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Lectio Divina Segundo Domingo de Adviento

Lectura del Profeta Isaías Is 40, 1-5. 9-11.

“Consolad, consolad a mi pueblo dice el Señor”

Salmo 84: “Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación”.

 

Segunda carta del Apóstol San Pedro 3, 8-14.

Marcos 1, 1-8: Una voz grita en el desierto: Preparadle el camino al Señor,

Durante este segundo domingo de adviento Isaías concreta la misión de todo profeta diciendo: “Consolad, consolad a mi pueblo dice el Señor, hablad al corazón del Hombre”. Y presenta desde la primera lectura de manera intrínseca a Juan; lo va a definir como la voz que clama en el desierto, como el heraldo, el mensajero. Pero a su vez nos va a revelar su doble misión: En un principio, lo vemos como un profeta que emerge en el complicado escenario histórico para brindarnos esperanza, y más tarde como un profeta que demanda un cambio de actitud. Sin embargo, lo más importante es la definición que el profeta y más adelante el evangelista proporcionará de él, explicando la razón de su presencia especial en este momento: «Voz que clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos».

La entrada del precursor, del Mesías en el escenario de la historia es el tema del evangelio de hoy,  Lucas nos conduce por un itinerario muy claro en el que nos presentará la figura de Juan Bautista  a partir de tres referencias directas:

Una mirada al marco histórico en el que Juan comenzó su ministerio (3,1-2ª)

El evangelio es claro, la labor de Juan y Jesús se desarrolla en un contexto histórico concreto, donde las figuras de los gobernantes destacan. A esta estructura de poder dominante de la época se envía un mensajero por eso la intención de este segundo domingo de adviento es advertir que Dios habla a través de su precursor que trae un doble anuncio, como ya lo hemos dicho.  Dios entra en la historia, se pone de nuestro lado en las circunstancias comunes de la vida humana. Los personajes mencionados están vinculados directa o indirectamente con el ministerio de Juan y Jesús; su relación con las autoridades será conflictiva. Una confrontación necesaria pero arriesgada es el encargo que tiene Juan.

Todos sabemos el desenlace cruel de la misión de Juan y sin embargo, el evangelio no promueve la actitud derrotista frente al poder que silencia a los profetas con métodos violentos. La mención de estos personajes que ejercen poder destructivo busca transmitir una buena noticia: no estamos completamente entregados a los poderes históricos, ya que la última palabra sobre el destino del mundo la tiene Dios, el Señor de la historia. Con la llegada de Jesús, cuyo camino prepara Juan Bautista, Dios rompe el ciclo de hierro y el curso inamovible de las fuerzas históricas que oprimen al ser humano acaparándolo todo ya lo veremos más a fondo en el III Domingo de adviento. Por tanto, Jesús y el último de los profetas entran en escena estrechamente ligados a esta historia.

La presentación de la vocación del profeta (3,2)

Juan es la voz que grita en el desierto y vale la pena detenernos para retomar este simbolismo: El “desierto” nos remite a los orígenes del pueblo de Israel en el éxodo e incluso nos devuelve a los comienzos de la historia misma. El desierto evoca aridez, soledad, anonimato, miedo, carencia, falta de esperanza. En él nos rozamos con la muerte. El desierto es el lugar donde si uno grita nadie lo escucha; donde si uno se desvanece agotado sobre la arena, no hay quien se ponga a su lado.

¿Qué significa entonces escuchar la voz de Dios en el desierto, para proclamarla también en el desierto? Significa que debemos oír lo inaudible y pregonar lo indecible, sobreponernos a todos los impedimentos que quieran frustrar nuestra misión y silenciar nuestro anuncio.

Y finalmente un resumen de lo esencial de la misión profética de Juan (3,3-6)

Nuestros tiempos no son distintos a los de Juan, seguimos teniendo la honda necesidad de la conversión, y convertirse significa devolverse para desandar los pasos en falso y afirmar nuestras pisadas por la senda correcta. Juan Preparó el camino del Señor, más con su vida que con sus palabras, esforzándose por no caer nunca en la autoreferencialidad y dándole a Jesús el lugar que le correspondía, primero en su propia vida y luego en la historia. Preparar el camino es dejarlo todo dispuesto para los que, por ese mismo camino, llegarán al esperado destino, y esto debería hacernos reflexionar. ¿De qué modo estamos transitando esta senda, que es la vida misma? ¿A otros, nuestras huellas les servirán de referencia para llegar a un único destino, que es el amor?, o por el contrario, ¿nuestras huellas les harán recorrer caminos confusos y equivocados? Sabemos discernir ¿Cuál es el camino a seguir, o vamos a tientas por la vida? Dios no aplaza sus promesas, como lo hemos escuchado en la segunda lectura   vino a nuestra tierra, a nuestra historia, a nuestra familia. Un Salvador vino, y seguirá llegando. ¿Qué tan honda es nuestra certeza y bajo qué presencias cotidianas reconocemos al Dios con nosotros?

