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Los líderes del G7 buscan la recuperación después de la pandemia prometiendo aprender de los errores pasados

El G7 es una organización internacional formada por los siete países económicamente más avanzados y fue fundada en 1975, principalmente para facilitar iniciativas macroeconómicas compartidas en respuesta a los problemas económicos contemporáneos. Los representantes de los países se reúnen todos los años y este año la cumbre tuvo lugar en Cornwall (Inglaterra – Reino Unido).

El tema principal de conversación para la reunión de 2021, la primera cumbre cara a cara desde que comenzó la pandemia a principios de 2020, fue la recuperación de Covid, incluido «un sistema de salud global más fuerte que pueda protegernos a todos de futuras pandemias».

Es significativo que el primer ministro británico, Boris Johnson, haya dicho que la cumbre del G7 es una oportunidad para aprender lecciones de la pandemia de Covid-19 y que desea no repetir los errores cometidos durante la misma.

En sus comentarios de apertura a los líderes del G-7, Johnson dijo que a medida que el mundo se recuperaba de la pandemia, era importante «subir de nivel en nuestras sociedades» y reconstruir mejor. Comentó que se espera que las naciones del G7 se comprometan a compartir al menos mil millones de vacunas contra el coronavirus; Gran Bretaña se comprometió a donar más de 100 millones de vacunas Covid a países más pobres y Estados Unidos prometió 500 millones de dosis de vacunas a países de ingresos bajos y medianos y la Unión Africana.

Por su parte, Caritas International hizo un llamamiento al Grupo de los Siete países ricos del mundo, declarando que es imposible «reconstruir mejor» sin cancelar la deuda de los países pobres y reinvertir estos fondos en la respuesta y recuperación del Covid-19 y para combatir la crisis climática.

Como vemos, los organismos internacionales se esfuerzan por buscar la solución a los problemas y desafíos más graves del momento actual, compartiendo ideas e iniciativas creativas que esperamos den frutos de bondad para toda la humanidad.

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Irán expulsa a una religiosa italiana que ha gastado su vida por los pobres del país

La hermana Giuseppina Berti, de 75 años, que ha trabajado durante 26 años en la leprosería de Tabriz y ahora vive en Isfahan en la casa de la Congregación de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, tendrá que salir de Irán en los próximos días porque no le han renovado su visa, habiendo recibido la orden de dejar el país. Su partida dificultará las cosas para su compañera religiosa, la hermana Fabiola Weiss, que ha dedicado 38 años a los pobres y enfermos en esa leprosería, y cuyo permiso de residencia ha sido renovado por un año más.

Las hermanas Giuseppina y Fabiola, una austríaca de 77 años, han dedicado su vida entregándose sin distinción de credo religioso o etnia, a los enfermos del país, a la educación y formación de jóvenes, niños, refugiados y huérfanos de guerra… pero en los últimos años, las dos hermanas no pudieron realizar ninguna actividad exterior, para evitar ser acusadas de proselitismo. Su casa es actualmente la única presencia de la Iglesia Católica Latina en Isfahan y su capilla, construida en 1939, sirve como Parroquia de la «Virgen Poderosa», que ocasionalmente se pone a disposición de los visitantes para la celebración de la Misa.

En Irán, la Iglesia católica está integrada por dos archidiócesis asirio-caldea (Teherán-Ahwaz y Urmia-Salmas) que tienen un obispo y cuatro sacerdotes (en 2019, al administrador patriarcal de Teherán de los caldeos, también se le negó la renovación de la visa y podría ya no regresar al país), una diócesis armenia en la que solo hay un obispo y la arquidiócesis latina que actualmente no tiene sacerdote y está esperando la llegada de su pastor recién nombrado, el arzobispo Dominique Mathieu. En cuanto a la presencia religiosa, las Hijas de la Caridad trabajan en el país, con tres hermanas en Teherán y dos hermanas en Isfahan. También hay dos laicas consagradas. Los fieles son unos 3.000. Con la partida de las religiosas, la presencia de la Iglesia Católica Latina en Isfahan se perdería definitivamente.

Esta noticia nos pone en contacto con una realidad bastante desconocida de varios países donde el cristianismo tiene muy poca presencia y la intolerancia religiosa sigue limitando y, en ocasiones asfixiando, la vida y misión de la Iglesia. Por otro lado, sabemos que la presencia humilde y muchas veces invisible de los cristianos, es siempre una semilla del reino de Dios que produce frutos de compasión y misericordia en favor de los más pobres y débiles, y su voz silenciada sigue anunciando a la gente, mensajes de paz y esperanza.

Por VATICAN NEWS

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Inés Arango: entregar la vida por el evangelio

Cuando hablamos de la Hna. Inés Arango, de manera espontánea nos sale hablar también del obispo Alejandro Labaka y la razón es que sus vidas se han unido en nuestra memoria y en nuestro corazón para siempre, desde que las entregaron por amor a sus hermanos aquel 21 de julio de 1987. 

De no ser así, Inés, como cualquiera de nosotras, sus hermanas, en la misión de Aguarico o en cualquiera de los 34 países en los que vivimos, habría pasado desapercibida en las tareas más cotidianas y sencillas. Habría quedado en todo caso, en el corazón de las gentes, la huella y el testimonio de su vida como mujer de fe, alegre, entregada a Jesucristo en su fraternidad y para los que más necesitaban.  Luchadora, deseosa y empeñada por vivir en coherencia aquello que creía… y poco más.

