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Ayúdate y el cielo te ayudará. Un programa formativo autosostenible

Desde el inicio de nuestra presencia congregacional en la República Democrática del Congo, en 1971, concretamente en la Misión de Kansenia, fue prioritaria la creación de un “foyer” (escuela-hogar). El nombre de dicho “foyer” se ha mantenido en el tiempo, Kinzala, que podríamos traducir como hogar que nunca se seca.

Acogiendo la invitación de nuestro Fundador, el Padre Luis Amigó, de estar siempre abiertas a los signos de los tiempos para dar respuesta a las necesidades reales de las personas a las que queremos servir, las hermanas que comenzaron en nuestra tierra africana la misión, constataron la precaria situación de la formación de las jóvenes, por lo que pusieron en marcha el foyer que sigue existiendo después de 50 años de historia.

El foyer Kinzala tiene como objetivo promover integralmente a la mujer, ofreciendo a las jóvenes una plataforma donde ellas mismas sean agentes de su formación, participando activamente en las actividades que se organizan, desplegando sus dones en la sociedad como personas creadas a imagen de Dios, con derecho a recibir una educación adecuada.

Todo lo que es importante tiene un precio en la vida. La educación es una de esas dimensiones importantes en la existencia de cada persona. Y la educación que las jóvenes reciben en el foyer Kinzala requiere un trabajo responsable a todo nivel, puesto que no se trata solamente de recibir contenidos a nivel intelectual, sino de una formación para la vida.

Las jóvenes que acceden al foyer, provienen muchas de ellas de aldeas lejanas a la Misión y no cuentan con recursos suficientes para poder pagar los gastos del internado. Es por ello que, ayer y hoy, el foyer lucha por ser autosostenible, creando estrategias de autoformación y aprendizaje, que son al mismo tiempo apoyo financiero para hacer realidad esa educación integral de la que hablábamos antes.

Como subraya el P. Juan Antonio Vives, tc en su libro “Un hombre que se fió de Dios”, hablando del método amigoniano en la educación de las personas al estilo de Jesús, el joven “es en definitiva el agente principal de la educación. Muchas acciones educativas fracasan cuando no se concede tiempo al alumno para que las valore y anhele. Incluso la medida mejor puede convertirse en perniciosa y paternalista, si el alumno no está en condición de recibirla. En educación no basta con que el educador quiera hacer el bien, es necesario que el educando ansíe y acepte eso mismo como bien. Luis Amigó valora muchísimo los momentos de reflexión por parte del educando. Sabía que sólo el que toma conciencia de su situación, se decide libremente a cambiar”.

En el foyer Kinzala hemos hecho de la joven el agente principal de su formación y además de los cursos de alfabetización y cultura general, educación Primaria y educación Secundaria, se les inicia de forma práctica en la economía doméstica. Se cuenta con espacios para aprender costura y bordado, se cultiva una buena extensión de terreno que pertenece al foyer y se crían animales para el consumo doméstico, así como medio de financiación del propio foyer.

  • Alfabetización y cultura general. Aunque es preferible que las jóvenes hayan terminado la escuela primaria, acogemos en ocasiones algunas que no saben leer ni escribir, puesto que en muchos de los poblados no existen escuelas. A las que toman conciencia de la necesidad de formarse y muestran voluntad por aprender, les facilitamos la educación adecuada a su realidad y posibilidades. Actualmente hay un grupo de 10 jóvenes en este grupo que reciben también cursos de costura. Otras tres jóvenes están estudiando educación Primaria y 32 educación Secundaria.
  • Talleres de costura y bordado. Como acabamos de señalar, a las jóvenes que no han realizado la escuela Primaria, además de los cursos de alfabetización se les imparte una formación práctica, aprendiendo a coser y a bordar, de manera que puedan tener un oficio que les servirá más adelante en sus lugares de origen. Lo que van produciendo (manteles, vestidos, bolsos…) se expone para la venta y el fruto de la misma es fuente de ingresos para el foyer, ayudando así a poder comprar nuevas telas y materiales.
  • Trabajo agrícola. La mayoría de las jóvenes no pueden pagar los gastos del internado en especie. Por ello, cultivan el campo para contribuir a su alimentación diaria. En este momento se están trabajando tres hectáreas para la obtención de los productos de primera necesidad, entre otros: maíz (2 ha.) alubias (media ha.) cacahuetes-maní (2 ha.) y diversas clases de tubérculos (media ha.) y verduras.
  • Cría de animales. Las jóvenes trabajan por turnos, dando de comer a los cerdos, cabras, gallinas… y limpiando las dependencias. Los animales se consumen igualmente para la propia alimentación en el foyer, pero son al mismo tiempo una fuente de financiación. El dinero de la venta ayuda a pagar otros gastos comunes, materiales de costura o realización de diferentes actividades que se organizan, siempre en apoyo de la propia formación de las jóvenes. Todo el mundo lo hace con entusiasmo y alegría.

Durante todos estos años de existencia, han ido pasando por el foyer Kinzala un buen número de jóvenes que han aprendido de la vida y para la vida. La falta de recursos económicos no ha sido nunca freno que impidiese seguir adelante en el deseo de formarse para ayudar a otros. Estas mujeres han sido líderes responsables en sus poblados, en la sociedad; han formado hogares estables y han enseñado a otras mujeres lo que ellas habían aprendido con el sudor de su frente, con el trabajo de sus manos… Experiencia vivida de autosostenibilidad que continúa sirviéndoles para sacar adelante a sus familias, haciendo realidad lo que dice el adagio popular: “Ayúdate y el cielo te ayudará”.

La educación es un derecho pero al mismo tiempo es un privilegio aprender a experimentar que vamos construyendo ese camino de aprendizaje, que pasa por valorar el precio de la formación. La persona que ha trabajado para hacer posible su formación es emprendedora y se adapta a la realidad de la sociedad, buscando siempre alternativas para salir de tantas situaciones en las que el hombre se siente dejado a su propia suerte. Para llegar a ello, la concienciación es una herramienta vital que en el foyer Kinzala ayuda a la joven a tomar conciencia de la realidad y ponerse manos a la obra, participando de lleno en todas las actividades propuestas.

Damos gracias a Dios que acompaña a sus hijos e hijas en todo momento. ¡Todo es gracia!

HNA. VIRGINIE KAZADI THSILANDA, TC

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Más allá de la religiosidad popular: María, Reina de Polonia

Cuando pienso en mi experiencia de Dios, los primeros recuerdos que guardo son de la tradicional Eucaristía dominical junto a mis padres y hermanos. Una vez terminada la Misa, mi padre nos llevaba de la mano delante de la imagen de la Madre de Dios (así le llamamos a María en Polonia, más que “la Virgen”), Madonna Negra, Madre de Dios de Częstochowa, Reina de Polonia, con su rostro serio y dos heridas en la mejilla. Recuerdo que de niña no sabía para qué nos arrodillábamos ante esta imagen sombría y majestuosa, pero parece que a María esto no le molestaba: ella sí que sabe siempre por qué nos mira y señala a su Hijo. Soy la Hna. Alicja Grzywocz, Terciaria Capuchina, polaca, y tengo el gusto de compartir contigo algunas pinceladas de la vivencia de María como Reina de Polonia.

