 de agosto en Bogotá-Colombia. Tema: “El hoy de la Historia desafía nuestra identidad carismática como Terciarias Capuchinas… Urge una respuesta evangélica generadora de vida y esperanza”.
  • Provincia “Nuestra Señora de la Divina Providencia”. Del 12 al 16 de agosto en Medellín-Colombia. Tema: “Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia en un mundo cambiante y diverso, llamadas a recrear nuestra vida consagrada en fraternidad y misión a la luz del carisma”.
  • Provincia “Nuestra Señora de Guadalupe”. Del 19 al 23 de agosto en San José-Costa Rica. Tema: “La Terciaria Capuchina adherida a Cristo, compasiva y misericordiosa, que responde con prontitud a un mundo herido”.

 

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Los líderes del G7 buscan la recuperación después de la pandemia prometiendo aprender de los errores pasados

El G7 es una organización internacional formada por los siete países económicamente más avanzados y fue fundada en 1975, principalmente para facilitar iniciativas macroeconómicas compartidas en respuesta a los problemas económicos contemporáneos. Los representantes de los países se reúnen todos los años y este año la cumbre tuvo lugar en Cornwall (Inglaterra – Reino Unido).

El tema principal de conversación para la reunión de 2021, la primera cumbre cara a cara desde que comenzó la pandemia a principios de 2020, fue la recuperación de Covid, incluido «un sistema de salud global más fuerte que pueda protegernos a todos de futuras pandemias».

Es significativo que el primer ministro británico, Boris Johnson, haya dicho que la cumbre del G7 es una oportunidad para aprender lecciones de la pandemia de Covid-19 y que desea no repetir los errores cometidos durante la misma.

En sus comentarios de apertura a los líderes del G-7, Johnson dijo que a medida que el mundo se recuperaba de la pandemia, era importante «subir de nivel en nuestras sociedades» y reconstruir mejor. Comentó que se espera que las naciones del G7 se comprometan a compartir al menos mil millones de vacunas contra el coronavirus; Gran Bretaña se comprometió a donar más de 100 millones de vacunas Covid a países más pobres y Estados Unidos prometió 500 millones de dosis de vacunas a países de ingresos bajos y medianos y la Unión Africana.

Por su parte, Caritas International hizo un llamamiento al Grupo de los Siete países ricos del mundo, declarando que es imposible «reconstruir mejor» sin cancelar la deuda de los países pobres y reinvertir estos fondos en la respuesta y recuperación del Covid-19 y para combatir la crisis climática.

Como vemos, los organismos internacionales se esfuerzan por buscar la solución a los problemas y desafíos más graves del momento actual, compartiendo ideas e iniciativas creativas que esperamos den frutos de bondad para toda la humanidad.

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Irán expulsa a una religiosa italiana que ha gastado su vida por los pobres del país

La hermana Giuseppina Berti, de 75 años, que ha trabajado durante 26 años en la leprosería de Tabriz y ahora vive en Isfahan en la casa de la Congregación de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, tendrá que salir de Irán en los próximos días porque no le han renovado su visa, habiendo recibido la orden de dejar el país. Su partida dificultará las cosas para su compañera religiosa, la hermana Fabiola Weiss, que ha dedicado 38 años a los pobres y enfermos en esa leprosería, y cuyo permiso de residencia ha sido renovado por un año más.

Las hermanas Giuseppina y Fabiola, una austríaca de 77 años, han dedicado su vida entregándose sin distinción de credo religioso o etnia, a los enfermos del país, a la educación y formación de jóvenes, niños, refugiados y huérfanos de guerra… pero en los últimos años, las dos hermanas no pudieron realizar ninguna actividad exterior, para evitar ser acusadas de proselitismo. Su casa es actualmente la única presencia de la Iglesia Católica Latina en Isfahan y su capilla, construida en 1939, sirve como Parroquia de la «Virgen Poderosa», que ocasionalmente se pone a disposición de los visitantes para la celebración de la Misa.

