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Experiencia de vida y servicio en la Pastoral Juvenil Vocacional

Con la alegría que caracteriza este tiempo pascual, celebraremos el próximo 25 de abril la LVIII Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Esta iniciativa de la Iglesia se prolonga en nuestras fraternidades durante todo el año pero este día, la comunión eclesial nos hermana, recordando por medio de esta invitación y mensaje del Papa Francisco que todas tenemos la responsabilidad de anunciar, cuidar, llamar y colaborar en la tarea de la Pastoral Juvenil Vocacional.

Mi nombre es Sandra Milena Velásquez Bedoya; con especial cariño me permito compartir mi experiencia como acompañante y promotora vocacional durante 8 años. Conmemoro  este día con la certeza de que todo cristiano es ya una carta de Dios para el mundo; lo vivo consciente de que todas las facultades y habilidades han de ser prestadas a Cristo de tal manera que se pueda exclamar “¡Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí!” (cf. Gal 2, 20 ), razón por la que estoy profundamente agradecida con todo lo que este servicio le ha aportado a mi opción como Religiosa Terciaria Capuchina.

La Pastoral Juvenil Vocacional, ha sido  una escuela de vida, me ha regalado la posibilidad de crecer en humanidad y de profundizar en la razón de mi llamada. Si alguien me preguntara, ¿qué me motivó a prestar este servicio?, no sólo diría “que la obediencia me ha enviado por medio de mis superiores mayores a ejercerlo”, sino que añadiría además “que me impulsa el deseo profundo de que muchos jóvenes puedan ser tan felices como yo lo he sido”.

Cuando en fraternidad pedimos al Señor que envíe muchas y buenas vocaciones a la Congregación, siempre me quedo pensando interiormente ¡ya no importa la cantidad!,  estoy segura de que cada persona que llega a nosotras, ya sea para quedarse o simplemente para descubrir su lugar en el mundo de cara Dios, es ya la tarea y el don compartido.

Si me preguntaran ¿qué les agradecería a las jóvenes que he acompañado?, sin lugar a duda diría que “su confianza es el mayor regalo que me han hecho en este servicio y a su vez la mayor responsabilidad que he tenido que custodiar con lealtad y respeto”; valoro la historia que con profunda fe y generosidad ponen entre mis manos y esto es lo que más he amado de este servicio; lo bueno que viene con cada persona, la novedad y distinción que ella trae con su experiencia de fe tan genuina y singular.

En estas primeras etapas de formación, disfruto profundamente escuchando a los jóvenes hablar de su experiencia de Dios, de su amor de juventud, de ese amor primero al que muchas de nosotras estamos invitadas a retornar. En las jóvenes, al inicio de su camino de discernimiento, hay tanta autenticidad a ese nivel que a menudo lamento que el tiempo vaya volviendo la experiencia tan uniforme y común.

Este es un servicio que no sólo se hace con dinamismo, creatividad o destreza en tecnologías; ni siquiera, estando a la vanguardia de los jóvenes de hoy. Sí que se requiere un poco de todo eso, pero más aún se requiere acierto, comprensión y amor incondicional en el arte de acoger a cada joven sin prejuicios ni etiquetas que bloqueen la posibilidad de un vínculo saludable, afectivo y efectivo que le permita avanzar en su camino de discernimiento con libertad y conciencia.

Un día, evocando mi propio camino de discernimiento vocacional, recordé un consejo de mi papá; antes debo decir que por algún tiempo él se opuso a mí opción vocacional -por ser hija única-, pero cuando conoció nuestro estilo de vida la valoró mucho. Pues bien, en aquella ocasión mi papá me dijo: “Sandra, yo creo que tú deberías hacer videos vocacionales en donde las niñas vean realmente cómo es la vida de ustedes y se los muestren a sus papás, para que no sean como yo que te hice sufrir tanto cuando me dijiste que querías ser religiosa, porque yo tenía una idea muy distinta de ese estilo de vida”.

Ese día comprendí que  la vida religiosa ha estado muy oculta y que necesitaba abrir sus puertas; por tanto, junto a las hermanas del equipo de PJV de mi Provincia, ideamos un programa semanal llamado: “Las Terciarias Capuchinas te abrimos las puertas de nuestras fraternidades”.  Un espacio sencillo, que ha convocado cada tarde del sábado a muchas de nuestras fraternidades, jóvenes y otros destinatarios de nuestra misión evangelizadora, que además  aprovechando estos medios, han expresado su cercanía y cariño a la Congregación.

Como Hermanas Terciarias Capuchinas hemos podido responder a las inquietudes de los jóvenes, darnos a conocer con sencillez y “sin filtros”, recuperar las historias de nuestras obras y nuestras propias historias vocacionales; sobre todo, dedicar tiempo para ellos, como bien nos anima a hacerlo el Papa Francisco en su Exhortación apostólica post-sinodal Christus Vivit (cf. nº 199). Por tanto, siempre que abrimos la puerta de una nueva fraternidad, revivimos el gozo de sabernos hermanas de todos, de puertas abiertas, dispuestas a acoger a quienes llegan de paso o para quedarse; porque sabemos que cada joven que llega a nosotras se queda con algo de nuestro Carisma y lo expande.  Así, nuestro corazón amigoniano se llena de nombres, presencias y recuerdos.

Finalmente, quiero agradecer este espacio tan nuestro, para compartir mi experiencia personal y  agradecer también el cariño con el que me han apoyado en la misión confiada. El Señor sigue llamando, sigue cautivando más corazones jóvenes y con ellas llega una extraordinaria novedad como promesa para nuestra Congregación; por eso, entreguemos con esperanza y confianza la señal de relevo, para que ellas continúen la carrera por los caminos ya andados por nosotras. Con seguridad, en esos caminos,  hay imborrables huellas de tantas hermanas que han pasado haciendo el bien; personalmente diré, que encontrar en el camino las huellas recorridas, da mucha confianza y también exige mucha responsabilidad.

Sintámonos  bendecidas con todas las jóvenes que llegan a nuestra Congregación, atraídas por el Señor, por su proyecto y por nuestro modo particular de vivirlo en la Iglesia.

HNA. SANDRA MILENA VELÁSQUEZ BEDOYA, TC5

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“Llamada a ser presencia misericordiosa en la experiencia de acompañamiento y atención a los enfermos de coronavirus”

“Si te despiertas por la mañana y ves que todavía estás con vida es que tienes una misión divina que cumplir”.

Este pensamiento que el Señor puso ante mis ojos en un momento difícil y duro de mi vida me acompaña desde entonces cada mañana como una llamada a renovar mi “sí” y entregarme con confianza para realizar esa misión que me confía sabiendo que ahí donde vaya, Él me precede. Tal vez por eso, ante la realidad de la pandemia que con tanta fuerza y dureza nos sorprendió a todos, en ningún momento sentí miedo, sino que al contrario, me sentí feliz y agradecida al Señor por el privilegio de poder estar en primera línea, aun intuyendo que no iba a ser fácil.