Agradezcamos estas presencias y validémoslas en nuestra propia historia. ¡Maranatha!

 

Hna. Sandra Milena Velásquez B, tc

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Lectio Divina, primer domingo de Adviento.

Isaías 63,16b-17.19b; 64,2b-7: ¡Ojalá rasgaras el cielo y bajaras!

Salmo 79: Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve

1 Corintios 1,3-9: Aguardamos la manifestación de Jesucristo

Marcos 13,33-37: Velen, mientras llega el dueño de la casa

Hoy iniciamos un nuevo año litúrgico y con el renovamos el entusiasmo y la esperanza.

¿Qué palabra puede definir mejor el adviento que la esperanza?

¿Quién no ha sentido que la liturgia de adviento es un aire renovador que impregna nuestro corazón de gozo y consuelo?.

En la liturgia de este Primer domingo de Adviento empezamos situándonos cerca del final del libro de Isaías, que es una recopilación de oráculos de varios profetas a lo largo de la historia de Israel. El pasaje que leemos hoy pertenece al «Tercer Isaías» (Is 56-66), quien vivió en un momento difícil de reconstrucción después del exilio, lo que se refleja en sus palabras llenas de emociones intensas, incluso llanto.

Isaías expresa en la primera lectura un grito de expectativa, un anhelo, un deseo profundo y sentido desde lo más íntimo de su corazón. ¡Ojalá rasgaras el cielo y bajaras! El representa el anhelo más profundo del pueblo de Israel, de ser habitados por el Mesías, pero también la voz del profeta es reveladora y cuestiona la doble moral de un pueblo que espera y que, mientras lo hace, no prepara el camino para su llegada;  contaminado de injusticia, un pecado totalmente despreciable a los ojos de Yahvé, porque va en contra de la ética del pueblo, del pacto en el Sinaí, de la promesa de ser el pueblo de Dios, va en contra de la alianza, no sólo pactada con Él, sino aún más entre ellos mismos.

Este tinte escatológico de la primera lectura nos pone en modo alerta, sobre todo si reconocemos que somos ese mismo pueblo suyo, el de la alianza y que sorteamos a menudo nuestras opciones de conciencia deseando su presencia en nuestra vida y trasgrediendo el compromiso de unidad y justicia que hemos pactado.

Las últimas palabras del profeta Isaías actualizan las primeras páginas del Génesis. Destacan la figura de Dios como Padre, creador y restaurador de la vida: «Tú, Señor, eres nuestro Padre»… «Tú, Señor, sigues siendo nuestro Padre». Esta imagen renueva la esperanza. La llegada de Dios también requiere disposición para acercarse a Él. La oración que reconoce el dolor, busca perdón y canta la esperanza es el camino para encontrarlo. Surge del corazón con la certeza de que Dios se interesa profundamente en nuestra situación y vendrá a nosotros, como lo ha hecho en el pasado. Este pasaje tiene implicaciones en el Nuevo Testamento. El nacimiento de Jesús en Navidad cumple la profecía de Isaías: los cielos se abren y, en Jesús, Dios se encuentra con la humanidad. Él vendrá nuevamente al final de los tiempos, como Jesús les hace saber a sus seguidores en la parábola del Evangelio.

El salmista interviene clamando la restauración y con humildad invoca a Dios Diciendo:  “Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

La segunda lectura tomada de la primera carta de los Corintios nos recuerda que Dios es fiel y que al llamarlos a la comunión con su Hijo nos quiere irreprochables en el amor, asegurándonos que no carecemos de ningún don para lograr esa comunión. Como nos decía Benedicto XVI en su encíclica Dios es amor, “El amor puede ser mandado porque antes ha sido dado”. (14)

 Finalmente, Marcos en el Evangelio nos recuerda que preparar la llegada del Señor requiere una actitud permanente de vigilancia porque no sabemos el día ni la hora.

El verbo «velar» aparece en la parábola sumando un total de cuatro repeticiones de este término. Pero, ¿Qué implica exactamente el mandato de Jesús de «velar»? El término griego «gregoreo» significa principalmente «estar despierto». Sin embargo, esto no quiere decir que los discípulos no puedan dormir (físicamente sería imposible), en este contexto, los discípulos deben estar alerta y atentos para reconocer la venida del Señor en un momento incierto.

Existe un llamado de atención hacia algo más profundo. El no estar durmiendo puede expresarse de esta manera: debemos estar atentos en la oscuridad de la historia, con toda nuestra existencia concentrada en el seguimiento de Jesús si deseamos presenciar la llegada del Reino, pues podemos correr el riesgo de olvidarnos de él y de sus enseñanzas, ya que no está presente de manera visible. Los siervos «vigilantes» son aquellos que están siempre preparados para recibirlo y responder.