En Irán, la Iglesia católica está integrada por dos archidiócesis asirio-caldea (Teherán-Ahwaz y Urmia-Salmas) que tienen un obispo y cuatro sacerdotes (en 2019, al administrador patriarcal de Teherán de los caldeos, también se le negó la renovación de la visa y podría ya no regresar al país), una diócesis armenia en la que solo hay un obispo y la arquidiócesis latina que actualmente no tiene sacerdote y está esperando la llegada de su pastor recién nombrado, el arzobispo Dominique Mathieu. En cuanto a la presencia religiosa, las Hijas de la Caridad trabajan en el país, con tres hermanas en Teherán y dos hermanas en Isfahan. También hay dos laicas consagradas. Los fieles son unos 3.000. Con la partida de las religiosas, la presencia de la Iglesia Católica Latina en Isfahan se perdería definitivamente.

Esta noticia nos pone en contacto con una realidad bastante desconocida de varios países donde el cristianismo tiene muy poca presencia y la intolerancia religiosa sigue limitando y, en ocasiones asfixiando, la vida y misión de la Iglesia. Por otro lado, sabemos que la presencia humilde y muchas veces invisible de los cristianos, es siempre una semilla del reino de Dios que produce frutos de compasión y misericordia en favor de los más pobres y débiles, y su voz silenciada sigue anunciando a la gente, mensajes de paz y esperanza.

Por VATICAN NEWS

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Inés Arango: entregar la vida por el evangelio

Cuando hablamos de la Hna. Inés Arango, de manera espontánea nos sale hablar también del obispo Alejandro Labaka y la razón es que sus vidas se han unido en nuestra memoria y en nuestro corazón para siempre, desde que las entregaron por amor a sus hermanos aquel 21 de julio de 1987. 

De no ser así, Inés, como cualquiera de nosotras, sus hermanas, en la misión de Aguarico o en cualquiera de los 34 países en los que vivimos, habría pasado desapercibida en las tareas más cotidianas y sencillas. Habría quedado en todo caso, en el corazón de las gentes, la huella y el testimonio de su vida como mujer de fe, alegre, entregada a Jesucristo en su fraternidad y para los que más necesitaban.  Luchadora, deseosa y empeñada por vivir en coherencia aquello que creía… y poco más.

Alguien me preguntó una vez ¿qué es lo mejor que se puede decir de Inés? Respondí sin dudar: que entregó la vida.  La entrega de la vida que no es cuestión de un momento puntual, si bien es verdad que a veces llega, como le llegó a Inés… “el momento crítico de dar la vida”. Pero entregar la vida es más bien un “largo momento”, un largo camino que dura toda la existencia, hasta darla por completo sin reservas.

Por eso, cuando nos acercamos a la vida de Inés, es bueno recordar lo que ha sido para ella raíz, sustento, fuente, alimento, soporte, apoyo… todo aquello que está “por detrás” de su persona, aquello que la construye.

Inés nació en “la ciudad de la eterna primavera”, en Medellín (Colombia), en el año 1937. Tuvo la enorme fortuna de nacer en el seno de una familia creyente, de profunda religiosidad. De sus padres y hermanos aprendió, como por ósmosis, el valor de creer, de orar, de servir al prójimo…  Una fe, vivida con libertad en lo cotidiano, en lo más simple y sencillo, que supo ir haciendo propia a lo largo de su vida. De ellos también, heredó una vitalidad, una energía, un genio y un sentido de las cosas poco comunes, que le permitieron afrontar los momentos difíciles de su existencia con suma libertad.

Entre travesuras y rebeldías adolescentes, Inés iba creciendo en la fe. Todos sabemos que es necesario que la semilla de la fe se siembre, y que germine, y que dé fruto… y si puede ser, fruto abundante. Por eso, es importante que se nos anuncie la Palabra… con la palabra, con el testimonio de vida… y además: escuchar, no acallando en nosotros las inquietudes, los anhelos, los deseos. Algo de esto, ocurrió en Inés.