Alguien me preguntó una vez ¿qué es lo mejor que se puede decir de Inés? Respondí sin dudar: que entregó la vida.  La entrega de la vida que no es cuestión de un momento puntual, si bien es verdad que a veces llega, como le llegó a Inés… “el momento crítico de dar la vida”. Pero entregar la vida es más bien un “largo momento”, un largo camino que dura toda la existencia, hasta darla por completo sin reservas.

Por eso, cuando nos acercamos a la vida de Inés, es bueno recordar lo que ha sido para ella raíz, sustento, fuente, alimento, soporte, apoyo… todo aquello que está “por detrás” de su persona, aquello que la construye.

Inés nació en “la ciudad de la eterna primavera”, en Medellín (Colombia), en el año 1937. Tuvo la enorme fortuna de nacer en el seno de una familia creyente, de profunda religiosidad. De sus padres y hermanos aprendió, como por ósmosis, el valor de creer, de orar, de servir al prójimo…  Una fe, vivida con libertad en lo cotidiano, en lo más simple y sencillo, que supo ir haciendo propia a lo largo de su vida. De ellos también, heredó una vitalidad, una energía, un genio y un sentido de las cosas poco comunes, que le permitieron afrontar los momentos difíciles de su existencia con suma libertad.

Entre travesuras y rebeldías adolescentes, Inés iba creciendo en la fe. Todos sabemos que es necesario que la semilla de la fe se siembre, y que germine, y que dé fruto… y si puede ser, fruto abundante. Por eso, es importante que se nos anuncie la Palabra… con la palabra, con el testimonio de vida… y además: escuchar, no acallando en nosotros las inquietudes, los anhelos, los deseos. Algo de esto, ocurrió en Inés.

Acercarnos también a su vida para constatar aquello que le ha resonado “por dentro”, lo que ha sido el motor de su existencia, la razón última que le ha movido a vivir en entrega total, a actuar arriesgadamente, aquello que le ha sostenido, animado, impulsado a lo largo del camino. La inquietud misionera vivida en su familia, en la Parroquia, en la escuela… fue siembra abundante en la persona de Inés, como semilla que encontró tierra adecuada, tierra buena. Y es que, Inés, desde muy joven, no acalló las inquietudes. Avivó siempre el deseo y supo nutrirlo, alimentarlo, entre dificultades y sufrimientos.

Y, ¡cómo no! dejaron también su huella en Inés, las terciarias capuchinas, que en la vivencia cotidiana del internado, en Yarumal, con el grupo de muchachas, transparentaban su modo de ser franciscanas, por añadidura capuchinas y, con el “carisma”, con ese “toque especial” que les legó su fundador, Luis Amigó. Ese “toque especial” no era otro que la entrega incondicional a los últimos, a aquellos a quienes no va nadie… viviendo en la sencillez y alegría de la caridad fraterna… nutrida en la Palabra de Dios y en la Eucaristía. Entrega incondicional, por amor a Jesucristo encarnado, hecho uno de nosotros, nacido de María; por amor a Jesucristo Buen Pastor, que busca a quien se ha perdido; por amor a Jesucristo que ha dado la vida por nosotros, muriendo en la cruz y resucitando. Todo esto, con el estilo de la Sagrada Familia, viviendo en fraternidad, disponibles, dispuestas y entregadas. Las Terciarias Capuchinas, que llegaron de España a Colombia para ser misioneras… ¡Sabemos cuántas veces Inés repitió esto! Siendo ya terciaria capuchina, lo reivindicó entre nosotras, en su propia Congregación.

Nos podemos imaginar a Inés en este ambiente. Sin duda, momentos decisivos de siembra misionera en su corazón soñador. Los sueños de Inés se convertirán, poco a poco, en deseos. Los deseos, ¡al fin!, en realidades.

Adentrarnos de nuevo en la vida de Inés para ver cómo ella, escuchando esa música profunda que la llenaba cada día de vigor evangelizador, pudo descubrir lo que está “por delante”. Cómo descubrió que la vida sólo tiene sentido si se entrega, y, además, con el Evangelio en la mano, con el susurro de nuestro Carisma.

Las hermanas terciarias capuchinas, por deseo expreso de nuestro Fundador, recibimos este encargo: “ser zagales del Buen Pastor, buscando a la oveja perdida”. En lenguaje de hoy, se trata de vivir a favor de los últimos, de los desheredados de la tierra. Es una llamada a ser mujeres arriesgadas, hasta entregar la vida si fuese necesario.

Inés vivió esto cabalmente. Aprendió a recibir como un DON esta vivencia carismática, que la marcaría para siempre; y también como una TAREA, como un trabajo a realizar y que nadie podía hacer por ella. Inés es una mujer muy receptiva y luchadora, soñadora y crítica, feliz y cantarina. La «música» que Inés va escuchando en su interior, unida a todo lo que va aconteciendo a sus hermanos los Huaorani, va inclinando su corazón, cada vez más, a los últimos.

En estos días del mes de julio, próximo a cumplirse el día 21, el 34º aniversario de su vida entregada junto al obispo capuchino Alejandro Labaka, quedamos invitadas a participar de los eventos que cada año, en memoria de Alejandro e Inés se organizan en el Vicariato de Aguarico, especialmente a la 15ª Caminata, este año virtual y también física. Podemos encontrarlo en su web: www.alejandroeines.org.

Celebremos también la entrega de nuestra hermana Inés volviendo a leer su biografía (Barro y vasija en la selva herida) de la que ahora disponemos en esta página web congregacional en formato PDF. Divulguemos su vida entre los jóvenes. Veamos en ella la vivencia cumplida de nuestra entrega misionera a los más desfavorecidos. Pongámosla como intercesora, pidiendo su beatificación.