Ojalá el Señor nos encuentre despiertos y dirigiendo la porción que nos ha encomendado con amor, dignidad y justicia. Que nuestras obras más que nuestras palabras reparen todos los signos de dolor, contradicción e injusticia que hay en nuestro mundo, aquellos que nosotras mismas hemos provocado y aquellos que, aunque no hayamos provocado, podemos reparar. No olvidemos que como Francisco de Asís y Luis Amigó, conscientes de su misión, estamos llamados a ser operantes, proactivos y propositivos, y sobre todo a escuchar la voz del Señor que por medio de la fuerza de su espíritu inspira cada una de nuestras palabras y acciones.

¡Celebremos la esperanza que nos llena de certeza y nos impulsa a seguir adelante! El Adviento nos invita a renovar nuestra confianza en la salvación que está por venir, a liberarnos del desencanto y a esperar con alegría la llegada del Señor. A través de la escucha orante de la Palabra, dejemos que nuestra oración nos lleve a clamar: «¡Ven, Señor Jesús!»

Hna. Sandra Milena Velásquez Bedoya

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Saboreando pentecostés a la luz de las sagradas escrituras

Cuenta el libro de los Hechos de los Apóstoles que Pablo encontró cierta vez en Éfeso un grupo de cristianos desconocidos. Algo debió de resultarle raro porque les preguntó: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando comenzasteis a creer?” La respuesta fue rotunda: “Ni siquiera hemos oído que hay un Espíritu Santo”. Si Pablo nos hiciera hoy la misma pregunta, muchos cristianos deberían responder: “Sé desde niño que existe el Espíritu Santo. Pero no sé para qué sirve, no influye nada en mi vida. A mí me basta con Dios y con Jesús”. Esta respuesta sería sincera, pero equivocada. Las palabras que acaba de pronunciar las ha dicho impulsado por el Espíritu Santo. Tiene más influjo en su vida de lo que él imagina. Y esto lo sabemos gracias a las discusiones y peleas entre los cristianos de Corinto.

La importancia del Espíritu (1 Corintios 12,3b-7.12-13)

Los corintios eran especialistas en crear conflictos. Una suerte para nosotros, porque gracias a sus discusiones tenemos las dos cartas que Pablo les escribió. La que originó la lectura de hoy no queda clara, porque el texto, para no perder la costumbre, ha sido mutilado. Quien se toma la pequeña molestia de leer el capítulo 12 de la Primera carta a los Corintios, advierte cuál es el problema: algunos se consideran superiores a los demás y no valoran lo que hacen los otros.

La sección suprimida en la lectura (versículos 8-11) describe la situación en Corinto. Unos se precian de hablar muy bien en las asambleas; otros, de saber todo lo importante; algunos destacan por su fe; otros consiguen realizar curaciones, y hay quien incluso hace milagros; los más conflictivos son los que presumen de hablar con Dios en lenguas extrañas, que nadie entiende, y los que se consideran capaces de interpretar lo que dicen.

Pablo comienza por la base. Hay algo que los une a todos ellos: la fe en Jesús, confesarlo como Señor, aunque el César romano reivindique para sí este título. Y eso lo hacen gracias al Espíritu Santo. Esta unidad no excluye diversidad de dones espirituales, actividades y funciones. Pero en la diversidad deben ver la acción del Espíritu, de Jesús y de Dios Padre. A continuación de esta fórmula casi trinitaria, insiste en que es el Espíritu quien se manifiesta en esos dones, actividades y funciones, que concede a cada uno con vistas al bien común.

Además, el Espíritu no solo entrega sus dones, también une a los cristianos. Gracias al él, en la comunidad no hay diferencias motivadas por el origen (judíos – griegos) ni por las clases sociales (esclavos – libres).

En definitiva, todo lo que somos y tenemos es fruto del Espíritu, porque es la forma en que Jesús resucitado sigue presente entre nosotros.

¿Cómo comenzó la historia? Dos versiones muy distintas.

Si a un cristiano con mediana formación religiosa le preguntan cómo y cuándo vino por vez primera el Espíritu Santo, lo más probable es que haga referencia al día de Pentecostés. Y si tiene cierta cultura artística, recordará el cuadro de El Greco, aunque quizá no haya advertido que, junto a la Virgen, está María Magdalena, representando al resto de la comunidad cristiana (ciento veinte personas según Lucas).

 

Pero hay otra versión: la del evangelio de Juan.

La versión de Juan 20, 19-23

Muy distinta es la versión que ofrece el cuarto evangelio. En este breve pasaje podemos distinguir cuatro momentos: el saludo, la confirmación de que es Jesús quien se aparece, el envío y el don del Espíritu.

El saludo es el habitual entre los judíos: “La paz esté con vosotros”. Pero en este caso no se trata de pura fórmula, porque los discípulos, muertos de miedo a los judíos, están muy necesitados de paz.

Esa paz se la concede la presencia de Jesús, algo que parece imposible, porque las puertas están cerradas. Al mostrarles las manos y los pies, confirma que es realmente él. Los signos del sufrimiento y la muerte, los pies y manos atravesados por los clavos, se convierten en signo de salvación, y los discípulos se llenan de alegría.