Acercarnos también a su vida para constatar aquello que le ha resonado “por dentro”, lo que ha sido el motor de su existencia, la razón última que le ha movido a vivir en entrega total, a actuar arriesgadamente, aquello que le ha sostenido, animado, impulsado a lo largo del camino. La inquietud misionera vivida en su familia, en la Parroquia, en la escuela… fue siembra abundante en la persona de Inés, como semilla que encontró tierra adecuada, tierra buena. Y es que, Inés, desde muy joven, no acalló las inquietudes. Avivó siempre el deseo y supo nutrirlo, alimentarlo, entre dificultades y sufrimientos.

Y, ¡cómo no! dejaron también su huella en Inés, las terciarias capuchinas, que en la vivencia cotidiana del internado, en Yarumal, con el grupo de muchachas, transparentaban su modo de ser franciscanas, por añadidura capuchinas y, con el “carisma”, con ese “toque especial” que les legó su fundador, Luis Amigó. Ese “toque especial” no era otro que la entrega incondicional a los últimos, a aquellos a quienes no va nadie… viviendo en la sencillez y alegría de la caridad fraterna… nutrida en la Palabra de Dios y en la Eucaristía. Entrega incondicional, por amor a Jesucristo encarnado, hecho uno de nosotros, nacido de María; por amor a Jesucristo Buen Pastor, que busca a quien se ha perdido; por amor a Jesucristo que ha dado la vida por nosotros, muriendo en la cruz y resucitando. Todo esto, con el estilo de la Sagrada Familia, viviendo en fraternidad, disponibles, dispuestas y entregadas. Las Terciarias Capuchinas, que llegaron de España a Colombia para ser misioneras… ¡Sabemos cuántas veces Inés repitió esto! Siendo ya terciaria capuchina, lo reivindicó entre nosotras, en su propia Congregación.

Nos podemos imaginar a Inés en este ambiente. Sin duda, momentos decisivos de siembra misionera en su corazón soñador. Los sueños de Inés se convertirán, poco a poco, en deseos. Los deseos, ¡al fin!, en realidades.

Adentrarnos de nuevo en la vida de Inés para ver cómo ella, escuchando esa música profunda que la llenaba cada día de vigor evangelizador, pudo descubrir lo que está “por delante”. Cómo descubrió que la vida sólo tiene sentido si se entrega, y, además, con el Evangelio en la mano, con el susurro de nuestro Carisma.

Las hermanas terciarias capuchinas, por deseo expreso de nuestro Fundador, recibimos este encargo: “ser zagales del Buen Pastor, buscando a la oveja perdida”. En lenguaje de hoy, se trata de vivir a favor de los últimos, de los desheredados de la tierra. Es una llamada a ser mujeres arriesgadas, hasta entregar la vida si fuese necesario.

Inés vivió esto cabalmente. Aprendió a recibir como un DON esta vivencia carismática, que la marcaría para siempre; y también como una TAREA, como un trabajo a realizar y que nadie podía hacer por ella. Inés es una mujer muy receptiva y luchadora, soñadora y crítica, feliz y cantarina. La «música» que Inés va escuchando en su interior, unida a todo lo que va aconteciendo a sus hermanos los Huaorani, va inclinando su corazón, cada vez más, a los últimos.

En estos días del mes de julio, próximo a cumplirse el día 21, el 34º aniversario de su vida entregada junto al obispo capuchino Alejandro Labaka, quedamos invitadas a participar de los eventos que cada año, en memoria de Alejandro e Inés se organizan en el Vicariato de Aguarico, especialmente a la 15ª Caminata, este año virtual y también física. Podemos encontrarlo en su web: www.alejandroeines.org.

Celebremos también la entrega de nuestra hermana Inés volviendo a leer su biografía (Barro y vasija en la selva herida) de la que ahora disponemos en esta página web congregacional en formato PDF. Divulguemos su vida entre los jóvenes. Veamos en ella la vivencia cumplida de nuestra entrega misionera a los más desfavorecidos. Pongámosla como intercesora, pidiendo su beatificación.