Durante mis más de 35 años al cuidado de los enfermos he vivido situaciones duras, difíciles, pero también, y muchas más, esperanzadoras y llenas de vida. Sin embargo, la experiencia de la pandemia nos ha obligado a todos no sólo a replantearnos quizás una manera nueva de entender la vida, sino también una manera nueva de trabajar, afrontar y compartir todo aquello por lo que luchamos cada día para mejorar la salud y la calidad de vida de nuestros enfermos.

Al principio, todo era desconcierto y mucha confusión. Por todas partes nos llegaban nuevas instrucciones, medidas, protocolos… Lo que nos era conocido y dominábamos, se transformó en unas horas y para todos en algo desconcertante, incontrolable, invisible y peor aún, con “sabor y color a muerte”, pero real, pues las camas se iban llenando de enfermos angustiados, asustados, con la impresión de ser arrancados de sus seres queridos y con un gran sentimiento de soledad. Este primer momento donde caen todas las seguridades fue para mí un experimentar la fuerza y la gracia del abandono y confianza en Dios; experimentar que toda nuestra energía se multiplica y se vuelve creativa dejando a Dios actuar a través nuestro. Así es como ocurre el milagro.

Nuestra unidad de cirugía donde los enfermos entran con un problema concreto de salud y salen curados, se convirtió rápidamente en una unidad “Covid” donde nada era programable, ni calculable, ni previsible, ni había respuestas claras para muchas de las preguntas que nos hacían los enfermos. Esta impotencia nos obligó a todos, incluso a los más alejados de Dios, a actitudes de humildad, diálogo, búsqueda común y reconocimiento de que, sin una intervención divina, no íbamos a poder afrontar esa situación.

Si siempre ha sido importante para mí el ocuparme del enfermo en su integralidad, esta ha sido una experiencia en la que con mucha más fuerza y claridad he percibido que ese “salvar vidas” que tanto hemos escuchado no sólo consiste en salvar el cuerpo, sino que también se puede “salvar la vida” acompañando con el cuidado, la misericordia y la ternura de Dios el camino hacia la muerte, como un paso y despertar a una nueva vida en plenitud.

Es a veces muy difícil decir al enfermo con palabras o simplemente con el silencio que la vida se le está escapando y que humanamente va a ser difícil detener ese proceso. Sin embargo, pude experimentar cómo la verdad puede ser fuente de paz y aceptación. Recuerdo un enfermo que me dijo: “Gracias porque es usted la primera que me escucha y sin miedo no me niega la verdad con falsas esperanzas porque yo sé que se me acaba la vida” u otra enferma que me decía: “Perdone que le hable tanto pero cuando una se siente en confianza es más fácil hablar y hablando se pierde un poco el miedo”.

Si el sufrimiento es una experiencia dura, cuánto más lo es cuando se vive en la soledad y lejos de aquellos que más que nunca necesitas tener a tu lado. No se me olvida la expresión de emoción y agradecimiento en la cara de una enferma cuando le entregué la bolsa con cosas que le había traído su hija y, aunque no la había visto, expresó con una inmensa alegría: “¡Mi hija ha estado aquí!”, y al coger la bolsa era como si tuviera a su hija en los brazos. También aquel enfermo que con tanta alegría y orgullo acogía los bollos que su hijo cada día, antes de ir a trabajar, dejaba en la recepción del hospital para el desayuno de su padre.

Acompañar esa soledad ha sido un gran reto en el que en todo momento me he sentido acompañada yo misma por la mano de Dios. En los primeros días, entrando en una habitación me dijo una enferma: “Con toda esa protección que llevan encima les veo a todos iguales y no sé quién es el que entra o el que me cuida”. En ese instante me di cuenta de lo importante que era estar presente junto al enfermo, para quien éramos el único contacto humano, pararse y a través de un silencio, una palabra, un gesto, una mirada, una manera de tocar, de escuchar, de acoger,  ir ofreciendo calidez y humanidad para crear una relación que pudiera llenar, aunque sea un poco, ese vacío y reclamo del corazón. “No hay ternura posible en ritmos acelerados porque la ternura necesita del silencio y de la escucha para gestarse”. El Señor me concedió poder “estar” junto al enfermo y en medio del trabajo, del movimiento y a veces también las prisas, tuve el regalo de escuchar frases como estas: “¿También la veré a usted mañana?”; “La reconozco porque veo sus ojos que siempre sonríen”; “Es usted un ángel para mí” o “He estado pensando en lo que hablamos ayer”…

Junto al cuidado  y acompañamiento al enfermo también tuvimos que afrontar una manera nueva de acompañar a las familias, particularmente en los momentos fuertes y duros de despedida o de duelo en los que éramos el único medio de contacto y en los que tampoco para nosotros era fácil controlar las emociones. Pero una vez más, sentí como privilegio el poder ser transmisora de tanto cariño y entereza a pesar del dolor. Me quedan en el corazón las palabras que me transmitía una hija para que le dijese a su madre que llevaba días entre la vida y la muerte: “Dígale a mi madre que se puede marchar, que desde el cielo seguirá cuidándonos a cada uno y a toda la familia”. Unas horas más tarde, el Señor la acogía en el cielo. Así va actuando el Señor, de manera silenciosa, escondida, misteriosa.

Otra situación dura en la que nunca pensé que sería posible llegar fue, dada la falta de camas disponibles en la UCI, el tener que elegir entre dos pacientes para poder beneficiar de cuidados más técnicos. Después de un largo diálogo para evaluar la situación, acordamos esperar un día más antes de decidir. Pedí con fuerza al Señor que si era posible nos librase de tal decisión. Y allí se produjo el milagro, pues al llegar al día siguiente me informaron que uno de los pacientes había presentado una gran mejoría y el otro se mantenía estable.

Con inmensa gratitud puedo decir que, día tras día, y especialmente en los momentos en que se mezclan el cansancio, las emociones, la incertidumbre, el dolor, ha sido un gran regalo el poder contar con la presencia, la escucha, la comprensión y el apoyo incondicional de mis hermanas de comunidad.

Cuántas veces en situaciones duras, de sufrimiento, de impotencia hemos oído esta pregunta: “¿Dónde está Dios en todo esto?”. Quizás incluso nos la hemos hecho también nosotras. Pero la respuesta no está en las palabras sino en la experiencia de la fe en un Dios que nos ama, sufre con nosotros y se manifiesta acompañándonos con su gran misericordia y ternura. Un Dios que también nos necesita y quiere contar con nosotras confiándonos cada día “una misión divina que cumplir”.

Por todo:  “¡Alabado seas mi Señor!”

M.R.A.R.

(La autora de este artículo es una hermana enfermera terciaria capuchina que desea mantener su anonimato)

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Experiencias alternativas de autosostenibilidad económica en Filipinas

La pandemia originada por el Covid 19 cumple ya un año de presencia en el mundo y parece que aún está lejos su fin, si bien han ido disminuyendo tanto su fuerza como la sorpresa que nos causaba. Ya antes de la pandemia nuestra Congregación, inserta en la realidad del mundo y caminando en los pasos de “avanzada” con la Iglesia, se había replanteado el tema de una economía evangélica, fraterna, sostenible y solidaria.