Todo podría haber terminado aquí, con la paz y la alegría que sustituyen al miedo. Sin embargo, en los relatos de apariciones nunca falta un elemento esencial: la misión. Una misión que culmina el plan de Dios: el Padre envió a Jesús, Jesús envía a los apóstoles. [Dada la escasez actual de vocaciones sacerdotales y religiosas, no es mal momento para recordar otro pasaje de Juan, donde Jesús dice: “Rogad al Señor de la mies que envíe operarios a su mies”].

El final lo constituye una acción sorprendente: Jesús sopla sobre los discípulos. No dice el evangelistas si lo hace sobre todos en conjunto o lo hace uno a uno. Ese detalle carece de importancia. Lo importante es el simbolismo. En hebreo, la palabra ruaj puede significar “viento” y “espíritu”. Jesús, al soplar (que recuerda al viento) infunde el Espíritu Santo. Este don está estrechamente vinculado con la misión que acaban de encomendarles. A lo largo de su actividad, los apóstoles entrarán en contacto con numerosas personas; entre las que deseen hacerse cristianas habrá que distinguir entre quiénes pueden aceptadas en la comunidad (perdonándoles los pecados) y quiénes no, al menos temporalmente (reteniéndoles los pecados).

José Luis Sicre

 

ORACIÓN EN PENTECOSTÉS

Espíritu Santo, Tú habitas en nuestro corazón y consagras todo lo que es. Haznos tu nueva humanidad.

Eres Dios vivo, en quien creo y en quien espero. Nos humanizas para que podamos comulgar en tu divinidad.

Creo en Ti… Dios que amanece la vida en cada instante.

Creo en Ti… Dios que manifiestas tu poder en la ternura y la fragilidad.

Creo en Ti, Dios amor que te revelas en la mirada franca, en la sonrisa alegre, en las lágrimas y los sollozos, en el silencio y en el abrazo.

Creo en Ti, Dios que te nos muestras en los ojos que sueñan, en el pecho conmovido, en las manos abiertas, en los brazos dispuestos, en el rostro indignado y vivo.

Quiero vivir consciente en tu presencia; en el gozo y en la pena, en el esfuerzo y en el cansancio, en la certeza y en la duda, en las adversidades y en la fiesta, en cada nacimiento y en cada duelo.

Quiero vivir conscientemente este presente que me estás regalando.

Contigo, por Ti y en Ti, quiero ser quien soy.

Te amo y quiero que me muevas a amar libremente a los demás. Te amo y quiero amar con tu amor, a cada criatura y a toda la Creación.

Cuando me irrite, sosiégame. Con quien me exaspere, hazme sentir paciencia y empatía.

Regálame ser don y bendición para la persona con la que me encuentre, a quien ya quiero, concédeme amar en gratuidad, no depender ni pretender poseer.

Que nos dejemos amar y sepamos recibir con gratitud de los demás.

Líbranos de la desconfianza y el miedo. Líbranos de toda dependencia y adicción, de toda mentira y crispación. Cúranos de la ceguera que nos impide darnos cuenta de que nos une la fraternidad.

¡Líbranos de seguir buscando saciar nuestro propio «yo»! ¡Líbranos de la búsqueda compulsiva del confort individual!

Despiértanos para que seamos conscientes de que somos comunidad. Que anhelemos con pasión el bien común. Aviva en cada persona la generosidad para darse y para dar. Que cada quien cuide con esmero de los demás.

Llena de Ti el corazón de toda la humanidad.

Disipa los miedos y desvanece el rencor. Que soñemos con fuerza el reinado de la Vida.

Espíritu Santo, consagra a toda la creación y haznos tu nueva humanidad.

Espíritu Santo: Sé que me habitas y que habito en Ti…

Algunas veces, he llegado a sentirlo, como si fuera más consciente… Algunas veces he vislumbrado comprenderlo, como más lúcidamente… Muchas veces, ni siento, ni entiendo, ni siquiera me acuerdo que estás en mí y que estamos en Ti… Pero creo… creo en Ti, Espíritu Divino de la Creación…

Creo, porque quiero creerle más y más a Jesús, que me reveló tu presencia viva y discreta en todo lo que es… Creo, cada vez más, que no se trata de mí, ni de que yo tenga vida, sino de Ti en todo y de que me regalas ser parte de la Vida.

Por eso; quiero iniciar esta y cada semana, este y cada día, este y cada instante de mi historia; invocándote y evocándote. ¡Acepto feliz que llenes mi cuerpo, mi intelecto, mi afecto, y hasta lo más silencioso de mi espíritu!

Gracias por cada sensación, por cuanto percibo y capto. Gracias por cada sentimiento y cada emoción, por cuanto vivo y expreso. Gracias por cada recuerdo, cada idea, cada momento de comunicación. Gracias por cada rostro que habita en mi corazón. Gracias por el silencio, cada vez más lleno de tu divino amor.