Que Inés y Alejandro, discípulos y misioneros entregados en el corazón de la selva ecuatoriana, sean para nosotros bocanada de aire fresco, susurro de Evangelio, rumor fraterno, fuego evangelizador…

Hna. Isabel Valdizán Valledor, Tc

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¨Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo, y he escuchado su clamor¨

Gracias a mi Congregación de Hermanas Terciarias Capuchinas, especialmente a la Hna. Ana Tulia López, Superiora general y Consejo, a la Hna. Yolanda de María Arriaga, Superiora provincial y Consejo de mi Provincia “Ntra. Sra. de Guadalupe” y a la Conferencia Latinoamericana de Religiosos (CLAR), quien me proporcionó la beca, se hizo posible que hace cinco meses iniciara un camino de conocimiento, acompañamiento, y descubrimiento doloroso de una realidad de muerte y resurrección por la cual está transitando nuestra Iglesia hoy. A pesar de la pandemia del  COVID-19 ha sido el primer grupo internacional, multicultural, en su mayoría de lengua hispana, de la Universidad Pontificia Gregoriana, que logra terminar el Diplomado en Protección de Menores, de manera presencial, durante los meses de febrero a junio 2021.

Nada fácil  reconocer una de las llagas por las cuales hoy la Iglesia debe iniciar un camino de conversión y de reparación ante las situaciones de abuso. Es ilógico querer hacer hablar a Dios desde el perdón, como característica de un Dios compasivo, o pretender que la justicia divina actúa sobre los actos pecaminosos de la humanidad. Son respuestas muchas veces erróneas que se cometen por ignorar cómo atender a las víctimas de abuso sexual o bien sea, para no comprometerse en la tarea restaurativa sanadora, en la que algunos no quieren asumir la humillación y prevalece una actitud defensiva por el buen nombre o status de la Iglesia.  

Corresponde visibilizar a las víctimas,  las cuales se han quedado relegadas sin atención, por lo cual es necesario  la intervención de éstas, acompañarlas desde el trato empático, atendiéndolas humana y emocionalmente.

Quienes han asumido su responsabilidad valientemente, han tenido que aprender cómo sobrellevar los procesos de casos y han ofrecido los medios de tratamiento  debido, o indemnización a los afectados.

Es menester de la Iglesia la atención a las víctimas desde el reconocimiento, cercanía, con un buen trato fraterno que permita acercarse como el Dios de Israel que escucha el clamor de su pueblo (Ex 3,7), creando espacios de diálogo, encuentro, en los que se inclina para conocer el sufrimiento y el dolor. Atender las necesidades de los hermanos que han sido afectados por los sucesos, dando oportunidad para  expresar sentimientos, emociones, silencios no compartidos. Esta es la oportunidad para restablecer a fieles que forman parte de una comunidad con posibilidad de solidarizarse desde la acogida, la cual da fuerza para reponerse. Es hacer camino  de prevención, salvaguarda en comunión eclesial, creando redes de apoyo para trabajar en equipo con instituciones, profesionales, y con quienes en este curso se han tejido lazos fraternos para crear una red de apoyo, porque hemos reconocido que también somos vulnerables y necesitamos ser sostenidos, acompañados. Esta será la tarea con las diferentes comisiones que se están formando en las diócesis, parroquias, en las congregaciones religiosas, la CLAR y diversas Conferencias de Religiosos a nivel internacional, en las que se trabajará por la cultura de la prevención.

El proceso de sanación conlleva  el acompañamiento a las víctimas, sin prisas, no buscando resultados inmediatos; más bien cuidar con entrañas de misericordia, caminando a la par de quien carga las situaciones difíciles y en las cuales cada uno asume con responsabilidad su realidad.  Es escuchar el clamor, inclinarse desde una mirada profunda como Dios lo ha hecho con su pueblo, escuchando, acercándose, superando prejuicios, arriesgando, siendo creativos en inventar gestos de ternura para que se dé un proceso gradual, paciente. Un proceso que implica relaciones simétricas sanas, de comprensión inclusiva para acoger incluso a los agresores. Deben darse en la comunidad o la Iglesia espacio para la atención, con apertura, acogida a la escucha atenta, en ambiente de libertad y respeto en cada situación, con la mirada de Dios, compasiva, que se conmueve por la herida causada.  Abrir nuevas posibilidades de comprender la realidad vivida e ir construyendo un camino de sanación partiendo del “testimonio verbal” en clave de historia de salvación, percibiendo al Dios de la vida actuante.  Hacer memoria en la cual se trasciende la actuación de Dios que se revela en el dolor del  pasado para dar sentido al  presente.

La Iglesia en su tarea evangelizadora  como madre, camina al lado de sus hijos y se ofrece como intermediaria, pues va revelando la salvación a través de los hechos de una historia personal en la cual  se va manifestando el amor en medio de los padecimientos, y ofrece un camino de vida y esperanza. Hago eco de las palabras de la Hermana Nathalie Becquart, a quien el Papa Francisco nombró en febrero de 2021 como una de los dos Subsecretarios del Sínodo de los Obispos, al referirse a : “Todos, como bautizados, estamos llamados a luchar contra el clericalismo que se ha identificado como la raíz de cualquier abuso, que es siempre consecuencia de un abuso de poder”, por lo tanto es necesario promover el discernimiento, para buscar la corresponsabilidad, subsidiariedad, desde un nuevo estilo de gobernanza, en la Iglesia. Hacer camino  de sinodalidad con la  participación  activa de todos los miembros en la misión compartida, buscando juntos consensos,  desde un liderazgo libre, que hace partícipe a la comunidad en la toma de decisiones  para evitar protagonismos o  retraerse en un narcisismo egoísta, para superar las grandes tentaciones institucionales del encubrimiento, impunidad, silencio y engaño… reconstruir la coherente articulación (saliendo del dualismo) misericordia-justicia, sinodalidad-colegialidad, vulnerabilidad-precariedad.