En la Viceprovincia general “Santa Clara”, la pandemia ha sido sin duda una gran oportunidad para “vivir la profecía de la economía solidaria desde la austeridad, minoridad y el uso adecuado de los bienes, el compartir con los pobres y las exigencias de la justicia social vivida evangélicamente” (cf. XXII Capítulo general, Opción 4).

En este año se ha ido haciendo un proceso de adaptación, aprendizaje y toma de conciencia en el que ha sobresalido la creatividad, la solidaridad y la fraternidad, elementos esenciales para lograr una economía evangélica y sostenible. La creatividad ha surgido ante la necesidad de tenernos que re-inventar la vida ante el cierre de la mayor fuente de ingresos que la Viceprovincia tenía y esto a su vez nos ha reportado:

  • Solidaridad con los pobres, empatía, sentir en la propia piel la incertidumbre de no tener trabajo y lo que esto supone.
  • Re-descubrimiento de nuestras capacidades y habilidades, ha abundado el ingenio, la cooperación y la resiliencia.
  • Nueva forma de percibir nuestra vida religiosa desde una manera diferente de un compartir mutuo con los pobres.
  • Fortalecimiento de nuestros vínculos fraternos, reconocimiento.
  • Constante cuestionamiento por apostar no solamente por la auto-sostenibilidad sino también por el tema ecológico, por el impacto positivo que pueda tener al menos en nuestro pequeño entorno.
  • Hemos descubierto la necesidad de re-pensar el cómo ayudar a sostener las pequeñas economías y a optar por lo “no-branded”.
  • Nuestro entorno apostólico se ha ampliado y de manera inimaginada, todo desde nuestra necesidad.

Entre los proyectos emprendidos citamos:

  1. Venta de comida tradicional y pastelería: “Pick n´eat”.
  2. Total Cleaning: fabricación casera de productos de aseo e higiene que incluye un bio-líquido de aprovechamiento de la corteza de la fruta y otros desperdicios naturales que reducen el impacto químico.
  3. Incremento de huertas domésticas en las diferentes comunidades para el propio consumo.
  4. Creación de una pequeña Granja, aprovechando un terreno de nuestra propiedad, con criadero de peces, pollos, cerdos.
  5. Fabricación de velas
  6. Clases y tutoriales de inglés online

Las fotografías y los videos que aportamos son una muestra gráfica de lo que hemos podido realizar.

HNA. ÁNGELA MARÍA MARTÍNEZ SIERRA, TC

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Mujer, regalo de Dios a la humanidad

El hoy san Juan Pablo II, considera central en sus escritos, el papel de la Palabra de Dios para fundamentar antropológicamente la dignidad de la persona mujer. Para tener una visión clara y coherente de lo que el Papa ha dicho en su tiempo acerca de la mujer, es necesario ir a sus  escritos: Mulieris Dignitatem, Redemptoris Mater, la Carta a las mujeres, entre otros.

Este  interés  por la mujer está vinculado a la predilección por María, la mujer perfecta, la mujer madre, la mujer virgen, la mujer de todos los tiempos. Para él, la mujer forma parte de la estructura viviente del cristianismo; afirma que la feminidad pertenece al patrimonio constitutivo de la humanidad y de la misma Iglesia.

Resalta que  el conjunto de dones  femeninos: comprensión,  compasión, intuición, capacidad de sufrimiento… son manifestación del Espíritu.  No se trata de una serie de dones extraordinarios encarnados en mujeres extraordinarias, sino de dones vividos por mujeres simples que los encarnan en la vivencia de lo cotidiano.

La mujer campesina, la mujer empresarial, la mujer política, la mujer madre, la mujer docente,  la mujer consagrada, la mujer…  ha  conquistado en  el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzados hasta ahora. Por eso, en este momento en que la humanidad sufre una transformación tan profunda, las mujeres llenas del espíritu del Evangelio aportan su inestimable contribución.

La decadencia de valores, el permisivismo, el relativismo, la violencia generalizada,  han oscurecido el horizonte y, es precisamente la mujer, la llamada a encender luces  de esperanza, a ser lámpara en el corazón del hogar, llámese núcleo familiar, conventual, o social.

A lo largo de los siglos encontramos mujeres de fe, de esperanza, de amor profundo por su pueblo, Ruth, Rebeca, Esther, Martha, María, la Magdalena, privilegiada al recibir el primer abrazo de la Resurrección y la lista es larga, porque  está la mujer de hoy, la  que se atreve a levantar la voz contra la violencia, la mujer que lleva con amor el peso del hogar, la mujer que llora ante el cadáver de su hijo vilmente asesinado por una violencia que tiene como trasfondo el pecado del dinero fácil, del poder abusivo de unos seres que han dejado de ser humanos para convertirse en fieras, más  fieras que el lobo fiero que un día el manso y humilde Francisco de Asís domesticó con su oración y humildad.

“La mujer se encuentra en el corazón mismo del acontecimiento salvífico. La autorrevelación de Dios, en la inescrutable unidad de la Trinidad, está contenida,  en la anunciación de Nazaret. «Vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo». «¿Cómo será esto puesto que no conozco varón?» «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios (…) ninguna cosa es imposible para Dios»” (cf. MD 3)

El reconocimiento más grande lo hizo Cristo en la Cruz. Mujer, ahí tienes a tu hijo (Jn 19,26). Qué grandeza, qué mensaje a la mujer,  a aquel ser capaz de donarse sin esperar nada a cambio. María, tú eres el prototipo de mujer madre, virgen, consagrada,  humilde, fiel, de fe profunda.

Hoy, 8 de marzo, es el día del reconocimiento a ese ser que paradójicamente parece  tan frágil  siendo  la roca donde todos se apoyan;  capaz de soportar los crueles golpes de una humanidad sin piedad que la explota, la esclaviza, la violenta en la sacralidad de su dignidad.

Esa mujer del oriente y del occidente, del norte y del sur; esa mujer que sin importar el color de su piel siempre lleva el alma blanca, las intenciones puras y el corazón en sus manos para ofrecerlo en la ternura de sus palabras y la  comprensión de una mirada  elevada al cielo en la plegaria del “hágase tu voluntad”, a ejemplo de María, la siempre mujer virgen madre.

¡Felicitaciones a todas las mujeres del mundo, que llevan la paz en su alma y la plegaria en su corazón!

Hna. MARTHA GALVIS MARTÍNEZ, TC

 

        

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Cuaresma de caridad

En el sábado de la IV semana del tiempo ordinario, terminamos de leer y proclamar la CARTA A LOS HEBREOS ¡tantas veces leída, reflexionada, meditada…! Pero como “la Palabra de Dios siempre es viva y eficaz…” (Hb 4,12), ese día me sorprendió “más incisivamente” esta recomendación del autor de la Carta: “No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; esos son los sacrificios que agradan a Dios” (Hb 13,16).