Deseo dejarme mover por tu acción. Deseo fluir, no pasiva ni resignadamente sino confiadamente, atentamente, felizmente.

Deseo liberarme de cualquier necesidad y deseo, desapegarme y soltar, decir «adiós» sin aferrarme pero saber darme y siempre amar.

Te consagro mi ser, y que quiero que llenes a las personas con las que comparto esta historia.

Deseo que reines en toda la creación y que seamos más y más, humanidad consciente de tu amor que une sin fundir, que anima sin someter, que ilumina sin deslumbrar, que da vida dándose y sin dejar de amar.

¡Gracias, Espíritu Santo! ¡Gracias y amén con toda la humanidad!

Rogelio Cárdenas

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125 Años dando vida Segorbe-Castellón

La conmemoración se ha celebrado con la organización de diversos actos que han tenido su máxima en la celebración Eucarística que ha tenido lugar esta mañana en la S. I. Catedral de Segorbe y que ha estado presidida por el Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón, Mons. Casimiro López Llorente. En la misma han participado también los párrocos de Santa María, San Pedro, en Segorbe, el de San Miguel Arcángel de Altura, y el secretario del Obispo. También de así como la Hermana Provincial, junto a las Hermanas Terciarias Capuchinas de Segorbe y las autoridades locales, con la Alcaldesa a la cabeza, como máxima representante de las mismas, así como feligreses de las parroquias segorbinas y demás representantes de Cofradías, movimientos y asociaciones eclesiales

En la homilía,  el Sr. Obispo ha tenido palabras de agradecimiento a la labor que durante más de un siglo vienen realizando las hermanas en pro y en beneficio de los más necesitados. D. Casimiro, gran conocedor de la Iglesia que pastorea, ha realizado un breve repaso por su historia, y ha recordado cómo comenzaron su andadura y su servicio en nuestra Diócesis. Por ello, hoy nuestro Obispo ha dado «gracias a Dios por el servicio prestado desde entonces por la Casa de Nuestra Señora de la Resurrección, poniendo en valor el sacrificio de las hermanas por tantas niñas y niños, huérfanos y vulnerables». Una vida, ha dicho, «que brota del Misterio Pascual a través de vosotras, queridas hermanas, que durante tantos años habéis trabajado dando vida»..

En ellas se muestra, a lo largo de todos estos años, el rostro del mismo Jesucristo «acogiendo a tantos necesitados, acompañándoles y sanándoles de sus heridas, y haciéndoles sentir la cercanía, la misericordia y la compasión de Dios», que por otra parte, ha recalcado nuestro Obispo, «es la tarea encomendada a nuestra Iglesia». Y en este sentido, la celebración lo ha sido de acción de gracias «por los múltiples frutos que se han derivado a través de vosotras en estos niños y niñas, gracias. A la presencia del Señor en vosotras».

D. Casimiro no es ajeno tampoco a los dones de tantas personas de Segorbe que en este trayecto han acompañado a las Hermanas «en su labor y misión en el pasado, pero también en el presente a través de la Asociación de Amigos de Fray Luis Amigó».

La conmemoración, ha dicho el Obispo, «ha de servir para recordar el origen, sin olvidar la duras pruebas, pero sobre todo, para vivir el presente poniendo la mirada en el futuro haciéndolo desde la Palabra de Dios» que se ha proclamado hoy que ha mostrado a Jesús «como la resurrección y la vida, mostrándonos que Él es el camino, la verdad y la vida: verdadero Dios y verdadero hombre». Y ha recordado la celebración litúrgica de ayer de la Anunciación del Señor y el Misterio de la Encarnación.

Cristo Jesús, fuente de vida, a través de las Hermanas Terciarias Capuchinas «de vida y llegue a los más necesitados, a aquellos que el Señor va a seguir poniendo en vuestras manos». Y así ha recordado el importante papel de la Iglesia en favor de la vida desde siempre, antaño por los huérfanos y hoy, «en este estado del bienestar nadie lo va a hacer como vosotras, consagradas a Dios, en Cristo para servir a los más necesitados y acueducto del agua que brota del amor de Dios». Y así, a través de la cercanía que muestran, «cada joven, cada adolescente, sienta la cercanía misma de Dios y su misericordia». Y es que ellas, ha valorado D. Casimiro, a pesar de su voto de castidad, sienten «como Madres desde las mismas entrañas y actúan como tal dando amor y mostrándolo ante aquellos que el Señor ponga en vuestras manos».