Que Inés y Alejandro, discípulos y misioneros entregados en el corazón de la selva ecuatoriana, sean para nosotros bocanada de aire fresco, susurro de Evangelio, rumor fraterno, fuego evangelizador…

Hna. Isabel Valdizán Valledor, Tc

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¨Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo, y he escuchado su clamor¨

Gracias a mi Congregación de Hermanas Terciarias Capuchinas, especialmente a la Hna. Ana Tulia López, Superiora general y Consejo, a la Hna. Yolanda de María Arriaga, Superiora provincial y Consejo de mi Provincia “Ntra. Sra. de Guadalupe” y a la Conferencia Latinoamericana de Religiosos (CLAR), quien me proporcionó la beca, se hizo posible que hace cinco meses iniciara un camino de conocimiento, acompañamiento, y descubrimiento doloroso de una realidad de muerte y resurrección por la cual está transitando nuestra Iglesia hoy. A pesar de la pandemia del  COVID-19 ha sido el primer grupo internacional, multicultural, en su mayoría de lengua hispana, de la Universidad Pontificia Gregoriana, que logra terminar el Diplomado en Protección de Menores, de manera presencial, durante los meses de febrero a junio 2021.

Nada fácil  reconocer una de las llagas por las cuales hoy la Iglesia debe iniciar un camino de conversión y de reparación ante las situaciones de abuso. Es ilógico querer hacer hablar a Dios desde el perdón, como característica de un Dios compasivo, o pretender que la justicia divina actúa sobre los actos pecaminosos de la humanidad. Son respuestas muchas veces erróneas que se cometen por ignorar cómo atender a las víctimas de abuso sexual o bien sea, para no comprometerse en la tarea restaurativa sanadora, en la que algunos no quieren asumir la humillación y prevalece una actitud defensiva por el buen nombre o status de la Iglesia.  

Corresponde visibilizar a las víctimas,  las cuales se han quedado relegadas sin atención, por lo cual es necesario  la intervención de éstas, acompañarlas desde el trato empático, atendiéndolas humana y emocionalmente.

Quienes han asumido su responsabilidad valientemente, han tenido que aprender cómo sobrellevar los procesos de casos y han ofrecido los medios de tratamiento  debido, o indemnización a los afectados.

Es menester de la Iglesia la atención a las víctimas desde el reconocimiento, cercanía, con un buen trato fraterno que permita acercarse como el Dios de Israel que escucha el clamor de su pueblo (Ex 3,7), creando espacios de diálogo, encuentro, en los que se inclina para conocer el sufrimiento y el dolor. Atender las necesidades de los hermanos que han sido afectados por los sucesos, dando oportunidad para  expresar sentimientos, emociones, silencios no compartidos. Esta es la oportunidad para restablecer a fieles que forman parte de una comunidad con posibilidad de solidarizarse desde la acogida, la cual da fuerza para reponerse. Es hacer camino  de prevención, salvaguarda en comunión eclesial, creando redes de apoyo para trabajar en equipo con instituciones, profesionales, y con quienes en este curso se han tejido lazos fraternos para crear una red de apoyo, porque hemos reconocido que también somos vulnerables y necesitamos ser sostenidos, acompañados. Esta será la tarea con las diferentes comisiones que se están formando en las diócesis, parroquias, en las congregaciones religiosas, la CLAR y diversas Conferencias de Religiosos a nivel internacional, en las que se trabajará por la cultura de la prevención.