La cultura de prevención inicia desde  la vida eclesial, en todas sus estructuras, dimensiones y representatividad, de todos los miembros del pueblo de Dios; es la misión de la Iglesia, especialmente con los más vulnerables (“minores”), para anunciar la Buena Nueva a toda la creación en el servicio oblativo sin dominación.

Al concluir este tiempo de gracia, volvemos a nuestras comunidades, parroquias, diócesis con la esperanza de servir y ayudar a los más vulnerables con la exigencia del amor, sembrando la cultura del buen trato.

Hna. Priscila Brenes Granados, Tc

 

https://www.dropbox.com/s/ckmetktzoy9xib5/video%20FINAL%20Diploma%20CCP%202021.mp4?dl=0

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La educación en tiempos de pandemia

Para nadie es un secreto que el COVID19 ha permeado todas las esferas de la vida humana. Esta pandemia nos sorprendió imbuidos en lo que llamábamos “normalidad”, dormidos en nuestras comodidades y afanes personales; nunca imaginamos que algo tan minúsculo, tuviera el suficiente poder para arrebatar en tiempo record miles de vidas humanas en todo el mundo. Ni la condición social, ni la fama, ni el dinero han servido de salvavidas. Una realidad que nos ha hecho ver que no somos tan poderosos como lo creíamos, “nuestra vulnerabilidad quedó al descubierto”, como lo afirma el Papa Francisco.

Esta pandemia también ha desenmascarado las brechas existentes en muchos ámbitos de la sociedad y el campo educativo no ha sido la excepción. Los sistemas educativos del mundo se han visto confrontados y abocados a cambiar sus dinámicas, unos con mayor velocidad y efectividad que otros. Las grandes potencias del mundo lograron en poco tiempo a través de los medios virtuales y digitales dar continuidad a los procesos educativos. Lamentablemente, para los llamados países del tercer mundo, la realidad ha sido muy distinta; a la falta de conectividad en diversos territorios, se suma el hecho de no contar con equipos y dispositivos electrónicos para poder acceder a las clases virtuales y, como dato clave en este momento histórico, un gran número de población docente a la que podría catalogarse como “analfabeta digital”, lo que también ha ocasionado la ralentización de los procesos.

 

Desde toda esta realidad resurgen grandes interrogantes que retan a los actores educativos: ¿Qué enseñar? ¿Para qué enseñar? ¿Cómo evaluar? ¿Qué hacer en una clase virtual o cómo diseñar una guía didáctica de tal forma que se mantenga vivo el interés y la motivación frente al aprendizaje? Son apenas algunos de los muchos cuestionamientos que comportan la realidad del COVID-19 en el sector educativo. Y es que no resulta tan sencillo, pensar la educación en tiempos de pandemia.

En los primeros meses en los que estábamos confinados, expertos en educación se pronunciaron y decían que la escuela no podría ser la misma, cuando se diera la posibilidad de regresar a las aulas de forma presencial, en lo que ahora conocemos como “alternancia”. Y sí, seguramente muchos habrán logrado esta innovación, urgente y necesaria. Pero otros tantos, continúan sumergidos en los rezagos de una educación tradicional que no permea la vida de los estudiantes, ni los capacita para ser agentes transformadores de la sociedad.

Por consiguiente, los roles y el escenario del proceso educativo han cambiado, la exigencia no ha sido solo para los docentes en el uso de los medios tecnológicos o en la necesidad apremiante de lograr una verdadera transformación curricular que le apueste a mejorar la calidad educativa; también los padres de familia y cuidadores se han visto exigidos a reaprender y situarse en la perspectiva de la enseñanza, algo para lo que no estaban capacitados ni habituados en la mayoría de los casos, puesto que muchos no cuentan ni con las herramientas ni con el nivel educativo básico para acompañar el proceso académico de sus hijos. Esto ha generado al interior de los hogares estrés, cansancio e incluso deserción escolar, sobre todo en la población más vulnerable.

Aunque siempre se ha dicho que la responsabilidad del proceso educativo es un compromiso que atañe tanto a las instituciones educativas como a las familias, en teoría hasta antes de la pandemia, solo la primera instancia asumía realmente este compromiso. Hay que reconocer que la tarea de “reinventarnos” ha sido asignada tanto a los estudiantes, como a los padres de familia y los educadores.

Es común escuchar una frase que en su momento fue válida: “no estábamos preparados”, pero ya es hora de dejar atrás esa justificación y armarnos de pasión, dinamismo y creatividad para hacerle frente al ahora histórico que nos apremia. Este desafío supone reconocer el problema estructural de la educación; la disparidad en las oportunidades educativas y tecnológicas es clara y es una realidad que no se puede desconocer, pero no por ello debemos descartar la posibilidad de gestar al interior de las instituciones educativas un proceso humanizador, en el que la prioridad sea formar estudiantes resilientes, capaces de salir de sí mismos, comprendiendo la vida desde un sentido altruista y conscientes de la necesidad de trabajar por una ecología integral. La educación del siglo XXI tiene que ser una educación que propenda, más que enseñar a pensar, enseñar a convivir.

Iniciativas como el Pacto Educativo Global, promovido por el Papa Francisco, buscan precisamente abrir puertas para que, desde la educación, se puedan dar procesos reales de transformación social. El momento es ahora, no perdamos la oportunidad de resignificar desde pequeñas acciones el ambiente educativo.