Aunque de Roma a Gniezno -la primera capital de Polonia- hay poco más de 1500 km, la fe cristiana ha tardado casi mil años en llegar a estas tierras eslavas. Nuestro príncipe Mieszko I fue bautizado en el año 966 y la primera iglesia que mandó construir tenía como advocación la Asunción de la Virgen María. Hasta hoy la catedral de Gniezno -que bajo sus muros esconde las ruinas de aquella primera iglesia-  es llamada “madre de las iglesias de Polonia”. Una madre muy fecunda de la que sus hijos habían heredado una veneración muy especial por la Madre de Dios. 

El primer himno de nuestro país fue una oración cantada a la Virgen María. Con ella y el nombre de María en la boca, el ejército polaco iniciaba sus batallas que -entre otros motivos, debido a su ubicación geográfica en el centro de Europa- han sido muy numerosas a lo largo de nuestra historia. Fue en el siglo XVII -también en el contexto de la guerra- cuando el rey de Polonia coronó a la Madre de Dios, llamándola Reina de Polonia. Lo curioso es que casi 50 años antes, la mismísima Virgen pidió ser llamada así. La historia dice, que un jesuita italiano oraba en Nápoles y vio a María vestida como Reina y con el Niño Jesús en sus brazos. El jesuita quiso saludar a la Virgen con un título con el que todavía no había sido venerada por nadie. La Virgen tomó la iniciativa y le dijo: “¿Por qué no me llamas Reina de Polonia? Me encanta este reino y voy a hacer grandes cosas por él, porque un amor peculiar por mí arde dentro de sus hijos”. Los jesuitas -después de examinar cuidadosamente esta aparición y tenerla confirmada por la Iglesia como verídica- hicieron llegar la noticia a nuestro rey que incluso llegó a recibir al citado jesuita, quien caminando llegó a Polonia, el Reino de la Virgen María. En la torre de la iglesia de la Asunción, en la plaza mayor de Cracovia (por entonces, capital de Polonia), se puso una corona en señal de acoger esta petición de la Virgen.

El momento de la coronación más sonado no llegó hasta después de la invasión de Polonia por Suecia y Rusia (conocida como la “inundación sueca”). Un momento clave de esta guerra fue la defensa milagrosa del monasterio de Jasna Góra (La Montaña Clara) en Częstochowa, donde se veneraba el icono de la Madonna Negra. Las crónicas cuentan que un grupo muy limitado de soldados, después de haber pasado la noche en oración ante el icono de la Madre de Dios, defendió a Jasna Góra ya que Ella luchaba con ellos en contra de un ejército mucho mayor. Otras ciudades al oír la noticia, volvieron también a la batalla con ánimo renovado, sabiendo que la Virgen estaba de su parte. La victoria en Jasna Góra y finalmente en todo Polonia, llevó al rey Juan Casimir a coronar a la Virgen como Reina de Polonia y pronunciar sus votos en nombre de todo su reino. La celebración se llevó a cabo en Lviv (hoy Ucrania, pero en aquel momento Polonia) en 1656.

No ha sido ésta la única ocasión en que se ha coronado a María como Reina de Polonia: se ha repetido este hecho más de 50 veces, renovando en diferentes momentos históricos el compromiso que conlleva. Pocos años después de haber recobrado Polonia la independencia (1918) y finalizada la II guerra mundial, tienen lugar dos jubileos muy significativos: en el año 1956 se cumplieron los 300 años desde los votos de Juan Casimir y la coronación de la Virgen como Reina de Polonia y en 1966, los mil años del bautismo de Polonia. El Cardenal Stefan Wyszynski (muy amigo de Juan Pablo II y cuya beatificación será el próximo ms de junio) proclamó  novenas de preparación a dichos jubileos. En 1956 toda la nación renovó los votos ante la imagen de la Madre de Dios de Czestochowa y comenzó la preparación al jubileo del milenio del bautismo, donde una de las iniciativas fue la peregrinación de una copia de la imagen de la Virgen Negra de Czestochowa por las parroquias de Polonia. 

Sobre aquella peregrinación he oído hablar a muchas personas y aunque yo por mi edad no la viví, puedo sentir la importancia de este acontecimiento en Polonia. El contexto era muy poco favorable, ya que el gobierno comunista hacía todo lo posible para ahogar la fe en Polonia. Durante 9 años observaron la peregrinación del icono de la Virgen que cada 24 horas cambiaba de parroquia. La gente adornaba sus casas y calles para la llegada de la Madonna Negra, las multitudes oraban día y noche ante la imagen… Los comunistas veían que todos sus esfuerzos por debilitar la fe eran en vano, ya que la peregrinación de la Madre de Dios de Częstochowa hacía despertar en todos una fuerza muy especial. Finalmente, decidieron arrestar a la Virgen… En 1966, pocos días antes de la celebración del milenio del bautismo de Polonia, bajo el pretexto de un control del vehículo en el que se transportaba el icono, se hicieron con él y llevaron a la imagen a la catedral de Varsovia, impidiendo su paso por las parroquias que todavía iban a recibir a su Reina. Después del jubileo pusieron la imagen en la ventana de la sacristía, asegurada con rejas, y prohibieron que siguiera peregrinando y aunque se volvió a intentar que pudiera seguir realizándose esta peregrinación, una vez más los comunistas se hicieron con la imagen y la llevaron a Częstochowa, donde permaneció 8 años detrás de las rejas, con vigilancia militar. Sorprendentemente, en estos 8 años la peregrinación toma una fuerza todavía mayor: lo que es llevado de una parroquia a otra es… un marco vacío. La gente sigue adornando las casas y calles de sus pueblos, las iglesias se llenan de gente y todos oran ante el marco vacío de la imagen de su Reina “encarcelada” y vigilada. El mensaje es muy claro: la fe nos hace libres, no hay manera de aprisionarla y el pueblo polaco reunido ante el marco vacío del icono de la Madonna Negra, señala a quién quiere servir, a quién pertenece su corazón. 

El monasterio de Czestochowa sigue siendo aún uno de los lugares más importantes de Polonia. Cada año, unas 250.000 personas salen de sus pueblos y ciudades y van caminando hasta la Madonna Negra. La peregrinación más antigua cumplirá pronto 400 años de tradición. Para algunos, son más de 600 km a pie. Para los que viven “de camino” a Czestochowa es una peregrinación de hospitalidad: durante los meses de julio y agosto mantienen las puertas de sus casas abiertas para hospedar de forma gratuita a los peregrinos que van a presentar sus intenciones y pedir la bendición a la Reina. Otros sacan delante de sus casas mesitas con agua, dulces, pan… para reconfortar a los peregrinos. 