Enseguida recordé otra recomendación del Antiguo Testamento: “Quiero misericordia y no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos” (Os 6,6).

A vueltas con mis pensamientos y estando próxima la Cuaresma me he dicho: “¿No es éste el mejor programa para la preparación a la Pascua? Y con ese convencimiento, lo he compartido con las hermanas.

Pero no queda ahí el “breve y fundamental programa de Cuaresma”. Con propuestas e invitaciones por doquier para conectarnos online: retiros, charlas, coloquios…, ha llegado el Mensaje del Papa Francisco que, en este año 2021, y con la pandemia todavía como telón de fondo, se ha centrado en las virtudes teologales. Con su lenguaje claro y comprometedor, estimulante y esperanzador, va describiendo lo que hoy, como ayer, es primordial en nuestra vida cristiana. De su lectura fui subrayando… ¡prácticamente todo! Pero, de modo particular, esto:

A modo de preámbulo, nos recuerda que “…el itinerario de la Cuaresma, al igual que todo el camino cristiano, ya está bajo la luz de la Resurrección, que anima los sentimientos, las actitudes y las decisiones de quien desea seguir a Cristo”, y, continúa el Papa, “El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1-18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante”.

La virtud teologal de “la FE nos llama a acoger la Verdad y a ser testigos, ante Dios y ante nuestros hermanos y hermanas”. Una Verdad que “es Cristo mismo que, asumiendo plenamente nuestra humanidad, se hizo Camino… que lleva a la plenitud de la Vida”. Es por esto que “el ayuno vivido como experiencia de privación, para quienes lo viven con sencillez de corazón, lleva a descubrir de nuevo el don de Dios y a comprender nuestra realidad de criaturas que, a su imagen y semejanza, encuentran en Él su cumplimiento”, “…quien ayuna se hace pobre con los pobres”.

La ESPERANZA es como agua viva que nos permite continuar nuestro camino…”. En este tiempo de pandemia, hablar de esperanza “podría parecer una provocación”, nos dice el Papa. No. “El tiempo de Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos” (cf. LS, 32-33; 43-44).

En la Cuaresma, estemos más atentos a ‘decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan’ en lugar de ‘palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian’ (FT 223). En el recogimiento y el silencio de la oración, se nos da la esperanza como inspiración y luz interior, que ilumina los desafíos y las decisiones de nuestra misión”.

La CARIDAD es la expresión más alta de nuestra fe y nuestra esperanza”. Quien vive la caridad “se alegra de ver que el otro crece”, y “sufre cuando el otro está angustiado: solo, enfermo, sin hogar, despreciado, en situación de necesidadvivir una Cuaresma de caridad -en el momento actual es- cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19”.                                            Concluye el Papa Francisco su mensaje recordando que “cada etapa de la vida es un tiempo para creer, esperar y amar. Este llamado a vivir la Cuaresma como camino de conversión y oración, y para compartir nuestros bienes, nos ayuda a reconsiderar, en nuestra memoria comunitaria y personal, la FE que viene de Cristo vivo, la ESPERANZA animada por el soplo del Espíritu y el AMOR, cuya fuente inagotable es el corazón misericordioso del Padre”.

Siguiendo mi reflexión, he vuelto la mirada a Francisco de Asís y al Padre Luis Amigó. En los escritos del Poverello encontramos las palabras que dirigió a “todos los fieles” y que comienzan así: “Todos aquellos que aman al Señor con todo el corazón, con toda el alma y la mente, con todas las fuerzas, y aman a sus prójimos como a sí mismos, y aborrecen sus cuerpos con sus vicios y pecados, y reciben el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo, y hacen frutos dignos de penitencia: ¡Oh, cuán dichosos y benditos son aquellos y aquellas que hacen tales cosas y perseveran en ellas! Porque se posará sobre ellos el espíritu del Señor y hará en ellos habitáculo y mansión; y son hijos del Padre celestial, cuyas obras realizan; y son esposos, hermanos y madres de nuestro Señor Jesucristo” (cf. CtaF I,1).

Lo primero que subraya Francisco es el amor y lo suscribe para quienes hicieron de este texto la base de la Orden de Penitencia, cuyo compromiso de conversión llevaba consigo renuncias y el distintivo de un hábito penitencial. Una vida centrada en la propia conversión como camino de unión con Dios y amor creciente a los hermanos a los que ofrece los “frutos dignos de penitencia”, y que no son otra cosa que las Obras de misericordia, acciones concretas de caridad. Las recordamos:

OBRAS CORPORALES DE MISERICORDIA
1. Dar de comer al hambriento
2. Dar de beber al sediento
3. Dar posada al necesitado
4. Vestir al desnudo
5. Visitar al enfermo
6. Socorrer a los presos
7. Enterrar a los muertos

 

OBRAS ESPIRITUALES DE MISERICORDIA
1. Enseñar al que no sabe
2. Dar buen consejo al que lo necesita
3. Corregir al que está en error
4. Perdonar las injurias
5. Consolar al triste
6. Sufrir con paciencia los defectos de los demás
7. Rogar a Dios por vivos y difuntos

 

Su relectura nos centra en la obra que realiza la Iglesia en todo su conjunto: Diócesis, Órdenes religiosas,  Institutos de vida consagrada, Sociedades de vida apostólica, Asociaciones, Cofradías, ONGs, y un largo etcétera. Es estar en la frontera, allá donde están los pobres, todo hombre necesitado.

Y el Padre Luis, en el lenguaje de su época, ¿qué nos dice sobre la penitencia? El recorrido por sus escritos nos permite conocer que hay 242 citaciones al respecto. Él, que a los Terciarios y Terciarias Capuchinos nos imprimió un marcado carácter franciscano-capuchino de penitencia, contemplación, minoridad y fraternidad, considera que san Francisco es perfecto modelo de penitencia para todos los tiempos (cf. OCLA 1288, 1294, 1295); que la cruz, la penitencia y la mortificación hallan su razón de ser en la imitación de Cristo (cf. OCLA 397, 840, 1196, 1201, 1204, 1211, 1505); que los sacrificios, como toda forma de penitencia, tienen por base la caridad (cf. OCLA 1055, 1062, 1719, 1806). Y, lo que dice nuestro Fundador en sus escritos es lo que vivió, como lo atestiguan los testigos en el Proceso ordinario y apostólico de canonización en la Positio Super Virtutibus.

Me invito y os invito a vivir una Cuaresma de caridad.

HNA. MARÍA DESAMPARADOS ALEJOS MORÁN, TC           

 
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Celebremos agradeciendo y honrando

El próximo 22 de marzo celebramos el Día mundial del Agua y el 22 de abril el Día mundial de la Tierra, dos elementos vitales en nuestra existencia.

Sobre ellos, encontramos escritos de toda índole que nos presentan una amplia gama de conceptos, realidades, valoraciones y desafíos. En este contexto me pregunto ¿qué se podría decir que no haya sido dicho? Y viene a mi mente acentuar la forma cómo nos acercamos, contemplamos y actuamos frente al agua y a la tierra.