El proceso de sanación conlleva  el acompañamiento a las víctimas, sin prisas, no buscando resultados inmediatos; más bien cuidar con entrañas de misericordia, caminando a la par de quien carga las situaciones difíciles y en las cuales cada uno asume con responsabilidad su realidad.  Es escuchar el clamor, inclinarse desde una mirada profunda como Dios lo ha hecho con su pueblo, escuchando, acercándose, superando prejuicios, arriesgando, siendo creativos en inventar gestos de ternura para que se dé un proceso gradual, paciente. Un proceso que implica relaciones simétricas sanas, de comprensión inclusiva para acoger incluso a los agresores. Deben darse en la comunidad o la Iglesia espacio para la atención, con apertura, acogida a la escucha atenta, en ambiente de libertad y respeto en cada situación, con la mirada de Dios, compasiva, que se conmueve por la herida causada.  Abrir nuevas posibilidades de comprender la realidad vivida e ir construyendo un camino de sanación partiendo del “testimonio verbal” en clave de historia de salvación, percibiendo al Dios de la vida actuante.  Hacer memoria en la cual se trasciende la actuación de Dios que se revela en el dolor del  pasado para dar sentido al  presente.

La Iglesia en su tarea evangelizadora  como madre, camina al lado de sus hijos y se ofrece como intermediaria, pues va revelando la salvación a través de los hechos de una historia personal en la cual  se va manifestando el amor en medio de los padecimientos, y ofrece un camino de vida y esperanza. Hago eco de las palabras de la Hermana Nathalie Becquart, a quien el Papa Francisco nombró en febrero de 2021 como una de los dos Subsecretarios del Sínodo de los Obispos, al referirse a : “Todos, como bautizados, estamos llamados a luchar contra el clericalismo que se ha identificado como la raíz de cualquier abuso, que es siempre consecuencia de un abuso de poder”, por lo tanto es necesario promover el discernimiento, para buscar la corresponsabilidad, subsidiariedad, desde un nuevo estilo de gobernanza, en la Iglesia. Hacer camino  de sinodalidad con la  participación  activa de todos los miembros en la misión compartida, buscando juntos consensos,  desde un liderazgo libre, que hace partícipe a la comunidad en la toma de decisiones  para evitar protagonismos o  retraerse en un narcisismo egoísta, para superar las grandes tentaciones institucionales del encubrimiento, impunidad, silencio y engaño… reconstruir la coherente articulación (saliendo del dualismo) misericordia-justicia, sinodalidad-colegialidad, vulnerabilidad-precariedad.

La cultura de prevención inicia desde  la vida eclesial, en todas sus estructuras, dimensiones y representatividad, de todos los miembros del pueblo de Dios; es la misión de la Iglesia, especialmente con los más vulnerables (“minores”), para anunciar la Buena Nueva a toda la creación en el servicio oblativo sin dominación.

Al concluir este tiempo de gracia, volvemos a nuestras comunidades, parroquias, diócesis con la esperanza de servir y ayudar a los más vulnerables con la exigencia del amor, sembrando la cultura del buen trato.

Hna. Priscila Brenes Granados, Tc

 

https://www.dropbox.com/s/ckmetktzoy9xib5/video%20FINAL%20Diploma%20CCP%202021.mp4?dl=0

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La educación en tiempos de pandemia

Para nadie es un secreto que el COVID19 ha permeado todas las esferas de la vida humana. Esta pandemia nos sorprendió imbuidos en lo que llamábamos “normalidad”, dormidos en nuestras comodidades y afanes personales; nunca imaginamos que algo tan minúsculo, tuviera el suficiente poder para arrebatar en tiempo record miles de vidas humanas en todo el mundo. Ni la condición social, ni la fama, ni el dinero han servido de salvavidas. Una realidad que nos ha hecho ver que no somos tan poderosos como lo creíamos, “nuestra vulnerabilidad quedó al descubierto”, como lo afirma el Papa Francisco.