¿Por qué la Virgen de Częstochowa y no otra imagen de tantas otras representaciones milagrosas de María que hay en Polonia? Quizás, el pueblo tantas veces herido por las guerras y otros males, ve en el rostro triste y cortado por las cicatrices de la Madonna Negra, una Reina muy capaz de entender y compartir el sufrimiento… Quizás, al mirar este icono recuerda la batalla victoriosa a pesar de la magnitud del enemigo y recobra la esperanza en sus batallas cotidianas. O quizás, la Madre de Dios con el Niño Jesús en sus brazos, inspira una oración de lo más sencilla y confiada: “Madonna, Madonna Negra, qué bueno es ser tu hijo; permíteme Madonna Negra, esconderme en tus brazos”, como dice uno de los cantos. 

Todos los días a las 21,00 horas delante del icono de la Reina de Polonia en Częstochowa, pero también en miles de familias que desde sus casas se unen espiritualmente con Jasna Góra, se reza “Apel Jasnogórski” – “Apelación de la Montaña Clara”. Es una oración para “rendir cuentas” a la Reina del día vivido y pedirle su bendición para la noche y el día siguiente. Suele terminar con una oración cantada: “María, Reina de Polonia, estoy junto a ti, recuerdo, vigilo”. La última vez que pude vivirlo en Czestochowa, después de haber recorrido a pie los 100 km que dista Jasna Góra de mi parroquia natalicia, entendí que quizás más que decir nosotros, como pueblo polaco eso de “estoy junto a ti, recuerdo, vigilo”, es nuestra Reina la que nos lo dice a nosotros. Su presencia en Polonia se respira a cada paso; en ningún momento se ha olvidado de este pueblo que ella misma eligió para ser su Reina y como cada Madre, de día y de noche, está en vilo, pendiente de sus hijos e hijas. 

Donde sea que estés, seguramente tarde o temprano te encontrarás con la imagen de la Madonna Negra, Reina de Polonia, ya que su pueblo la ha llevado siempre consigo… Rézale también como nosotros: “Madonna, Madonna Negra, qué bueno es ser tu hijo, permíteme Madonna Negra, esconderme en tus brazos”. Y ojalá escuches en tu corazón su respuesta:  “estoy junto a ti, recuerdo, vigilo”.

 HNA. ALICJA GRZYWOCZ, TC

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En familia… alegres en el Señor

A dos meses de iniciado el Año “Familia Alegría del Amor”, aceptado con ilusión en muchos rincones del mundo, volvemos nuestra mirada a nuestras experiencias de vida familiar. Descubrimos que hemos vivido momentos muy alegres que nos han hecho disfrutar el trabajo, los descansos, los encuentros…,  hasta hemos aprendido a ser alegres en medio de las dificultades. Unos a otros nos pasamos  esa alegría, esa apertura del corazón que es fuente de felicidad porque “hay más alegría en dar que en recibir” (Hechos 20,35) y es precisamente lo que el Año de la Familia pretende, que crezcamos en la alegría de amar y seamos misioneros de la alegría. Que al finalizar este Año dedicado a la familia, comprobemos  que hemos crecido en la alegría que da el verdadero amor.

Reconocemos  también que en algunos momentos, la tristeza nos ha invadido y hasta hemos contagiado el ambiente de negativismo, de falta de entereza y hasta casi hemos hecho rupturas familiares. El conflicto no puede ser ignorado o disimulado. Ha de ser asumido. Pero si quedamos atrapados en él, perdemos perspectiva, los horizontes se limitan y la realidad misma queda fragmentada (EG 226).

Entremos  hoy a pie descalzo a nuestra realidad, porque es tierra sagrada (Ex 3,5), siempre con la mirada puesta en Dios que es alegre. Este Dios alegre habita en nosotros.

Dios alegra nuestro corazón: “Tú has dado a mi corazón más alegría que cuando abundan ellos de trigo y vino  nuevo” (Salmo 4,7). La alegría nace en el corazón de Dios. Él no es triste ni melancólico. Por tanto, los que amamos a Dios tenemos el mismo sentir y nos regocijamos con Él, “pero alégrense todos los que en Ti confían; “den voces de júbilo para siempre, porque Tú los defiendes,” “en Ti se regocijen los que aman tu nombre” (Salmo 5,11).

Y Dios se alegra en su Creación.  La creación de Dios refleja la alegría del Creador: “Destilan sobre los pastizales del desierto, y los collados se ciñen de alegría” (Salmo 65:12). La Palabra de Dios nos invita a unirnos a ella y alegrarnos con ella, a cantar alegres levantando la voz y aplaudiendo: “Cantad alegres al Señor, toda la tierra” (Salmo 95:1).

Como parte de esa creación, también nos alegramos: “En el Señor se gloriará mi alma; lo oirán los mansos, y se alegrarán” (Salmo 34:2); cantemos con júbilo a la roca de nuestra salvación” (Salmo 95:1).  Con Jesús siempre nace y renace la alegría,  somos liberados del pecado, la tristeza, el vacío interior y del aislamiento (cf. EG 1). San Pablo VI nos decía: “Nadie queda  excluido  de la alegría reportada por el Señor” (Exhort. apost. Gaudete in Domino 22).

El gran riesgo de nuestro tiempo, con su abrumadora oferta de consumo, es la tristeza individualista que brota de un corazón cómodo, donde no hay espacio para los demás, no se escucha a Dios, no se disfruta “la dulce alegría de su amor” (cf. EG 2).

“Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra” (Salmo 100:1). Se trata  de un asunto personal y familiar.

En nuestra casa común que es la naturaleza, herida y maltratada, vive  la familia humana o familia de la humanidad, un nivel más amplio de familia que también experimenta por dentro heridas que la desgarran y desunen.  Por eso, «el desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral» (LS 13).

Las mejores prácticas ecológicas requieren la cooperación de todos y cada uno de los miembros de la familia. El consumismo desmedido que nos afecta hoy, es causa importante de una contaminación de primer orden de la cual todos nos quejamos, sin meditar que cada uno de nosotros, se contamina individualmente, sin medir las consecuencias familiares, grupales y sociales que como entes o individuos  aportamos.

Cada año la ONU nos invita en el Día internacional de la familia, el 15 de mayo, a profundizar uno de los objetivos del desarrollo sostenible. Este año 2021 el tema es el objetivo nº. 13: “Acción por el clima, pone de foco a las familias y las políticas familiares para adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos”.

Nos invita la ONU a prestar atención, entre otras, a las siguientes metas:

  • Mejorar la educación, sensibilización y la capacidad humana e institucional para mitigar los efectos de este cambio climático.
  • Fortalecer la resiliencia y la capacidad de adaptación a los riesgos relacionados con el clima y los desastres naturales en los distintos países.Algunas tareas podrían ser: Consumir lo necesario, disfrutar el aire libre y nuestros espacios libres, nuestras plantas ornamentales, muchas o pocas. Mantener limpios y acogedores nuestros espacios en casa. Merecemos lugares limpios y donde nos encante estar. Utilizar lo necesario, a lo mejor poseemos cosas que otro sí las necesite.