De esta forma las ha exhortado a seguir poniendo «la confianza en el Señor que es el único capaz de dar vida, luz, esperanza y aliento en nuestro caminar» refiriéndose a que éste es su presente y que «en manos de Dios» está su futuro, «porque Él nunca nos abandona». Ellas, igual que todos los que formamos el Pueblo de Dios de Segorbe-Castellón, ha concluido el Obispo, están «llamadas, en este Año Jubilar, a salir a la misión y a llevar la buena noticia de Cristo Jesús, a todos aquellos con quienes os relacionéis». Todo ello lo ha puesto D. Casimiro, «a los pies del Altar, elevando súplica y oración «para que Nuestra Señora de la Resurrección y Madre de Dios os siga protegiendo, guiando y alentando en vuestro caminar».

En la eucaristía se leyó el hermoso saludo de nuestra Hna. General, Blanca Nidia Bedolla, uniéndose a nuestra fiesta. Transcribimos este párrafo, alentando nuestra esperanza: “El sueño de nuestro Padre Luis a quien amamos y recordamos, se ha realizado y continúa vigente, porque el amor misericordioso y compasivo se ha tornado en distintivo del compromiso cristiano de quienes le han dado vida a través de los años y de los que hoy se mantienen en pie, aferrados a la “piedra angular”, Cristo Jesús, como fieles cuidadores y gestores de la herencia recibida… El mundo sigue su curso y hoy más que nunca nuestros niños, niñas y jóvenes necesitan y esperan que nuestra mirada materna les abrace; los retos apremian y la finalidad de la obra se mantiene.

Al finalizar la Eucaristía se ha realizado una ofrenda floral a Fray Luis Amigó, en la escultura que se erige en la plaza de la Seo, con alegría de todos los presentes.

A la celebración de hoy se han sumado otros actos. El pasado viernes, con motivo de la efeméride, se celebró un acto de carácter cultural que consistió en una conferencia y un concierto. El sábado día de la Encarnación, celebramos nuestra fiesta patronal de la Provincia con nuestras hermanas de Altura, y a continuación jornada de convivencia con los niños, adolescentes, jóvenes, personal laboral y hermanas que pasaron por esta residencia a lo largo de estos años.

Y desde estas tierras Valencianas, con corazón agradecido al Señor, bajo el manto de Ntra. Sra. de la Resurrección, queremos compartir con todas nuestras Hnas. de la Congregación los laicos Amigonianos, destinatarios y todo aquel que se encuentre con estas páginas, nuestra alegría queriendo y confiando que continuaremos estos siendo 125 Años, dando vida. Como dice nuestro lema

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Colegio de la Sagrada Familia “100 años de presencia en Montería, Córdoba”

 “Paso a paso Dios hace la historia, también nosotros la relatamos con el tejido del bien realizado en la cotidianidad.” (Papa Francisco)

Dios lleva adelante la historia y siempre va caminando con nosotros. En 1923 por iniciativa de los señores Ignacio Cabrales, Antonio Lacharme, Eusebio Pineda y otros quienes pidieron a la congregación les fuera enviado un grupo de religiosas, se da inicio a esta magna obra del colegio la Sagrada Familia.

Celebrar 100 años es motivo para la gratitud como el sello distintivo de los corazones nobles.

Agradecer a nuestras hermanas que un día con la fuerza que solo proviene de Dios iniciaron esta obra, a quienes los obstáculos y condiciones del momento no impidieron alcanzar sus sueños. Con sacrificio, amor y perseverancia acompañaron los procesos que dieron lugar a esta obra educativa, a la formación integral de los estudiantes, pero sobre todo a las enseñanzas impartidas desde el corazón.

Damos gracias porque Dios ha sido compañero fiel en el camino.  Cuánto esfuerzo, dedicación y entrega de nuestras hermanas, este tiempo es oportuno para honrar la memoria agradecida de tantas hermanas Terciarias Capuchinas que con arrojo y coraje gastaron sus vidas en la misión confiada de educar muchas generaciones. Junto a ellas, tantos maestros, mujeres y hombres convencidos y llenos de vocación de servicio, que apostaron por la siembra de semillas de vida y esperanza en los corazones de innumerables familias en córdoba y la región.

Son 100 años que suman muchos acontecimientos y en la actual página de la historia estamos invitados a conservar fresco el deseo de hacer crecer los motivos para creer el futuro. Como equipo Colsafa nos acompaña el reto de brindar a nuestros estudiantes una formación integral, cimentada en la columna de los valores, para que como egresados sean personas de bien, líderes positivos y propositivos, con una nota distintiva de la ética en los distintos escenarios donde Dios les permita desempeñarse y servir. Hombres y mujeres gestores de nueva sociedad, defensores de la vida, de la unidad familiar y de la ecología.

Agradecer a Dios por el gran ramillete de nuestras queridas exalumnas, 94 promociones la mayoría femeninas y tres mixtas. Han hecho eco de lo vivido en su colegio manifestado en la dedicación, responsabilidad, eficiencia y gratitud demostradas a través de una meritoria labor como profesionales en escenarios educativos, en colegios, universidades, organizaciones, empresas y en los lugares que Dios les ha trazado para su vida, cumpliendo la misión, en sectores oficiales o privados donde el desempeño ha sido ampliamente reconocido.