La Biblia en el capítulo I del libro del Génesis, nos narra cómo fueron formados cada uno de los elementos de la Creación, pero en los versículos 9 y 10 del citado capítulo, nos habla específicamente de la tierra y las aguas: “Dijo Dios acumúlense las aguas de por debajo del firmamento en un solo conjunto y déjese ver lo seco; y así fue. Y llamó Dios a lo seco tierra y al conjunto de mares lo  llamó mares y vio Dios que era bueno”; termina el texto con una expresión muy significativa “vio Dios que era bueno”. Esta frase la encontramos al concluir cada acto creador y nos remite a la relación de lo creado con el Creador, es decir, todas las cosas son buenas porque su Creador es bueno y su bondad se materializa en cada criatura, de ahí que todo esté signado con un sello;  “ser buenos”, esa es su esencia.

Del mismo modo en cada criatura podemos contemplar el bien, lo bueno y transportarnos a su origen, o sea a Dios; así lo comprendió san Francisco de Asís, patrono mundial de la ecología quien llamó a todo cuanto existe “hermano”, “hermana”,  porque procedían de las mismas manos y del mismo amor. Así lo entendieron también los primeros pueblos que habitaron la tierra; en su cosmovisión encontramos una gran riqueza cultural que nos muestra cómo ellos concebían y se relacionaban con el entorno y vemos un denominador común: entre los primeros habitantes (pueblos indígenas) y la tierra hay una relación de simbiosis, de unión filial, de unidad y no de dominación. La tierra es un recurso colectivo y no tiene valor individual, generalmente se sienten hijos de la tierra y para referirse a ella la nombran como madre.

¿Qué nos queda a nosotros hoy, habitantes del siglo XXI? Tomar conciencia de la forma cómo miramos y nos relacionamos con el entorno porque estamos lejos de esa mirada fraterna, hemos aprendido a ver las cosas, las personas, las realidades desde una mirada utilitarista, comercial, hemos aprendido a dominar, acaparar, explotar, pensando egoístamente y buscando siempre el provecho propio; el progreso, las industrias, el consumismo y la contaminación dejan huellas de dolor y muerte en todo ser viviente, poniendo a un lado el valor del cuidado, del respeto y de la solidaridad ecológica y /o fraternidad universal.

El papa Francisco en la encíclica Laudato Sí nos dice que: “El agua potable y limpia representa una cuestión de primera importancia, porque es indispensable para la vida humana y para sustentar los ecosistemas terrestres y acuáticos” (cf. LS 28). Y nos advierte además, que “en muchos lugares la demanda supera a la oferta sostenible, con graves consecuencias a corto y largo término… grandes sectores de la población no acceden al agua potable segura, o padecen sequías que dificultan la producción de alimentos. En algunos países hay regiones con abundante agua y al mismo tiempo otras que padecen grave escasez (cf. LS 28). También evidencia preocupación por “la calidad del agua que afecta a los más pobres, que provoca muchas muertes todos los días y enfermedades relacionadas con la contaminación” (cf. LS 29). De igual manera, otra amenaza contra el agua y la tierra es la tendencia a privatizar convirtiéndolo en mercancía” (cf.  LS 30).

Pero, volvamos la mirada nuevamente a los primeros habitantes y no me refiero a pueblos que ya no existen, sino a aquellos que permanecen en un estado más natural y que luchan por conservar su tierra y sus costumbres;  ellos que viven en armonía con su entorno y en territorios comunes, nos enseñan el carácter sagrado de la naturaleza y su relación con la vida y el modo de sobrevivir.  Nos invitan a acercarnos al agua y a la tierra con una actitud humilde y contemplativa; solo entonces como discípulos podremos aprender de su riqueza aspectos tan necesarios para la vida cotidiana tales como, la capacidad de fluir del agua, fecundar, limpiar y colaborar con otros elementos para ser alimento, medicina y bendición; de la tierra, la firmeza, la capacidad de contener, acoger, proteger, proveer e intercambiar, transformar y dar con generosidad.

La pandemia generada por la Covid 19 ha sido un llamado de atención y una oportunidad para reflexionar sobre el valor de la vida, los vínculos, la naturaleza y las sanas costumbres. Preguntémonos, ¿cómo podemos agradecer al Padre creador el agua y la tierra? ¿De qué modo podemos honrar su existencia? ¿Qué acciones debemos implementar para el uso fraterno y respetuoso de estos dos elementos?

HNA. BILMA NARCISA FREIRE CHAMORRO, TC

 

 
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José con corazón de padre: una misión encomendada

La vida de José transcurría en Nazaret, una pequeña aldea judía, donde todos eran bien conocidos por la misma comunidad  en medio de la realización de las diferentes  tareas laborales, artesanales, agrícolas, religiosas y de compromisos sociales.  José, al igual que todos los jóvenes de su tiempo, ha vivido un proceso de formación,  crecimiento y madurez que lo han orientado en la búsqueda de la realización de su proyecto de vida, hacia la plenitud del amor, según la ley y tradiciones propias de su cultura judía.

Dios, en sus inescrutables designios, elige a José desde siempre para una misión grande, ser el esposo de María y el padre de Jesús durante su vida terrena. Por tanto, entra a participar en el servicio de la economía de la salvación, dotado con las facultades y las gracias especiales para cumplir su misión.

En este tiempo, el Espíritu acontece a nuestro favor como Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia. ¿Cuánta fuente de inspiración y referencia se puede tener desde este gran santo, para la vivencia de nuestra espiritualidad y carisma?  Es por ello que retomamos algunos aspectos de su vida como iluminación a nuestros desafíos.  

1. Defensor y custodio de la vida

Situación crucial que pone a prueba a José. Se había comprometido con María, una joven casta y de profunda fe. Pero un día se enteró de que estaba embarazada. Para protegerla de un vergonzoso escándalo, planeó repudiarla en secreto.  Sin embargo, tras el anuncio en sueños, el ángel le pide que “no tenga miedo de llevar a María como esposa a su casa” (Mt 1:18-21). Con valentía de  hombre, acepta su misión, confía en Dios y toma el desafiante camino de la fe, acoge y abraza a María como esposa y en ella al Hijo que tiene en sus entrañas.

En otro momento, el ángel del Señor le revela a José los peligros que amenazan a Jesús y María, obligándolos a huir a Egipto y luego a instalarse en Nazaret. Con discreción, con humildad, con ternura, con una entrega fecunda y en fidelidad, vive el misterio de este acontecer; en silencio sufre la exclusión, la persecución, la emigración a tierra extranjera, aunque no lo comprende, siempre en sintonía con su Dios y, en actitud de escucha orante, va dando respuesta pronta y asertiva  a las diferentes circunstancias dadas desde el desposorio hasta el episodio de Jesús en el Templo de Jerusalén a los doce años.   

Por lo tanto, José es un referente para vivir nuestro compromiso.