En fin, lo que tenemos mantengámoslo de tal manera que nos sea útil y nos deleite; a la vez, haga sentir bien a otros. ¿Te apuntas? YO ME APUNTO, TE INVITO.

Nos queda de tarea  concretar  acciones para emprender como familia este reto, contagiando a nuestros vecinos a hacer lo mismo, así construiremos familias alegres en el amor cotidiano, disfrutando el espacio donde vivimos. Los vecinos también se sentirán bien; el Papa Francisco nos invita a ser buenos vecinos “el espíritu del vecindario, donde cada uno siente espontáneamente el deber de acompañar y ayudar al vecino (…) se viven las relaciones de cercanía con notas de gratuidad, solidaridad y reciprocidad, a partir del sentido de un “nosotros” barrial (FT nº. 152).

Para concluir, este mismo mes de mayo celebramos Pentecostés. Necesitamos el calor, el fuego del Espíritu para la transformación de las familias. Él trabaja en nosotros para llevar adelante nuestras tareas. Así lo han experimentado muchos orantes. En ellos late una vida diferente, su mirada ve más allá y esto también en nosotros se puede dar.

La primera tarea de los cristianos es mantener vivo el fuego que Jesús ha traído a la tierra, el AMOR. Sin el fuego del Espíritu, la tristeza suplanta  a la ALEGRÍA, la costumbre sustituye al amor. El servicio se transforma en esclavitud. El Espíritu Santo nos hace experimentar la ALEGRÍA conmovedora de ser amados por Dios (Catequesis Papa Francisco, 17-3-2021). Y quien se siente amado, ama y ama con alegría.

HNA. BERTA MARÍA PORRAS FALLAS, TC

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Biodiversidad

Origen del concepto de “biodiversidad” y su conmemoración el 22 de mayo

El cuidado de la creación, no obedece solamente a razones prácticas como compromiso con las generaciones futuras; las razones más profundas son de orden teológico. La creación es la obra del Espíritu Santo y no se puede destruir una obra, sin ofender a su autor (Raniero Cantalamessa. Ven Espíritu Creador)

El tema que hoy nos ocupa es la “Biodiversidad”, expresión que se origina en entornos científicos, pero rápidamente despierta el interés en campos filosóficos, sociales, políticos, económicos y religiosos, quienes se interesan por la conservación de la diversidad biológica, por el temor que causa la pérdida irreversible de los ambientes naturales, poniendo en peligro la base de la existencia humana.

La ONU busca soluciones y en la Conferencia Científica de Naciones Unidas de Nueva York (1949), trata el tema “Conservación y Utilización de los Recursos”, pero su interés se centra en la adecuación de los recursos naturales a las necesidades del desarrollo económico y social, sin ocuparse de su conservación. 

La primera cumbre por la tierra, se dio en la “Conferencia de Estocolmo sobre el medio humano” (1972). En ella se plantea la necesidad de preservar la tierra, la flora, la fauna y los ecosistemas naturales, evitando su agotamiento, con miras al beneficio de las generaciones presentes y futuras. En su declaración, enuncia los principios para la conservación del medio humano, formula recomendaciones para la acción medioambiental internacional y advierte a los gobiernos que deben tomar las medidas necesarias para el control de actividades que puedan provocar daños atmosféricos y sus repercusiones sobre el clima. Para el cumplimiento de su declaración, crea el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente PNUMA, mayor autoridad ambiental a nivel mundial.

El concepto de biodiversidad es el resultado de varios estudios realizados por Thomas Lovejoy (1980), Presidente del Centro de Biodiversidad del Amazonas, profesor universitario y miembro principal de la Fundación de Naciones Unidas, y Norse y McManus (1996), en los que emplean la expresión “diversidad biológica”, al referirse a la variedad de especies, incluyendo la diversidad genética y ecosistémica. Siendo Walter G. Rosen (1985), quien, por primera vez emplea la expresión “biodiversidad” en el Foro Nacional sobre Diversidad Biológica, celebrado en Washington, para hablar de la variedad de la vida en la tierra, a todos  los niveles, desde la genética hasta los diferentes biomas. Expresión que se hace popular en las memorias del evento, publicadas por Edward O. Wilson, profesor de la Universidad de Harvard.

Sobre estos estudios, se apoya la Convención de la Diversidad Biológica, Río (1992).  Estudia los problemas de producción de materiales tóxicos y contaminantes, el agua potable y la producción de energías limpias. Sintetiza el concepto de “Diversidad Biológica” como la variabilidad de organismos vivos de cualquier fuente, incluidos los ecosistemas terrestres y marinos y otros ecosistemas acuáticos y los complejos ecológicos de los que forman parte. Uno de los mayores logros de la convención es el Convenio sobre la Diversidad Biológica, que consigue que el tema de la biodiversidad haga parte de las agendas políticas de los países firmantes, no solo en lo referente al desarrollo, sino en el cuidado ambiental, teniendo en cuenta que el futuro de la biodiversidad depende tanto de los procesos biológicos, como de los procesos socioculturales. Este Convenio es un tratado internacional jurídicamente vinculante, cuyo texto fue aprobado el 22 de mayo de 1992.

Por otra parte, la Cumbre del Milenio, se reúne en septiembre del año 2000, en la sede de la ONU en Nueva York, para aprobar la Declaración del milenio y sus ocho objetivos para trabajar hasta el año 2015 como valores de la ONU: la paz, la seguridad y el desarme; la erradicación de la pobreza; la protección del entorno común; los derechos humanos; la democracia y el buen gobierno; la protección de las personas vulnerables; la atención a las necesidades de África y el fortalecimiento de la ONU.

En esta cumbre, la Organización de las Naciones Unidas el 20 de diciembre de 2000, para conmemorar el día en que se aprobó el Convenio sobre la Diversidad Biológica, declara el día 22 de mayo, Día Mundial de la Biodiversidad, con el propósito de difundir el significado y el valor de la diversidad biológica (especies y ecosistemas) en la vida humana. Fecha señalada como oportunidad para sensibilizar a los gobiernos, los medios de comunicación y el público en general, sobre problemas de interés común, que están aún sin resolver y que precisan la puesta en marcha de medidas políticas concretas.

Muchos son los logros alcanzados por el Convenio de la Diversidad Biológica, en las diferentes cumbres: en Nagoya (2015), el Plan Estratégico para el Decenio 2011-2020, en Cancún (2016) el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y en Kunming (2021) , la Cumbre de la adaptación climática y sus esfuerzos  para acabar con el COVID 19.