La pandemia nos ha puesto de cara a este gran desafío y desde nuestro ser y hacer como Terciarias Capuchinas tenemos todas las herramientas para dar una respuesta coherente con el Evangelio y con la tenacidad de nuestro Carisma.

Hna. Yury Tatiana Amaya Mendoza, Tc

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Día mundial del refugiado 2021

El Día Mundial del Refugiado de este año 2021, que se celebrará el próximo 20 de junio, organizado por la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), se enfoca en el poder de la inclusión y tiene como tema general: “Juntos nos cuidamos, aprendemos y brillamos”.

Transcribimos algunos puntos del folleto informativo que han elaborado para esta celebración:

La pandemia de COVID-19 nos ha enseñado que el éxito depende del trabajo conjunto. Cada persona ha jugado un papel importante en el cuidado de la salud de otras; y, a pesar de los retos que enfrentan, las poblaciones refugiadas y desplazadas han dado un paso al frente.

Si se les da la oportunidad, seguirán contribuyendo a la construcción de un mundo más fuerte, más seguro y más vibrante. Este año, exhortamos a que se incluya a las personas refugiadas y desplazadas en las escuelas, los deportes y los sistemas de salud. Para recuperarnos de la pandemia, debemos trabajar en equipo.

Juntos nos cuidamos. Nos cuidamos juntos cuando todos recibimos la atención sanitaria que necesitamos. Ninguna persona estará a salvo hasta que todas lo estén; de manera que el mundo  no podrá recuperarse de la pandemia de Covid -19 si ignora a los refugiados. Debemos garantizar que, como cualquier otra persona, las poblaciones refugiadas y desplazadas tengan acceso a las vacunas, medicamentos, atención médica y apoyo psicosocial.

Juntos aprendemos. Cuando aprendemos juntos, construimos una comunidad más fuerte. Garantizar el acceso a la educación redundará  en nuestro beneficio. Solicitamos que se generen oportunidades educativas y becas para la juventud desplazada. Además, solicitamos que se amplíe el acceso de los estudiantes refugiados a la educación digital.

Juntos brillamos. Brillamos cuando jugamos juntos como un equipo. El deporte permite sanar y crecer, sobre todo a las personas que han tenido que huir de conflictos y persecuciones. Solicitamos, asimismo, que los programas deportivos para personas refugiadas, reciban más apoyo. De igual forma, exhortamos a apoyar a los Equipos Olímpico y Paralímpico de Refugiados que competirán en las Olimpiadas de Tokio.

Fuente: ACNUR Internet

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3 de Julio: jornada de la Familia Capuchina

El 3 de julio de 1528, el Papa Clemente VII, por medio de la bula “Religionis zelus”, aprobó la Orden capuchina, uno de los brotes de reforma surgido en el seno de la Familia de los Hermanos Menores, por iniciativa de unos hermanos que sentían la inquietud de volver a una vida más acorde con los orígenes de la Fraternidad franciscana, fortaleciendo la vida de contemplación, recuperando una mayor austeridad en la vivencia de la pobreza y reafirmando la misión evangelizadora a través de la predicación popular y la presencia en lugares de frontera. El origen de la Orden capuchina, así como el de otras órdenes y congregaciones, está indudablemente relacionado con en el movimiento de reforma que se dio en la Iglesia católica en respuesta a la provocación creada por las comunidades cristianas que, bajo distintas pero a la vez parecidas motivaciones, se iban separando de la Iglesia de Roma y rompían su comunión con el Papa.

Con el tiempo, los Capuchinos se han afirmado como una Orden numerosa y significativa en la Iglesia y, desde sus orígenes en el siglo XVI, se han caracterizado por el testimonio de santidad en lo cotidiano y en lo sencillo. Su presencia en medio de la gente a través del ministerio de la predicación, confesión y anteriormente también como limosneros, y capellanes en los lugares del dolor – hospitales, cementerios, cárceles – y su compromiso en el acompañamiento y formación espiritual de grupos de laicos de la Tercera Orden Franciscana (hoy Orden Franciscana Seglar), han contribuido al crecimiento de la fe en el pueblo de Dios e incluso al nacimiento de familias religiosas inspiradas en la espiritualidad franciscano-capuchina, entre las cuales está la de las Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia.

El Padre Luis Amigó fue un auténtico capuchino que se mantuvo vinculado a su Orden aun siendo Fundador y Obispo y quiso que las dos familias religiosas que fundó, no perdiesen nunca el espíritu franciscano-capuchino (cf. OCLA 1920) y fueran agregadas a la Orden capuchina (cf. Iriarte L., Historia de la Congregación, pág. 53).

La Congregación de Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia fue agregada a la Orden en el año 1905 por expresa voluntad del Padre Luis Amigó quien, con este acto, quiso hacerla partícipe del patrimonio espiritual de su Familia religiosa de origen y, a la vez, injertar en ella la riqueza de su carisma específico. Tenemos que reconocer que los Hermanos Capuchinos han jugado y juegan un papel importante en la historia de las Hermanas Terciarias Capuchinas, sea en el acompañamiento para su formación franciscana, como abriendo y recorriendo con ellas los caminos de la misión; a la vez, allá donde se cultiva más este compartir, se percibe la belleza del carisma vivido desde lo femenino y masculino.

El 3 de julio, aniversario de la aprobación de la Orden de los Capuchinos, toda la Familia capuchina está llamada a celebrar con gratitud su presencia en la Iglesia, reafirmando su compromiso de fidelidad al carisma inicial enriquecido con lo específico de las muchas congregaciones que han brotado de un corazón auténticamente capuchino.