Defender con actitud profética  la vida en todas sus manifestaciones. Ser portadoras de paz y esperanza ante el sufrimiento provocado en las diferentes manifestaciones, situaciones de exclusión y negación de la dignidad humana.

(Cf. Documento final XXII Capítulo general –  1.3. Acciones renovadoras)

 2. En su rol de padre que salvaguarda su identidad en unidad con el ser y el acontecer

Hablar de la vida de José en  Nazaret es hablar de una vida normal, aceptar una historia, una cultura, una familia, unas relaciones; es descubrir que la fidelidad a lo cotidiano es la fidelidad a Dios, es vivir en el anonimato común de la mayoría de las personas de su pueblo, es buscar lo que Dios quiere, hacer proyectos y renunciar a ellos, buscando siempre el proyecto de Dios; es aprender a leer los signos del Reino en el mundo.

Reconocemos en José un hombre religioso, de oración, fiel cumplidor de los preceptos de Dios, quien inicia a su hijo Jesús en la piedad y en las tradiciones religiosas de su pueblo. José, protector de una  familia, descubre por su fortaleza espiritual, grandeza de corazón y capacidad intuitiva,  que en  cada uno de los tres, en esa familia de Nazaret, está el gran secreto de Dios, el misterio del Padre eterno en sus vidas. José, hombre de silencio fecundo, entra en la dinámica de la contemplación y asume con paciencia, asombro y respeto los planes providentes que vienen de lo alto y se hace instrumento dócil al querer de Dios.

Este aspecto humano divino que se percibe en José, es una prioridad  en nuestro ser  de Terciarias Capuchinas, conscientes de que la fidelidad a lo cotidiano es la fidelidad a Dios, que quiere que seamos presencia de Reino. Estamos llamadas a contemplar a Dios abiertas a la novedad de cada día para descubrir, “a través de la fe, su presencia en las personas, en los acontecimientos y en la creación entera” (cf.  Const. 42).

3. Protector de la familia

A José se le ha encomendado el cuidado de la Sagrada Familia y la vivencia del plan de Dios en ella, para llevarla adelante. En su vida familiar se desempeña como un esposo, un  padre, amable, tierno, obediente; propicia la comunión familiar, en el amor, en la ayuda mutua, en una vida de aprendizajes, de sorpresas y preocupaciones familiares como cualquier familia de su tiempo, no solo al interior sino de proyección a sus coterráneos. “Una vez que cumplieron todo lo que ordenaba la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía, se desarrollaba y se hacía cada día más sabio; y la gracia de Dios estaba con él” (Lc 2,39-40).

Del mismo modo, nosotras hemos recibido a través de nuestro nombre el legado de la labor apostólica con la familia y lo  tenemos como prioridad  (Cf. Const. 61).

Conocer y acompañar las diferentes situaciones y realidades de la familia en el entorno de nuestra misión.

San José nos enseñe y acompañe en la respuesta ante las diferentes exigencias propias de la misión encomendada por el Padre Luis Amigó y mucho más ahora, cuando la vida nos confronta frente a la vulnerabilidad y desequilibrio de la sociedad donde estamos inmersas.           

HNA. MARÍA ELENA LOPERA SIERRA, tc

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El dolor puede abrir nuevos horizontes

El 11 de febrero de cada año, la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Enfermo, instituida por el Papa Juan Pablo II en 1992. La fecha tiene una evidente coincidencia con la memora litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes, que la tradición católica venera como mediadora de gracias e incluso de milagros de curaciones; todos los años, el Papa dirige en este día su mensaje no solo a los cristianos sino a todo el mundo y propone una reflexión con el fin de reavivar la sensibilidad del hombre por el mundo del dolor y la enfermedad.  

El Mensaje del Papa para la Jornada del Enfermo de este año, cuyo tema es “La relación de confianza, fundamento del cuidado del enfermo”, pone en evidencia la importancia de las relaciones personales entre el enfermo, su familia y el personal médico que le atiende, porque le permiten vivir la experiencia de la enfermedad sin sentirse solo y abandonado. Por otro lado, reflexionando sobre el sentido del sufrimiento, el Papa hace referencia a Job, ese personaje bíblico tocado por el dolor en su propia carne y en su propio espíritu, subrayando que, a pesar del abandono e incomprensión que sufrió y de los gritos de angustia que elevó hacia Dios, logró reconocer que Él había estado presente a lo largo de toda su vivencia de dolor, devolviéndole después la salud y los bienes perdidos, abriéndose delante de él, un “nuevo horizonte” de vida.

La naturaleza humana no logra percibir la presencia de Dios en el dolor y en la muerte.  La religión cristiana que ha impregnado culturas y tradiciones en todo el mundo, presenta a Dios como un padre bueno y, si bien la pasión, muerte y resurrección de Cristo han revelado la dimensión salvífica del dolor, el cristiano se resiste a asumir que Dios permita el sufrimiento inocente, la muerte prematura, la violencia y todo aquello que pone en peligro la vida. Amenazado y aplastado por el sufrimiento, el creyente también puede dirigirse a Dios invocando su ayuda y la liberación del mal, pero también gritando con ira e incluso, alejándose de Él.

Los seguidores de otras religiones viven el dolor según sus convicciones; algunos logran mantener una actitud pasiva y resignada o sacar de su cuerpo y de su alma las energías positivas que pueden contrastar aquellas negativas que provocan dolor, pero es indudable que, sea cual sea la creencia religiosa, el dolor y la muerte son experiencias duras que hacen correr muchas lágrimas sobre el rostro de quien está enfermo y de sus seres queridos.

Las lágrimas regaron también el rostro de Jesús frente al misterio de la muerte de su amigo Lázaro (cf. Jn 11,32-36) y durante su oración en el Huerto de los Olivos, lágrimas que nos recuerda el autor de la carta a los Hebreos (cf. Hb 5,7), manifestación  de su plena humanidad, enseñándonos  que la fe y la confianza en Dios, que el Hijo seguramente poseía en sumo grado, no son “anestésicos” que reducen o anulan el sufrimiento humano, pero pueden ayudar al hombre a enfrentar el dolor desde la certeza de que Dios no lo abandona. Es el “nuevo horizonte” que la fe abre frente al hombre que sufre, y del cual habla el Papa Francisco en su Mensaje para la Jornada del Enfermo de este año.

El dolor físico y moral juega un gran papel en la formación humana y espiritual del hombre, y la historia revela que todos aquellos que consideramos “grandes” han sido probados en “el crisol” del dolor (cf. Sab 3,6). La fragilidad física debida a la enfermedad, a la oscuridad interior que resta gusto a la vida y a todas aquellas situaciones que conducen al hombre a redimensionar una percepción de sí mismo demasiado alta, lo llevan a reubicarse en su verdad de ser humano, creatura hecha de barro que solo el soplo de Dios puede hacer “grande” (cf. Gen 2,7). El dolor rompe la vasija de barro que lleva en su interior, el espíritu del Creador, pero nunca puede ahogar este mismo espíritu que genera fuerza en la debilidad (cf. 1Cor 1,25) y reviste al hombre de vida nueva (cf. 2Cor 13,4).