Aún quedan deudas pendientes con el planeta, ya que si se daña el ecosistema, este no puede ofrecer el bienestar esperado y aparecen epidemias zoonóticas, relacionadas con enfermedades del ecosistema. La biodiversidad está en peligro y es compromiso de todos protegerla, haciendo uso consciente de sus recursos, generando medidas de protección, pues de ella se reciben a diario innumerables beneficios, con frecuencia, desapercibidos. Por ejemplo:

Las abejas y los colibrís polinizan el planeta: siembra plantas que produzcan flores para que se alimenten. Los bosques regulan la temperatura y las plantas generan oxígeno: siembra árboles, te generarán oxígeno y tu entorno será más fresco. Los arrecifes albergan la cuarta parte de las especies marinas, protegen las costas de las olas, de las tormentas y los tsunamis: cuida las costas y las playas, evita productos desechables, nada de icopor o plástico. Los manglares capturan el dióxido de carbono: protégelos si tienes el privilegio de vivir cerca de ellos.  Muchas gracias.

 

HNA. LIGIA INÉS PÉREZ ARANGO, TC

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11 de Mayo: Hacer memoria y renovar la vida

El 11 de mayo de 1885 en el Santuario “Nuestra Señora de Montiel” (Valencia-España), un pequeño grupo de mujeres se comprometía a vivir la Forma de vida plasmada por el joven capuchino, Padre Luis de Massamagrell y, así, nacía en la Iglesia la Familia religiosa de las Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia.

Desde entonces, en esta fecha y cada año, las Hermanas hacemos memoria de este acontecimiento y lo celebramos con gozo porque lo que ocurrió en ese día, se ha propagado en el tiempo.

La fundación de una Congregación religiosa es algo parecido al nacimiento de un niño que requiere una paciente espera y cuidado por parte de quien le dará a luz y, en realidad, sabemos muy bien cómo el Padre Luis Amigó preparó este momento, no tanto siguiendo sus sueños y proyectos personales, sino manteniéndose atento a los signos que el Señor le enviaba en la cotidianidad de su ministerio que discernía en la oración. 

Celebrar el 11 de mayo, es como celebrar un cumpleaños que une a todas las Hermanas, pero no puede quedarse solo en una fiesta en la que recordamos con emoción los comienzos de nuestra historia y agradecemos al Señor lo que hemos vivido y los testimonios de vida que la historia congregacional nos ha dejado, sino un momento en que reafirmamos nuestro compromiso personal y comunitario para que esta historia continúe y las Hermanas sigamos recorriendo los caminos del mundo, reflejando fielmente con nuestra vida la luz del Carisma recibido del Padre Luis Amigó.

Indudablemente, la renovación comunitaria de la Profesión religiosa que hacemos en este día, expresa nuestro empeño de fidelidad a nuestro compromiso pero, a la vez, nos exige “renovarnos”. El tiempo y nuestras vidas siguen su curso, presentándonos continuamente nuevos retos, por lo que renovar nuestros Votos, no significa únicamente reafirmar lo que prometimos hace unos años, sino comprometernos a dar un nuevo sentido a nuestra respuesta vocacional y hacerlo desde la experiencia vivida, sabiendo que Aquel que un día nos llamó, no retractará su promesa (cf. 2Pe 3,9) y, como el Resucitado, estará con nosotras en los momentos de luz y en aquellos de oscuridad, sosteniéndonos en el camino y dando paz a nuestro corazón.  

Las Florecillas cuentan que, durante el Capítulo de las Esteras, el hermano Francesco se dirigió a más de cinco mil frailes allá reunidos y les dijo: “Hijos míos, grandes cosas hemos prometido, pero mucho mayores son las que Dios nos ha prometido a nosotros; mantengamos lo que nosotros hemos prometido y esperemos con certeza lo que Él nos ha prometido” (cf. Flor. XVIII). Que estas palabras del seráfico Padre san Francisco aporten un toque más de alegría y esperanza a nuestra fiesta y la bendición del Padre Luis, humilde protagonista de aquel 11 de mayo en Montiel, siga acompañando nuestro camino personal y como fraternidad de Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia.

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Día de la madre

A lo largo del mes de mayo, se celebra en muchos países del mundo la fiesta de la madre. El origen de esta fiesta se remonta a un pasado lejano, encontrando ya en la historia de antiguas civilizaciones paganas y monoteístas, signos de fiestas en honor de la madre. Es significativo que en la mayoría de los lugares esta fiesta se celebre en este mes en el cual, en el hemisferio norte del planeta, coincide con el culmen de la primavera cuando, después del invierno largo y frío, brota en la tierra la vida nueva, revistiéndose los árboles y jardines de belleza, con la variedad colorida de las flores y de los primeros frutos.

La fiesta de la madre, que en los lugares de tradición católica se asocia también al mes de María, la Madre por excelencia, reaviva en cada uno sentimientos de afecto y gratitud por la mujer que nos engendró a la vida y nos ha cuidado con amor e indudable sacrificio. La madre juega un papel importante en el proceso de crecimiento del niño y aun cuando éste haya alcanzado plena autonomía personal, ella sigue siendo para él un importante punto de referencia.   

Cada cultura infunde en las personas amor y sumo respeto hacia la madre y la misma Palabra de Dios contiene una gran riqueza de textos que invitan a cultivar estas actitudes hacia ella. “Honra a tu padre y a tu madre, para que vivas una larga vida en la tierra que te da el Señor tu Dios” (Ex 20,12), es un mandamiento del Decálogo que, como tal, orienta la vida social y religiosa del pueblo de Israel y es el único que conlleva una recompensa; hay otros textos que exhortan a observar la enseñanza de los padres (cf. Prov. 6,20), a obedecerles (cf. Ef 6,1-2) y a procurar que nunca les falte el cuidado que merecen (cf. 1Tim 5,4.8).

Pero, quizá, los más entrañables textos bíblicos que hablan de la madre son los que la presentan como el reflejo del mismo Dios: “¿acaso una madre olvida o deja de amar a su propio hijo? Pues aunque ella lo olvide, yo no te olvidaré” (Is 49,15).  

La fiesta de la madre trae a nuestro corazón mil recuerdos llenos de cariño, gratitud y quizá nostalgia para quienes ya la tienen en el cielo. Que este día en honor a las madres, reavive también la certeza del amor de Dios al que siempre llamamos “padre” pero cuya ternura y amor entrañable es como el de una “madre”. 

El Día de la Madre es el momento idóneo para darle las gracias a tu madre por todos los esfuerzos que ha hecho a lo largo de su vida. Solo por ti y por los tuyos. ¡Qué bonito! Aquí dejamos un hermoso poema que nos puede servir, aunque el mejor poema es el que  brota del corazón de cada hijo e hija. ¡Felicitaciones a todas las madres!

 

 

¡Madre tú eres la mejor!

Madre, tú eres la dulzura,

tus manos son la ternura,

que nos brinda protección.

Es la sonrisa tu esencia,

que marca la diferencia

al entregarnos amor.