Esta pandemia también ha desenmascarado las brechas existentes en muchos ámbitos de la sociedad y el campo educativo no ha sido la excepción. Los sistemas educativos del mundo se han visto confrontados y abocados a cambiar sus dinámicas, unos con mayor velocidad y efectividad que otros. Las grandes potencias del mundo lograron en poco tiempo a través de los medios virtuales y digitales dar continuidad a los procesos educativos. Lamentablemente, para los llamados países del tercer mundo, la realidad ha sido muy distinta; a la falta de conectividad en diversos territorios, se suma el hecho de no contar con equipos y dispositivos electrónicos para poder acceder a las clases virtuales y, como dato clave en este momento histórico, un gran número de población docente a la que podría catalogarse como “analfabeta digital”, lo que también ha ocasionado la ralentización de los procesos.

 

Desde toda esta realidad resurgen grandes interrogantes que retan a los actores educativos: ¿Qué enseñar? ¿Para qué enseñar? ¿Cómo evaluar? ¿Qué hacer en una clase virtual o cómo diseñar una guía didáctica de tal forma que se mantenga vivo el interés y la motivación frente al aprendizaje? Son apenas algunos de los muchos cuestionamientos que comportan la realidad del COVID-19 en el sector educativo. Y es que no resulta tan sencillo, pensar la educación en tiempos de pandemia.

En los primeros meses en los que estábamos confinados, expertos en educación se pronunciaron y decían que la escuela no podría ser la misma, cuando se diera la posibilidad de regresar a las aulas de forma presencial, en lo que ahora conocemos como “alternancia”. Y sí, seguramente muchos habrán logrado esta innovación, urgente y necesaria. Pero otros tantos, continúan sumergidos en los rezagos de una educación tradicional que no permea la vida de los estudiantes, ni los capacita para ser agentes transformadores de la sociedad.

Por consiguiente, los roles y el escenario del proceso educativo han cambiado, la exigencia no ha sido solo para los docentes en el uso de los medios tecnológicos o en la necesidad apremiante de lograr una verdadera transformación curricular que le apueste a mejorar la calidad educativa; también los padres de familia y cuidadores se han visto exigidos a reaprender y situarse en la perspectiva de la enseñanza, algo para lo que no estaban capacitados ni habituados en la mayoría de los casos, puesto que muchos no cuentan ni con las herramientas ni con el nivel educativo básico para acompañar el proceso académico de sus hijos. Esto ha generado al interior de los hogares estrés, cansancio e incluso deserción escolar, sobre todo en la población más vulnerable.

Aunque siempre se ha dicho que la responsabilidad del proceso educativo es un compromiso que atañe tanto a las instituciones educativas como a las familias, en teoría hasta antes de la pandemia, solo la primera instancia asumía realmente este compromiso. Hay que reconocer que la tarea de “reinventarnos” ha sido asignada tanto a los estudiantes, como a los padres de familia y los educadores.

Es común escuchar una frase que en su momento fue válida: “no estábamos preparados”, pero ya es hora de dejar atrás esa justificación y armarnos de pasión, dinamismo y creatividad para hacerle frente al ahora histórico que nos apremia. Este desafío supone reconocer el problema estructural de la educación; la disparidad en las oportunidades educativas y tecnológicas es clara y es una realidad que no se puede desconocer, pero no por ello debemos descartar la posibilidad de gestar al interior de las instituciones educativas un proceso humanizador, en el que la prioridad sea formar estudiantes resilientes, capaces de salir de sí mismos, comprendiendo la vida desde un sentido altruista y conscientes de la necesidad de trabajar por una ecología integral. La educación del siglo XXI tiene que ser una educación que propenda, más que enseñar a pensar, enseñar a convivir.

Iniciativas como el Pacto Educativo Global, promovido por el Papa Francisco, buscan precisamente abrir puertas para que, desde la educación, se puedan dar procesos reales de transformación social. El momento es ahora, no perdamos la oportunidad de resignificar desde pequeñas acciones el ambiente educativo.

La pandemia nos ha puesto de cara a este gran desafío y desde nuestro ser y hacer como Terciarias Capuchinas tenemos todas las herramientas para dar una respuesta coherente con el Evangelio y con la tenacidad de nuestro Carisma.

Hna. Yury Tatiana Amaya Mendoza, Tc