En otros momentos, en esta fecha se han realizado encuentros de familia que han fortalecido los vínculos de fraternidad (la fotografía corresponde a la Jornada del año 2017); este año no será posible pero nada ni nadie puede impedirnos vivir esta Jornada con un recuerdo especial en la oración y sentirnos miembros de una familia más amplia con quien intercambiamos dones espirituales y afecto fraterno. 

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María, auxilio de los cristianos, día de oración por la Iglesia en China

Ayer el Papa Francisco, en el rezo del Regina coeli, recordaba que hoy, 24 de mayo, “los fieles católicos en China celebrarán mañana la fiesta de la Santísima Virgen María, Auxilio de los cristianos y Patrona celestial de su gran país”.

Esta fiesta establecida en el 2007 por Benedicto XVI, celebra que “la Madre del Señor y de la Iglesia es venerada con particular devoción en el Santuario de Sheshan, en Shanghái, y es invocada asiduamente por las familias cristianas, en las pruebas y en las esperanzas de la vida diaria. ¡Qué bueno y qué necesario es que los miembros de una familia y de una comunidad cristiana estén cada vez más unidos en el amor y en la fe!”, decía el Papa Francisco. “Por eso, os invito a acompañar con ferviente oración a los fieles cristianos en China, nuestros queridos hermanos y hermanas, a quienes llevo en lo más profundo de mi corazón. Que el Espíritu Santo, protagonista de la misión de la Iglesia en el mundo, los guíe y ayude a ser portadores de la buena nueva, testigos de bondad y caridad, constructores de justicia y paz en su patria”.

Desde que los comunistas tomaran el poder en China en 1949, el país no ha mantenido relaciones diplomáticas oficiales con la Santa Sede. Entre los puntos de discordia está la exigencia china de que el Vaticano debe cortar antes sus contactos con Taiwán y, sobre todo, la cuestión del nombramiento de obispos. En septiembre de 2018, la Santa Sede concluía un acuerdo provisional con Pekín, con el que el Papa Francisco levantó la excomunión de varios obispos consagrados sin su consentimiento pero reconocidos por las autoridades chinas. Por su parte, Pekín ha reconocido solo a unos pocos de los llamados obispos de la Iglesia clandestina. De los 101 obispos chinos actuales, 36 son obispos clandestinos.

Según diversas informaciones, varios miembros del clero han sido arrestados en China en las últimas semanas. La policía detuvo al prefecto apostólico de Xinxiang, Mons. Joseph Zhang Weizhu, de 63 años, siete sacerdotes y 10 seminaristas. La prefectura de Xinxiang no está reconocida por las autoridades chinas, por lo que las actividades de sacerdotes y laicos relacionados con la misma se consideran actividades criminales.

Como denunciaba el obispo de Bamberg, Alemania, Mons. Ludwig Schick, hay un esfuerzo decidido por parte de las autoridades chinas para que los niños y jóvenes no se acerquen a la religión: “En cada vez más lugares, las autoridades prohíben sistemáticamente que los menores entren en contacto con la religión. Las prohibiciones que han existido durante mucho tiempo ahora se están aplicando en todos los niveles en China”. Se han retirado todos los símbolos religiosos de los orfanatos católicos, y se han tomado más medidas del mismo tipo en una lucha por el liderazgo en contra de las religiones, especialmente contra las iglesias cristianas, pero también contra los musulmanes”.

Fuente: OMPRESS-ROMA (24-05-21)

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Que lo amemos, que lo amemos de verdad

Con estas palabras, convertidas en invitación, pronunciadas por la protagonista de este artículo, nuestra hermana Rita White Arango, concluye el video que ofrecemos (preparado por nuestra Hna. Iria Natalia Ágreda Abreu, contando con la colaboración de diversas hermanas), en el que recogemos algunas pinceladas de la vida de nuestra hermana Rita, la hermana mayor de nuestra Congregación en este momento, que cumple el día 27 de junio nada menos que 109 años.

Nuestras palabras escritas resultan pobres ante los testimonios de las diferentes hermanas que han querido compartir algo de lo que Hna. Rita ha sido en sus vidas y en la vida de la Congregación, por lo que dejaremos que las imágenes y las voces resuenen y entren en nuestro corazón agradecido al Señor por la larga vida de Rita.

Rita White Arango, que recibió el nombre de Hna. Pilar de Jesús de Manizales al entrar en la vida religiosa, es fruto del amor de don Enrique White y doña Elisa Arango, quienes junto con el Señor, trajeron al mundo a esta gran mujer el día 27 de junio de 1912 en Manizales, Departamento de Caldas, Colombia. Y fue bautizada el día 3 de julio del mismo año. Los padres de Rita le dieron una buena formación humana y cristiana; su educación fue fraguada fundamentalmente por la lectura y la comprensión de textos que le fueron entregando un bagaje intelectual admirable para la época.