Nos entibia tu mirada

y la paciencia es tu aliada,

esforzada en tu labor.

¡Tantas noches de desvelo!

tanta lágrima y pañuelo,

¡para darnos lo mejor!

Tantas horas dedicadas

con sonrisas dibujadas

para hamacar mi soñar.

Entre besos, entre abrazos

fuiste creando los lazos

porque tú eres ejemplar.   

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Ramadán y tiempo pascual: camino conjunto como portadores de esperanza

El 13 de abril, para los musulmanes, empezó el mes sagrado del Ramadán, que terminará el 12 de mayo con la el Id al Fitr,  la segunda grande fiesta de la religión islámica. Ramadán es el nombre del noveno mes del año del calendario lunar musulmán durante el cual, según la tradición islámica, Mahoma recibió la revelación del Corán. 

En el espíritu de fraternidad que está soplando por el mundo y que el Papa Francisco ha reavivado con la Encíclica “Fratelli tutti”, la comunidad cristiana ha querido unirse espiritualmente a los seguidores de Mahoma y, a través del  Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, ha enviado «fraternales buenos deseos» a los «queridos hermanos y hermanas” en Abraham, el padre común en la fe.

Los musulmanes viven el Ramadán como un tiempo de  búsqueda y encuentro con Dios a través de la oración, el sacrificio del ayuno y la limosna en favor de los más pobres y esto va en sintonía con el espíritu del tiempo de Cuaresma que, para los cristianos, es el tiempo fuerte de conversión.

Como miembros de la Iglesia y aún más como hermanas franciscanas, estamos invitadas a acercarnos a nuestros hermanos musulmanes y orar para que su empeño religioso contribuya a promover y fortalecer en el mundo la paz y la fraternidad. La historia franciscana deja constancia de que, en una época de gran tensión entre cristianos y musulmanes, de la que las Cruzadas eran una de las más violentas expresiones, Francisco de Asís quiso acercarse a los seguidores de Mahoma con actitud dialogante y sincera y, presentándose humildemente al Sultán como  un enviado  de Dios, causó en él un fuerte impacto y se ganó inmediatamente su veneración y estima. Las fuentes biográficas, al relatar este hecho, subrayan que el Sultán percibió el fervor de espíritu y la santidad del hermano Francisco que no tuvo palabra alguna de desprecio para la persona de Mahoma ni para el Corán y tuvo respeto a las personas, reconociendo en todo la acción de Dios (cf. LM IX, 8).

El Ramadán, tiempo de conversión y la Cincuentena pascual, tiempo de gozo y esperanza por la Resurrección del Señor, son tiempos propicios que convocan a los fieles de estas dos grandes religiones a volver a Dios y a los hermanos y a ser mensajeros de paz y esperanza.  El mensaje del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, haciendo referencia al momento histórico que todos vivimos “en la misma barca”, remando juntos en la tempestad, retoma esta idea afirmando que «durante estos largos meses de sufrimiento, angustia y dolor”, se ha percibido «la necesidad de la asistencia divina y de expresiones y gestos de solidaridad fraterna» y que «nosotros, cristianos y musulmanes, estamos llamados a ser portadores de esperanza para la vida presente y futura, y testigos, constructores y reparadores de esta esperanza, especialmente para aquellos que experimentan dificultades y desesperación”. Como factores adversos a la esperanza, el Mensaje menciona la falta de fe en el amor, la pérdida de confianza en nuestros hermanos, el pesimismo, la desesperación y la presunción, y retomando las palabras del Papa Francisco en «Fratelli tutti» recuerda, que la esperanza, es «una realidad que hunde sus raíces en lo más profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y de los condicionamientos históricos en los que vive … es un anhelo de plenitud que llena el corazón y eleva el espíritu hacia las cosas grandes, como la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor».

Con la alegría y la fe en el Resucitado, nos unimos a nuestros hermanos musulmanes que hacen el Ramadán,  pidiendo al único Dios en quien creemos que nos ayude a abrirnos al Padre de todos, para fortalecer nuestra llamada a la fraternidad y vivir en paz entre nosotros (cf. FT 272).

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Experiencia de vida y servicio en la Pastoral Juvenil Vocacional

Con la alegría que caracteriza este tiempo pascual, celebraremos el próximo 25 de abril la LVIII Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Esta iniciativa de la Iglesia se prolonga en nuestras fraternidades durante todo el año pero este día, la comunión eclesial nos hermana, recordando por medio de esta invitación y mensaje del Papa Francisco que todas tenemos la responsabilidad de anunciar, cuidar, llamar y colaborar en la tarea de la Pastoral Juvenil Vocacional.

Mi nombre es Sandra Milena Velásquez Bedoya; con especial cariño me permito compartir mi experiencia como acompañante y promotora vocacional durante 8 años. Conmemoro  este día con la certeza de que todo cristiano es ya una carta de Dios para el mundo; lo vivo consciente de que todas las facultades y habilidades han de ser prestadas a Cristo de tal manera que se pueda exclamar “¡Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí!” (cf. Gal 2, 20 ), razón por la que estoy profundamente agradecida con todo lo que este servicio le ha aportado a mi opción como Religiosa Terciaria Capuchina.

La Pastoral Juvenil Vocacional, ha sido  una escuela de vida, me ha regalado la posibilidad de crecer en humanidad y de profundizar en la razón de mi llamada. Si alguien me preguntara, ¿qué me motivó a prestar este servicio?, no sólo diría “que la obediencia me ha enviado por medio de mis superiores mayores a ejercerlo”, sino que añadiría además “que me impulsa el deseo profundo de que muchos jóvenes puedan ser tan felices como yo lo he sido”.

Cuando en fraternidad pedimos al Señor que envíe muchas y buenas vocaciones a la Congregación, siempre me quedo pensando interiormente ¡ya no importa la cantidad!,  estoy segura de que cada persona que llega a nosotras, ya sea para quedarse o simplemente para descubrir su lugar en el mundo de cara Dios, es ya la tarea y el don compartido.

Si me preguntaran ¿qué les agradecería a las jóvenes que he acompañado?, sin lugar a duda diría que “su confianza es el mayor regalo que me han hecho en este servicio y a su vez la mayor responsabilidad que he tenido que custodiar con lealtad y respeto”; valoro la historia que con profunda fe y generosidad ponen entre mis manos y esto es lo que más he amado de este servicio; lo bueno que viene con cada persona, la novedad y distinción que ella trae con su experiencia de fe tan genuina y singular.

En estas primeras etapas de formación, disfruto profundamente escuchando a los jóvenes hablar de su experiencia de Dios, de su amor de juventud, de ese amor primero al que muchas de nosotras estamos invitadas a retornar. En las jóvenes, al inicio de su camino de discernimiento, hay tanta autenticidad a ese nivel que a menudo lamento que el tiempo vaya volviendo la experiencia tan uniforme y común.