En el dolor, Dios actúa y renueva al hombre. La fe cristiana ilumina el misterio del dolor desde la Palabra de Dios y el ejemplo de Cristo pero, muchas veces, incluso personas ajenas al mensaje cristiano encuentran fortaleza en él y descubren algo positivo en su falta de salud o en la limitación que afecta su existencia.

Con relación a esto, recuerdo a un niño que encontré en mi peregrinación a Lourdes. El pequeño, confinado en una silla de ruedas, se encontraba con su madre frente a la Gruta y ella le animó a que rezara a la Virgen para que le devolviera la posibilidad de caminar, correr y jugar a la pelota como sus amigos; para su sorpresa, el chiquito, echando la mirada a su alrededor y viendo a otros niños y adultos postrados en sus camillas, respondió a su madre que iba a rezar para que la Virgen ayudara más bien a esos enfermos porque, al menos, él podía jugar a la pelota utilizando sus manos. Este pequeño, quizá inconscientemente, dio un gran testimonio de cómo la gracia de Dios puede reorientar nuestras exigencias hacia lo verdaderamente esencial y sostenernos en el camino del dolor.

Independientemente de nuestra fe y madurez humana, Dios está siempre presente cuando atravesamos el río del sufrimiento y, discretamente como hace Él cuando entra en relación con sus criaturas, nos sostiene con su mano y no permite que nos hundamos en el mar del dolor y de la muerte. En estas circunstancias, el descubrir su presencia es una experiencia profunda y regeneradora, una inyección de esperanza y fortaleza que abraza también a quienes, con amor, acompañan al enfermo en su sufrimiento.

Lamentablemente, nuestra sociedad tiende a evitar toda experiencia de dolor y todo lo que recuerda la existencia del sufrimiento, que en cualquier momento nos alcanza a todos, y lo que es peor, se atreve incluso a suprimir el dolor, interviniendo violentamente con acciones que apagan la vida y que no son moralmente correctas.

En su Mensaje, el Papa Francisco recuerda que “una sociedad es tanto más humana cuanto más sabe cuidar a sus miembros frágiles y que más sufren, y sabe hacerlo con eficiencia animada por el amor fraterno”; recuerda también  que “la salud es un bien común primario” e invita a los que ocupan cargos de responsabilidad política y social a priorizar la inversión de recursos en el cuidado y la atención a las personas enfermas y estimula a todos a caminar hacia esta meta, procurando que nadie se quede solo, excluido o abandonado.

En sintonía con la encíclica social “Fratelli tutti”, la Jornada Mundial del Enfermo celebrada este año, en plena pandemia, hace un llamamiento a los hombres de buena voluntad a potenciar las actitudes de cercanía a los más frágiles, siendo para ellos, como lo fue el Buen Samaritano, “un bálsamo muy valioso, que brinda apoyo y consuelo”  y exhorta a levantar la mirada hacia Dios para que, como Job, podamos descubrir su rostro manifestado en la fragilidad de los que sufren. Esto reavivará la fortaleza y la esperanza de la humanidad herida. 

HNA. CECILIA PASQUINI, TC

cecilia@terciariascapuchinas.org

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Saber descubrir la verdad que bulle dentro de mi hermana

La Revista Vida Religiosa publicó el pasado 14 de enero un artículo de Dolores Aleixandre, con el título COMPOSTURA, que tal vez no sea ajeno a nosotras y nos puede ayudar a pensar si de verdad vivimos esta misma realidad en nuestra propia persona, en nuestras comunidades. Acabamos de celebrar el 2 de febrero la Jornada de la Vida consagrada y nos parecía interesante facilitar esta reflexión en nuestra página. Vivamos a fondo ese acompañamiento mutuo que estamos trabajando en nuestro Proyecto “Crecimiento y Transformación” y que sin duda nos facilitaría intentar intuir lo que pasa en lo profundo del corazón de quienes viven a nuestro lado, más allá de las apariencias, del cumplimiento de las normas, de esa “compostura” a la que se refiere la autora. A continuación es Dolores Aleixandre la que habla:

“Fui con mi comunidad a un retiro para hacer el proyecto comunitario del año y a las afueras del pueblo en el que estábamos, había un álamo enorme caído junto al camino. Debía haber caído la víspera porque las ramas estaban aún llenas de hojas verdes, aunque el tronco estaba hueco y las raíces al aire. Me ha venido la imagen al oír un comentario sobre la salida de una religiosa joven: “Y a su comunidad le pilló por sorpresa, no habían notado nada que hiciera pensar que estaba en crisis”. La asociación con el árbol caído parece evidente: esa joven religiosa se parecía a un tronco hueco que, al no recibir savia de las raíces, no tenía consistencia y se vino abajo. Punto final, nos quedamos tan anchos.

¿Y si hubiera otras explicaciones posibles, solo que más incómodas? Cómo preguntarnos, por ejemplo, si el tronco vacío no sería esa comunidad, tan miope como para no haber detectado ninguna señal de alarma en uno de sus miembros. Otra variante posible: detectar en nosotros síntomas de esa compostura (hoy sería el “postureo”) que siempre acecha en la vida consagrada: una habilidad generada al amparo de las estructuras que nos permite comportarnos externamente con corrección, según unos “códigos convenidos”, unos hábitos adquiridos, unos horarios cumplidos y unas cuantas frases estereotipadas. Una vida de plástico, adaptada y ordenada, como la cinta estirada que señala la página de las Vísperas de la segunda semana. Eso “por fuera”. Por dentro bulle quizá un mundo paralelo: lo que de verdad pensamos, sentimos y deseamos, oculto en lo escondido de la recámara hasta que un día “sale del armario” y los demás lo ven. Es una posibilidad tan “de siempre”, que el Nuevo Testamento usa el adjetivo dipsichós, “persona de dos mentes”, doble, dividida (St 1,8).

La amenaza se acentúa en la etapa que vivimos, en medio de tantos procesos de reestructuraciones, fusiones y rea-justes en marcha. Inmersos en esa agitación, asoma una pregunta esencial: ¿qué está ocurriendo en realidad con los sujetos reestructurados, reconfigurados, unidos, agrupados, fusionados o rea-justados que somos? Porque lo que de verdad importa con tanto tinglado es si cada uno está recibiendo o no la savia de vida y de sentido que necesita para vivir.

En el encuentro de Zaqueo con Jesús aparece de alguna manera lo de la doblez: «Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres…». Buena ocasión la de comienzo de año para preguntarnos qué está haciendo cada uno con esa otra “mitad” que se reserva. Porque a lo largo de nuestra vida hemos ido seguramente entregando, con edificante compostura, la mitad de lo que somos y tenemos, pero ¿no tendremos allá en lo profundo otra mitad que aún escondemos?