En el año 1932, Rita solicitó el ingreso a nuestra Congregación de Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia y el 2 de julio inicia su Postulantado en Yarumal (Antioquía), prosiguiendo con el Noviciado en la misma casa, el 29 de marzo de 1933. Emitió su Primera Profesión el 25 de marzo de 1934, día en el que recordamos el misterio de la Anunciación y el hermoso gesto de amor de Dios  de encarnarse y hacerse parte de la humanidad. Rita, sin duda, ha sabido imitar a su Señor a lo largo de su vida con amor y entrega por los demás… El 22 de enero de 1939, realizó su Profesión perpetua en Yarumal, ofreciendo todo cuanto era al Señor, en servicio de su Reino de amor dentro de nuestra Familia religiosa…

La hermana Rita se desempeñó, la mayor parte de su vida como educadora, esforzándose siempre por transparentar en los niños y jóvenes, el rostro de Jesús Maestro, que acompaña y enseña a otros el amor de Dios… Fue una mujer entrañable, dejando en sus alumnos una huella profunda del amor a la Eucaristía, a la Virgen María, a la Palabra de Dios y un caudal de valores que fueron formando maravillosamente a sus alumnos en la parte académica, científica y espiritual, preparándolos para poder servir a la sociedad y a la Iglesia en distintos campos.

En la vida personal de Rita, la oración, el acompañamiento de buenos directores, la tenacidad en cuanto se proponía… le ayudaron a ser fervorosa, honesta, paciente, generosa, constante, con sentido de responsabilidad, prudente, disponible, alegre, organizada y estaba adornada con una memoria formidable, que ha mantenido hasta hace no mucho tiempo. Rita ha sido y es una mujer de fe, de diálogo; le apasionaba la lectura, leía con predilección las moradas de Santa Teresa; supo sobrenaturalizar lo ordinario con religiosa maestría.

Desde el año 1934 hasta 1967, nuestra hermana prestó sus servicios en distintas comunidades de Colombia y en ese 1967, pasó a Venezuela, a la entonces Provincia “San Francisco”, hasta el año 1991 en que regresa nuevamente a Colombia, a su Provincia “San José”. Rita ocupó puestos de responsabilidad en algunas instituciones, como Directora de diferentes Colegios,  Ecónoma y Administradora. Fue Superiora en diversas comunidades y también Maestra de Novicias, esforzándose siempre por darle gloria a Dios con todo su ser y hacer.  Incluso, cuando sus responsabilidades giraron en torno a la portería, a los oficios varios, a la biblioteca y hoy, miembro de la comunidad “Nuestra Señora de Montiel”, de la Provincia Ntra. Sra. de la Divina Providencia, como hermana mayor, Rita sigue alegre y sonriente, transparentando al Dios vivo a quien tanto ama…

Concluimos como comenzamos, pidiendo al Señor que nos enseñe a amarle a Él, a amarle de verdad, como nos invitaba nuestra Hna. Rita; es lo que ella misma ha intentado vivir a lo largo de su larga existencia.

¡Feliz cumpleaños, Hna. Rita!

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Un hombre comprometido en el acompañamiento y la formación de los laicos: Luis Amigó y Ferrer

Como seres humanos descubrimos que no podemos caminar solos, necesitamos de los demás para ir creciendo humana y espiritualmente. Es así como vemos la necesidad de escrutar los caminos del acompañamiento y la formación, haciendo procesos que lleven a madurar la vida cristiana, como nos lo recuerda el Papa Francisco (cf. EG 169). 

La tarea del acompañamiento y la formación de los laicos nos puede llevar a la tentación de mirar el panorama con incertidumbre y desesperanza; pero la experiencia de Luis Amigó en esta misión, nos llena de confianza, de esperanza, de entusiasmo.

Y ¿cómo realiza Luis Amigó esta misión? Descubramos sus búsquedas, sus éxitos, sus limitaciones en esta tarea; pero sobre todo, su entusiasmo, perseverancia y confianza en Dios y en los laicos, quienes son responsables de su propio proceso y se comprometen a compartir la riqueza de Jesucristo en sus vidas.

La visión humana y espiritual del Padre Luis parte de un concepto centrado en la dignidad de la persona, capaz de dejarse transformar y de transformar la Iglesia y el mundo que habita. No podemos olvidar que Luis Amigó se formó en su juventud en algunos de los movimientos integrados en la espiritualidad católica seglar y comprometidos con una labor de promoción religiosa y social: la Escuela de Cristo y la Congregación de san Felipe Neri, razón que incide fuertemente en un apostolado de acompañamiento y formación de los laicos, que genere una transformación personal y social. Así lo refiere en sus escritos: “la Tercera Orden es obra del Señor y ocasionó una innovación en la Iglesia y una transformación completa en la sociedad” (OCLA 1016-1017). 

Por otra parte, “el hombre es creado a imagen y semejanza de Dios” (Gn 1,27), y como tal tiene una dignidad, “el ser hijo de Dios” (OCLA 1323), por lo que hay que trabajar siempre en la formación integral de la persona. Porque, más que una teoría científica, psicológica o educativa, su acompañamiento formativo con los laicos se convierte en un estilo de vida que va marcando un modo particular de ser, estar y evangelizar, preocupándose por encarnar en su persona e inculcar en la vida del cristiano, el compromiso bautismal. Por ello, el Padre Luis  insistía con frecuencia en la riqueza, nobleza y dignidad que nos honran y distinguen a los cristianos, hechos hijos de Dios y herederos de su gloria (OCLA 1329).

El apostolado con los laicos está presente siempre en la vida del P. Luis, como capuchino y como obispo,  enraizado en la cotidianidad, dejándose iluminar por la pedagogía humana que utiliza Jesús con sus discípulos: el respeto a la dignidad de la persona, la escucha de la realidad, la utilización de un lenguaje conocido, familiarizado, contextualizado, la lectura e interpretación de las Escrituras, la cercanía y el afecto a las  personas.