Este es un servicio que no sólo se hace con dinamismo, creatividad o destreza en tecnologías; ni siquiera, estando a la vanguardia de los jóvenes de hoy. Sí que se requiere un poco de todo eso, pero más aún se requiere acierto, comprensión y amor incondicional en el arte de acoger a cada joven sin prejuicios ni etiquetas que bloqueen la posibilidad de un vínculo saludable, afectivo y efectivo que le permita avanzar en su camino de discernimiento con libertad y conciencia.

Un día, evocando mi propio camino de discernimiento vocacional, recordé un consejo de mi papá; antes debo decir que por algún tiempo él se opuso a mí opción vocacional -por ser hija única-, pero cuando conoció nuestro estilo de vida la valoró mucho. Pues bien, en aquella ocasión mi papá me dijo: “Sandra, yo creo que tú deberías hacer videos vocacionales en donde las niñas vean realmente cómo es la vida de ustedes y se los muestren a sus papás, para que no sean como yo que te hice sufrir tanto cuando me dijiste que querías ser religiosa, porque yo tenía una idea muy distinta de ese estilo de vida”.

Ese día comprendí que  la vida religiosa ha estado muy oculta y que necesitaba abrir sus puertas; por tanto, junto a las hermanas del equipo de PJV de mi Provincia, ideamos un programa semanal llamado: “Las Terciarias Capuchinas te abrimos las puertas de nuestras fraternidades”.  Un espacio sencillo, que ha convocado cada tarde del sábado a muchas de nuestras fraternidades, jóvenes y otros destinatarios de nuestra misión evangelizadora, que además  aprovechando estos medios, han expresado su cercanía y cariño a la Congregación.

Como Hermanas Terciarias Capuchinas hemos podido responder a las inquietudes de los jóvenes, darnos a conocer con sencillez y “sin filtros”, recuperar las historias de nuestras obras y nuestras propias historias vocacionales; sobre todo, dedicar tiempo para ellos, como bien nos anima a hacerlo el Papa Francisco en su Exhortación apostólica post-sinodal Christus Vivit (cf. nº 199). Por tanto, siempre que abrimos la puerta de una nueva fraternidad, revivimos el gozo de sabernos hermanas de todos, de puertas abiertas, dispuestas a acoger a quienes llegan de paso o para quedarse; porque sabemos que cada joven que llega a nosotras se queda con algo de nuestro Carisma y lo expande.  Así, nuestro corazón amigoniano se llena de nombres, presencias y recuerdos.

Finalmente, quiero agradecer este espacio tan nuestro, para compartir mi experiencia personal y  agradecer también el cariño con el que me han apoyado en la misión confiada. El Señor sigue llamando, sigue cautivando más corazones jóvenes y con ellas llega una extraordinaria novedad como promesa para nuestra Congregación; por eso, entreguemos con esperanza y confianza la señal de relevo, para que ellas continúen la carrera por los caminos ya andados por nosotras. Con seguridad, en esos caminos,  hay imborrables huellas de tantas hermanas que han pasado haciendo el bien; personalmente diré, que encontrar en el camino las huellas recorridas, da mucha confianza y también exige mucha responsabilidad.

Sintámonos  bendecidas con todas las jóvenes que llegan a nuestra Congregación, atraídas por el Señor, por su proyecto y por nuestro modo particular de vivirlo en la Iglesia.

HNA. SANDRA MILENA VELÁSQUEZ BEDOYA, TC5

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“Llamada a ser presencia misericordiosa en la experiencia de acompañamiento y atención a los enfermos de coronavirus”

“Si te despiertas por la mañana y ves que todavía estás con vida es que tienes una misión divina que cumplir”.

Este pensamiento que el Señor puso ante mis ojos en un momento difícil y duro de mi vida me acompaña desde entonces cada mañana como una llamada a renovar mi “sí” y entregarme con confianza para realizar esa misión que me confía sabiendo que ahí donde vaya, Él me precede. Tal vez por eso, ante la realidad de la pandemia que con tanta fuerza y dureza nos sorprendió a todos, en ningún momento sentí miedo, sino que al contrario, me sentí feliz y agradecida al Señor por el privilegio de poder estar en primera línea, aun intuyendo que no iba a ser fácil.

Durante mis más de 35 años al cuidado de los enfermos he vivido situaciones duras, difíciles, pero también, y muchas más, esperanzadoras y llenas de vida. Sin embargo, la experiencia de la pandemia nos ha obligado a todos no sólo a replantearnos quizás una manera nueva de entender la vida, sino también una manera nueva de trabajar, afrontar y compartir todo aquello por lo que luchamos cada día para mejorar la salud y la calidad de vida de nuestros enfermos.

Al principio, todo era desconcierto y mucha confusión. Por todas partes nos llegaban nuevas instrucciones, medidas, protocolos… Lo que nos era conocido y dominábamos, se transformó en unas horas y para todos en algo desconcertante, incontrolable, invisible y peor aún, con “sabor y color a muerte”, pero real, pues las camas se iban llenando de enfermos angustiados, asustados, con la impresión de ser arrancados de sus seres queridos y con un gran sentimiento de soledad. Este primer momento donde caen todas las seguridades fue para mí un experimentar la fuerza y la gracia del abandono y confianza en Dios; experimentar que toda nuestra energía se multiplica y se vuelve creativa dejando a Dios actuar a través nuestro. Así es como ocurre el milagro.

Nuestra unidad de cirugía donde los enfermos entran con un problema concreto de salud y salen curados, se convirtió rápidamente en una unidad “Covid” donde nada era programable, ni calculable, ni previsible, ni había respuestas claras para muchas de las preguntas que nos hacían los enfermos. Esta impotencia nos obligó a todos, incluso a los más alejados de Dios, a actitudes de humildad, diálogo, búsqueda común y reconocimiento de que, sin una intervención divina, no íbamos a poder afrontar esa situación.

Si siempre ha sido importante para mí el ocuparme del enfermo en su integralidad, esta ha sido una experiencia en la que con mucha más fuerza y claridad he percibido que ese “salvar vidas” que tanto hemos escuchado no sólo consiste en salvar el cuerpo, sino que también se puede “salvar la vida” acompañando con el cuidado, la misericordia y la ternura de Dios el camino hacia la muerte, como un paso y despertar a una nueva vida en plenitud.

Es a veces muy difícil decir al enfermo con palabras o simplemente con el silencio que la vida se le está escapando y que humanamente va a ser difícil detener ese proceso. Sin embargo, pude experimentar cómo la verdad puede ser fuente de paz y aceptación. Recuerdo un enfermo que me dijo: “Gracias porque es usted la primera que me escucha y sin miedo no me niega la verdad con falsas esperanzas porque yo sé que se me acaba la vida” u otra enferma que me decía: “Perdone que le hable tanto pero cuando una se siente en confianza es más fácil hablar y hablando se pierde un poco el miedo”.