La presencia del Huésped que se cuela en nuestra casa nos hace posible saludar confiadamente a esos “agentes de disminución” que están llamando a nuestra puerta y colándose por nuestro tejado. A poco que consintamos a su trabajo, ellos se encargan de despejar esos rincones de doblez en que nos refugiamos, y nos urgen a entregar también esa otra mitad que tan ávidamente tratamos de retener.

Ojalá nos decidamos a tirarla por la ventana, y con ella también los restos de tanta engañosa y tonta compostura”.

 Dolores Aleixandre – Revista Vida  Religiosa (14 enero 2021)

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Whatsapp ¿qué cambia en sus nuevos términos de privacidad?

¿Cambios en Whatsapp? Esto es lo que en realidad pasa con tus datos, ¿qué cambia en sus nuevos términos de privacidad y a quién afecta?

En realidad, todo es bastante sencillo, aunque el interés por ganar tu atención puede hacer que en algunos sitios se exagere y cause un poco de confusión.

Por eso, voy a intentar explicártelo todo, incluyendo qué aspectos cambian en WhatsApp, qué implica esto para sus usuarios, y por qué si vives en Europa no debes preocuparte por ello. Todo para que si sale el tema alguna vez o tienes alguna duda, puedas tener la mente tranquila.

Qué cambia en las nuevas políticas de privacidad 

En 2014, Facebook compró WhatsApp por 16.000 millones de dólares. Durante el proceso de adquisición, a la hora de recibir los permisos por parte de la Comisión Europea, Facebook aseguró que no tenían una forma fiable y automática de relacionar las cuentas de WhatsApp y Facebook de sus usuarios. Sin embargo, una vez terminada la operación anunciaron que empezarían a combinar estos datos, lo que hizo que la Unión Europea les acusara de proporcionar información engañosa.

Mensajes temporales de WhatsApp: qué son, qué límites tienen y cómo usarlos

La nueva política de privacidad es un nuevo paso en esta dirección, en el que los datos de los usuarios de WhatsApp se compartirán con el resto de servicios de Facebook o Instagram. Se trata de un cambio obligatorio, de manera que los usuarios deben aceptarlos para seguir usando WhatsApp. Si no los aceptan, no podrán usar la aplicación.

Pero aquí viene lo importante, ya que este cambio no se le aplica a usuarios de estados miembros de la Unión Europea. Esto es debido a la normativa europea de protección de datos, la GDPR, que impide que Facebook comparta los datos de WhatsApp con sus otras empresas para su propio interés.

Por lo tanto, si vives en España, Francia, Italia, o cualquier país miembro de la Unión Europea, estos cambios no te van a afectar, por lo que aunque los aceptes, Facebook no va a compartir datos tuyos con el resto de aplicaciones de la empresa.

Compartiendo estos datos, Facebook pretende conseguir tener perfiles más completos de todos sus usuarios unificando la información que le das (y esa que no le das pero recopila igualmente) en todas sus aplicaciones, en un único perfil. Esto le ayudará a dirigir mejor las campañas publicitarias a los gustos personales de sus usuarios, y así ganar más dinero con publicidad más efectiva.

¿Por qué no afecta a países europeos?

Como te he dicho, en 2016 Facebook empezó a combinar algunos datos de sus usuarios de WhatsApp con el resto de empresas, concretamente el número de teléfono. Esto provocó que las autoridades iniciaran una investigación, y Facebook canceló ese tipo de movimientos de forma temporal, pero que todavía hoy sigue en vigor.

De hecho, WhatsApp tiene una especie de subempresa creada únicamente para usuarios europeos, de forma que aquí no tenemos que compartir contenido. En todo el mundo, la app que se usa pertenece a la empresa WhatsApp LLC, mientras que en Europa usamos la de la empresa WhatsApp Ireland Limited. Al tener empresas separadas, a los usuarios europeos se nos pueden ofrecer condiciones y acuerdos diferentes a los del resto del mundo, y que han sido aprobados por la Comisión Europea.

¿Pero qué sucede en América y otros continentes?

Es necesario entender qué es la privacidad de datos, un tema que en Europa se lleva varios años trabajando; a veces no damos la verdadera importancia a nuestros datos en internet, de ahí los malentendidos con la aplicación.

Primero, esto es un legado de la costumbre de Facebook de ser arrogante con nuestros datos personales y atrevida con la forma de usarlos (ya sea la misma compañía o sus socios). No es de extrañar que la gente asumiera que Facebook cambió las políticas de WhatsApp de manera truculenta.

En segundo lugar, la gente ha comprendido que las políticas de privacidad son confusas y que realmente no tenemos poder para hacer que las empresas recopilen menos datos.

Los chats siguen estando a salvo para todos

Una cosa que debes tener clara es que Facebook no puede leer lo que escribes en los chats, por lo que en ningún caso y en ningún lugar se les va a enviar a ellos el contenido de las conversaciones. Esto es así debido a que WhatsApp utiliza lo que se conoce como cifrado de extremo a extremo.

Facebook no puede mirar el contenido de los mensajes o de las llamadas telefónicas porque las comunicaciones de WhatsApp están codificadas. Facebook también dice que no mantiene registros sobre las personas con las que te contactas en WhatsApp, y que los contactos de WhatsApp no se comparten con Facebook.

WhatsApp tiene muchos aspectos positivos. Es fácil de usar y las comunicaciones en la aplicación son seguras. Pero sí, WhatsApp es Facebook; debemos recordar que Facebook es una empresa en la que muchos no confían.

Existen alternativas, como Telegram y Signal, que han recibido un gran número de nuevos usuarios recientemente.

Entender lo que sucede con nuestros datos digitales parece requerir un entrenamiento avanzado en ciencias de la computación y una licenciatura en derecho. Y Facebook, una compañía con montones de dinero y un valor de acciones de más de 700.000 millones de dólares, no explicó o no pudo explicar lo que sucedía de una manera que la gente pudiera comprender.

Si no tienes cuenta en Facebook o Instagram tu WhatsApp seguirá funcionando igual, quizás en el futuro agreguen publicidad en la plataforma, pero si estás fuera de Europa seguramente la nueva política de privacidad fusione tus datos con las dos aplicaciones Facebook e Instagram.

Un debate personal y ético

Ante la negativa de aceptar estas políticas, seguramente deshabilitarán tu cuenta; existen otras aplicaciones alternativas como Telegram o Signal, que hacen la misma función, algo así como la Coca-Cola y la Pepsi. Si consideras que tus datos no son tan importantes, ni tienes cuentas en las redes sociales como Facebook o Instagram, puedes dejar tu cuenta como está y continuar con el servicio.

Al final es una decisión personal. Si me pides un consejo te diría que pruebes a instalar Telegram y aprendas un poco, para no depender de un solo operador; recuerda que nada en internet es gratis, pagamos estas aplicaciones con nuestros datos; allí estas empresas saben lo que nos gusta y lo que no. Para enfocar la publicidad, son esos datos los que venden a grandes multinacionales que luego nos envían su publicidad, pero esto ya sucede con la tele o la radio. ¡Menudo dilema!

Por: Webmaster