Asume desde los años de su juventud, el acompañamiento como una constante que se encuentra presente en sus múltiples actividades formativas, principalmente en las congregaciones de la Venerable Orden Tercera, las Hijas de María y los Luises (OCLA 50). Su preocupación por la formación de los jóvenes de ambas  asociaciones estuvo orientada hacia la  vida cristiana (OCLA 2170), con un  acompañamiento que surge como un imperativo en el camino de crecimiento personal de los miembros de los  grupos y con una sabiduría humana y espiritual encarnada en la realidad de su época, aplicada en la vida cotidiana y sostenida desde un testimonio de vida cristiano veraz y convincente.

El momento culmen en este ámbito aconteció al inicio de su ministerio sacerdotal, con el nombramiento de Comisario de la Venerable Orden Tercera, el 20 de octubre de 1881, con todas las facultades necesarias… (cf. OCLA 60-62). La nota 39 a pie de página de OCLA 61, recoge la opinión del P. Melchor de Benisa respecto al Padre Luis en este ámbito: “Tenía gran acierto y ojo clínico para conocer a los que deseaban entrar en ella, y les recomendaba que no la hiciesen política, sino sumamente seráfica, siendo en las parroquias el brazo derecho del párroco… Su desvelo en la formación de los miembros de la Tercera Orden fue llevarlos a Dios, desde su testimonio de vida; así lo atestiguan los cofrades, quienes “le respetaban como a un hombre santo y seguían sus indicaciones con diligencia y alegría”.

El Padre Luis impulsa una formación que incide en el fervor espiritual de los miembros de aquellos  grupos de la V.O.T. que se “propagaban aceleradamente durante los primeros años de la restauración que en 1893, llegaron a ser 17.864 los Terciarios dependientes de la provincia capuchina de Toledo, de la que el Siervo de Dios era Definidor provincial”(cf. OCLA 62, nota 40 a pie de página). 

Luis Amigó trabaja incansablemente en el progreso y la extensión de la Tercera Orden a la que asistía una enorme multitud de fieles; la organización de los grupos contribuye fuertemente en su crecimiento, de tal manera que, “llegaron a ser un número considerable de hermanos y hermanas… por lo que se pensó en la necesidad de ir fundando nuevas congregaciones”(OCLA 61). También estimula a los miembros de la Tercera Orden a participar en congresos como espacios formativo así como en otras celebraciones (OCLA 2449).

Durante su ministerio episcopal escribe cartas, circulares y exhortaciones apostólicas donde pide a sus sacerdotes, entre otros, acompañar y formar la vida cristiana de los “fieles laicos” con celo apostólico e infatigable labor evangélica (OCLA 1137). En éstas manifiesta preocupación por la formación de la vida espiritual, trabajando con gran celo e interés por la salvación de las almas y para que Jesucristo sea conocido y amado de todos (OCLA 1142-1143); el trabajo incansable y la restauración de la sociedad que se ha apartado de Jesucristo; para ello pide a los laicos de uno y otro sexo, trabajar a este fin, pues a ellos se les presta mayor atención que a los sacerdotes (OCLA 1147); la colaboración con Jesús Buen Pastor para atraer al redil a las “ovejas descarriadas” conduciéndolas al campo de la Iglesia donde pueden saciarse de la doctrina de Jesucristo (OCLA 1136); la formación de las familias cristianas como un apoyo y sostén de la sociedad, fijando los ojos en el modelo de la Familia de Nazaret (OCLA 1102-1103); la lectura de la realidad desde la fe para discernir las decisiones sobre las dificultades económicas, sociales, morales y espirituales, que vivía la sociedad (OCLA 297; 1054); la promoción y el avance de la ciencia, cuya fuente y origen es Dios, como medio de progreso de los pueblos (OCLA 936); la edificación de la paz y la justicia que emanan de la misericordia de Dios (OCLA 656-657); la construcción de una  sociedad más humanitaria donde las gracias y favores recibidos de Dios se deben emplear en beneficio de los semejantes, pues al prójimo lo hemos de considerar como a nosotros mismos porque es nuestro hermano (OCLA 1051). Estas y muchas más inquietudes hicieron de Luis Amigó un hombre comprometido con un acompañamiento y una formación inmersa en la realidad cristiana, social, política, económica y en una transformación de la sociedad que tiene su fundamento en la caridad y en la doctrina de Jesucristo.

Además de todo esto, podríamos decir que Luis Amigó fue un hombre capaz de vislumbrar el importante rol del laico en la Iglesia, en la sociedad y de valorar la necesidad de caminar juntos en sinodalidad, como lo recuerda hoy la misma Iglesia, para construir el Reino de Dios. Así lo refiere en sus escritos: “los fieles laicos, están obligados a trabajar cada cual en la esfera de su acción, en la propagación de la fe y en dar a conocer a los hombres a Jesucristo, subrayando de suma importancia, el apostolado seglar” (OCLA 1147). Constatamos que, su relación con ellos, se ve favorecida por una participación activa y responsable en acontecimientos, celebraciones y actividades organizadas, tanto en el campo espiritual como civil.

 

Hoy nosotras, Terciarias Capuchinas, nos sentimos urgidas a compartir con los laicos el don del Carisma (Const. 63), un regalo del Espíritu para toda la Iglesia, y para la extensión del Reino; a impulsar desde la novedad del Espíritu Santo y del Padre Luis un acompañamiento formativo como dinámica procesual e integral, utilizando la pedagogía de Cristo Buen Pastor, imagen que nos habla de la experiencia profunda de Jesús al cuidado de cada una de sus ovejas; a buscar caminos que nos abran a una nueva mentalidad, caminar junto a los laicos y a impulsar distintas formas de ser y estar, movidas a compasión desde la misericordia, el desapropio y la inclusión.

HNA. MARÍA ANABELLE CÉSPEDES MORALES, TC