Ellas llevan impreso en sus corazones el sello Colsafista, sembrando vida, dejando huellas de su calidad humana y profesional en Montería, córdoba,  Colombia y muchos países donde hoy se encuentran, sin olvidar sus raíces, historia y la tierra que los vio nacer.

En sintonía con la enseñanza del papa Francisco está planteado nuestro reto, ser promotores de vida, artesanos de humanidad, expertos en convivencia.

Gratitud por 100 años de existencia, que nos permite hacer un recorrido histórico, donde aparecen nombres, rostros, sucesos y experiencias que al devolver el tiempo los contemplamos con el corazón lleno de regocijo.

A los docentes que con desvelo han dado lo mejor de sí mismos, nuestros colaboradores en el ejercicio de enseñanza de tantos años, a los de hoy, enfrentados a tantos retos que nos plantea el momento actual, su labor del día a día es fundamental, gracias porque con el paso del tiempo siguen creyendo en el poder transformador de la educación, haciendo vigente y fecunda la pedagogía de nuestro Padre Luis Amigó y Ferrer, “Pedagogía del amor”.

Imploramos al Señor nos regale siempre su luz y sabiduría para continuar esta delicada misión que nos ha sido confiada, la de formar integralmente a nuestros estudiantes y la invitación esta ofertada con esperanza seguir tejiendo esta historia.

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La vida consagrada caminando en esperanza

El pasado dos de febrero, fiesta de la presentación del Señor en el templo, la Iglesia celebró la Jornada Mundial de la Vida Consagrada.

Una Iglesia sin vida consagrada es una Iglesia empobrecida. No porque las personas consagradas sean más buenas o más santas, sino porque la vida consagrada manifiesta la riqueza y abundancia de carismas y de estilos de vida que hay en el cuerpo de Cristo. Y esas personas, con su forma peculiar de vivir, no sólo por su voto o promesa de castidad, sino por el conjunto de su vida, señalan la meta a la que está llamado todo cristiano, esa meta en la que Dios será todo en todas las cosas, o sea, el determinante de toda la realidad y, por eso, ya no hará falta tomar mujer ni marido, porque todos estaremos colmados por el amor de Dios y por el amor sin límites y sin mentiras de los hermanos.

El lema de este año es: “la vida consagrada, caminando en esperanza”. Es un buen lema. Una de las cosas que más necesita la gente, y también los consagrados, es esperanza. Sin esperanza la vida se vuelve triste, pierde fuerza, no tiene alma. Hoy algunos miden la vitalidad de la vida consagrada a partir de los números: ¿cuántos novicios tiene la congregación? Grave error, porque los números no significan gran cosa y siempre dan uno u otro resultado según con que otros números se los compara. Quién sostiene la esperanza es Dios. Según cuál sea nuestra relación con Él, así será de intensa nuestra esperanza. Por eso, lo importante en la vida consagrada es la fidelidad. También la misión. Y, por supuesto, en el caso de la vida religiosa, la comunidad. Pero todo esto está sostenido por nuestra fe en Dios.

Caminando que es gerundio. O sea, el camino es permanente. Caminando en la fe, en la fraternidad, en la misión, en el servicio a los hermanos. Caminando significa también actualizar el carisma, ponerlo en consonancia con las necesidades actuales de la Iglesia y de la sociedad. Las obras pasan, el carisma permanece. El carisma es creativo, busca siempre caminos nuevos. Un carisma que no se actualiza se muere. La repetición puede ser la mayor de las infidelidades. Caminando en esperanza. Los caminantes necesitan esperanza, tener garantías de que de su camino es el bueno porque conduce a la meta deseada.

Esperanza porque sabemos que, a pesar de nuestros límites y nuestra pequeñez, el Señor no nos abandona. La vida consagrada es semejante a una semilla que parece muy pequeña, pero los buenos labradores saben que un día se convertirá en un árbol frondoso. Si solo miramos a la semilla, nos desanimamos. Si nos imaginamos el árbol frondoso, caminamos alegres y seguimos avanzando aunque, a veces, el camino sea duro.

CAMINANDO EN ESPERANZA

No vamos solos.

Cristo nos une. Con él. Entre nosotros.

Y con tantos que viven, lloran, aman, anhelan,

crecen, luchan y esperan.

Cada vez más descalzos e inseguros.

Cada vez más cerca de la cruz y lejos

de los pedestales.

Cada vez más libres de modas e inercias.

Cada vez más capaces de reírnos

de nuestras pretensiones

y tomar en serio las suyas.

Unos, aún vacilantes,

dando los primeros pasos,

otros exigidos por el ritmo

de jornadas intensas,

y algunos, ya bien gastados,

vislumbrando la meta —que es abrazo—.

Juntos. Caminando en esperanza.

Hombres y mujeres de Dios,

consagrados a una misión,

a un anhelo,

al proyecto de quien nos invitó

a compartir su camino.