Si el sufrimiento es una experiencia dura, cuánto más lo es cuando se vive en la soledad y lejos de aquellos que más que nunca necesitas tener a tu lado. No se me olvida la expresión de emoción y agradecimiento en la cara de una enferma cuando le entregué la bolsa con cosas que le había traído su hija y, aunque no la había visto, expresó con una inmensa alegría: “¡Mi hija ha estado aquí!”, y al coger la bolsa era como si tuviera a su hija en los brazos. También aquel enfermo que con tanta alegría y orgullo acogía los bollos que su hijo cada día, antes de ir a trabajar, dejaba en la recepción del hospital para el desayuno de su padre.

Acompañar esa soledad ha sido un gran reto en el que en todo momento me he sentido acompañada yo misma por la mano de Dios. En los primeros días, entrando en una habitación me dijo una enferma: “Con toda esa protección que llevan encima les veo a todos iguales y no sé quién es el que entra o el que me cuida”. En ese instante me di cuenta de lo importante que era estar presente junto al enfermo, para quien éramos el único contacto humano, pararse y a través de un silencio, una palabra, un gesto, una mirada, una manera de tocar, de escuchar, de acoger,  ir ofreciendo calidez y humanidad para crear una relación que pudiera llenar, aunque sea un poco, ese vacío y reclamo del corazón. “No hay ternura posible en ritmos acelerados porque la ternura necesita del silencio y de la escucha para gestarse”. El Señor me concedió poder “estar” junto al enfermo y en medio del trabajo, del movimiento y a veces también las prisas, tuve el regalo de escuchar frases como estas: “¿También la veré a usted mañana?”; “La reconozco porque veo sus ojos que siempre sonríen”; “Es usted un ángel para mí” o “He estado pensando en lo que hablamos ayer”…

Junto al cuidado  y acompañamiento al enfermo también tuvimos que afrontar una manera nueva de acompañar a las familias, particularmente en los momentos fuertes y duros de despedida o de duelo en los que éramos el único medio de contacto y en los que tampoco para nosotros era fácil controlar las emociones. Pero una vez más, sentí como privilegio el poder ser transmisora de tanto cariño y entereza a pesar del dolor. Me quedan en el corazón las palabras que me transmitía una hija para que le dijese a su madre que llevaba días entre la vida y la muerte: “Dígale a mi madre que se puede marchar, que desde el cielo seguirá cuidándonos a cada uno y a toda la familia”. Unas horas más tarde, el Señor la acogía en el cielo. Así va actuando el Señor, de manera silenciosa, escondida, misteriosa.

Otra situación dura en la que nunca pensé que sería posible llegar fue, dada la falta de camas disponibles en la UCI, el tener que elegir entre dos pacientes para poder beneficiar de cuidados más técnicos. Después de un largo diálogo para evaluar la situación, acordamos esperar un día más antes de decidir. Pedí con fuerza al Señor que si era posible nos librase de tal decisión. Y allí se produjo el milagro, pues al llegar al día siguiente me informaron que uno de los pacientes había presentado una gran mejoría y el otro se mantenía estable.

Con inmensa gratitud puedo decir que, día tras día, y especialmente en los momentos en que se mezclan el cansancio, las emociones, la incertidumbre, el dolor, ha sido un gran regalo el poder contar con la presencia, la escucha, la comprensión y el apoyo incondicional de mis hermanas de comunidad.

Cuántas veces en situaciones duras, de sufrimiento, de impotencia hemos oído esta pregunta: “¿Dónde está Dios en todo esto?”. Quizás incluso nos la hemos hecho también nosotras. Pero la respuesta no está en las palabras sino en la experiencia de la fe en un Dios que nos ama, sufre con nosotros y se manifiesta acompañándonos con su gran misericordia y ternura. Un Dios que también nos necesita y quiere contar con nosotras confiándonos cada día “una misión divina que cumplir”.

Por todo:  “¡Alabado seas mi Señor!”

M.R.A.R.

(La autora de este artículo es una hermana enfermera terciaria capuchina que desea mantener su anonimato)

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Experiencias alternativas de autosostenibilidad económica en Filipinas

La pandemia originada por el Covid 19 cumple ya un año de presencia en el mundo y parece que aún está lejos su fin, si bien han ido disminuyendo tanto su fuerza como la sorpresa que nos causaba. Ya antes de la pandemia nuestra Congregación, inserta en la realidad del mundo y caminando en los pasos de “avanzada” con la Iglesia, se había replanteado el tema de una economía evangélica, fraterna, sostenible y solidaria.

En la Viceprovincia general “Santa Clara”, la pandemia ha sido sin duda una gran oportunidad para “vivir la profecía de la economía solidaria desde la austeridad, minoridad y el uso adecuado de los bienes, el compartir con los pobres y las exigencias de la justicia social vivida evangélicamente” (cf. XXII Capítulo general, Opción 4).

En este año se ha ido haciendo un proceso de adaptación, aprendizaje y toma de conciencia en el que ha sobresalido la creatividad, la solidaridad y la fraternidad, elementos esenciales para lograr una economía evangélica y sostenible. La creatividad ha surgido ante la necesidad de tenernos que re-inventar la vida ante el cierre de la mayor fuente de ingresos que la Viceprovincia tenía y esto a su vez nos ha reportado:

  • Solidaridad con los pobres, empatía, sentir en la propia piel la incertidumbre de no tener trabajo y lo que esto supone.
  • Re-descubrimiento de nuestras capacidades y habilidades, ha abundado el ingenio, la cooperación y la resiliencia.
  • Nueva forma de percibir nuestra vida religiosa desde una manera diferente de un compartir mutuo con los pobres.
  • Fortalecimiento de nuestros vínculos fraternos, reconocimiento.
  • Constante cuestionamiento por apostar no solamente por la auto-sostenibilidad sino también por el tema ecológico, por el impacto positivo que pueda tener al menos en nuestro pequeño entorno.
  • Hemos descubierto la necesidad de re-pensar el cómo ayudar a sostener las pequeñas economías y a optar por lo “no-branded”.
  • Nuestro entorno apostólico se ha ampliado y de manera inimaginada, todo desde nuestra necesidad.

Entre los proyectos emprendidos citamos:

  1. Venta de comida tradicional y pastelería: “Pick n´eat”.
  2. Total Cleaning: fabricación casera de productos de aseo e higiene que incluye un bio-líquido de aprovechamiento de la corteza de la fruta y otros desperdicios naturales que reducen el impacto químico.
  3. Incremento de huertas domésticas en las diferentes comunidades para el propio consumo.
  4. Creación de una pequeña Granja, aprovechando un terreno de nuestra propiedad, con criadero de peces, pollos, cerdos.
  5. Fabricación de velas
  6. Clases y tutoriales de inglés online

Las fotografías y los videos que aportamos son una muestra gráfica de lo que hemos podido realizar.

HNA. ÁNGELA MARÍA MARTÍNEZ SIERRA, TC