Amén.

Fuente: Nihil Obstat DOMINICOS

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Extracto de la contemplación de la belleza

Cristo crucificado
VELÁZQUEZ, DIEGO RODRÍGUEZ DE SILVA Y
Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado

Joseph Ratzinger

Cada año, en la Liturgia de las Horas del tiempo de Cuaresma, me vuelve a conmover una paradoja de las Vísperas del lunes de la segunda semana del Salterio. Allí, una junto a la otra, se encuentran dos antífonas, una para el tiempo de Cuaresma y otra para la Semana santa. Ambas introducen el salmo 44, pero lo hacen con claves interpretativas radicalmente contrapuestas. El salmo describe las nupcias del Rey, su belleza, sus virtudes, su misión y, a continuación, exalta la figura de la esposa. En el tiempo de Cuaresma, introduce el salmo la misma antífona que se utiliza durante el resto del año. El tercer versículo reza: «Eres el más bello de los hombres; en tus labios se derrama la gracia».

Está claro que la Iglesia lee este salmo como una representación poético-profética de la relación esponsal entre Cristo y la Iglesia. Reconoce a Cristo como el más bello de los hombres; la gracia derramada en sus labios manifiesta la belleza interior de su palabra, la gloria de su anuncio. De este modo, no sólo la belleza exterior con la que aparece el Redentor es digna de ser glorificada, sino que en él, sobre todo, se encarna la belleza de la Verdad, la belleza de Dios mismo, que nos atrae hacia sí y a la vez abre en nosotros la herida del Amor, la santa pasión («eros») que nos hace caminar, en la Iglesia esposa y junto con ella, al encuentro del Amor que nos llama. Pero el miércoles de la Semana santa, la Iglesia cambia la antífona y nos invita a leer el salmo a la luz de Isaías: «Sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, con el rostro desfigurado por el dolor» (53, 2). ¿Cómo se concilian estas dos afirmaciones? El «más bello de los hombres» es de aspecto tan miserable, que ni se le quiere mirar. Pilatos lo muestra a la multitud diciendo: «Este es el hombre», tratando de suscitar la piedad por el Hombre, despreciado y maltratado, al que no le queda ninguna belleza exterior. San Agustín, que en su juventud escribió un libro sobre lo bello y lo conveniente, y que apreciaba la belleza en las palabras, en la música y en las artes figurativas, percibió con mucha fuerza esta paradoja y se dio cuenta de que en este pasaje la gran filosofía griega de la belleza no sólo se refundía, sino que se ponía dramáticamente en discusión: habría que discutir y experimentar de nuevo lo que era la belleza y su significado. Refiriéndose a la paradoja contenida en estos textos, hablaba de «dos trompetas» que suenan contrapuestas, pero que reciben su sonido del mismo soplo de aire, del mismo Espíritu. Él sabía que la paradoja es una contraposición, pero no una contradicción. Las dos, afirmaciones provienen del mismo Espíritu que inspira toda la Escritura, el cual, sin embargo, suena en ella con notas diferentes y, precisamente así, nos sitúa frente a la totalidad de la verdadera Belleza, de la Verdad misma

Del texto de Isaías nace, ante todo, la cuestión de la que se han ocupado los Padres de la Iglesia: si Cristo era o no bello. Aquí se oculta la cuestión más radical: si la belleza es verdadera o si, por el contrario, la fealdad es lo que nos conduce a la profunda verdad de la realidad. El que cree en Dios, en el Dios que precisamente en las apariencias alteradas de Cristo crucificado se manifestó como amor «hasta el final» (Jn 13, 1), sabe que la belleza es verdad y que la verdad es belleza, pero en el Cristo sufriente comprende también que la belleza de la verdad incluye la ofensa, el dolor e incluso el oscuro misterio de la muerte, y que sólo se puede encontrar la belleza aceptando el dolor y no ignorándolo.

La profundidad de la herida revela ya cuál es el dardo, y la intensidad del deseo deja entrever, quien ha lanzado la flecha».

La belleza hiere, pero precisamente de esta manera recuerda al hombre su destino último. La belleza es conocimiento, ciertamente; una forma superior de conocimiento, puesto que toca al hombre con toda la profundidad de la verdad. En esto Kabasilas sigue siendo totalmente griego, en cuanto que pone el conocimiento en primer lugar. «Origen del amor es el conocimiento – afirma-; el conocimiento genera amor».

El verdadero conocimiento se produce al ser alcanzados por el dardo de la Belleza que hiere al hombre, al vernos tocados por la realidad, «por la presencia personal de Cristo mismo», como él afirma. El ser alcanzados y cautivados por la belleza de Cristo produce un conocimiento más real y profundo que la mera deducción racional. Ciertamente, no debemos menospreciar el significado de la reflexión teológica, del pensamiento teológico exacto y riguroso, que sigue siendo absolutamente necesario. Por ello despreciar o rechazar el impacto que la Belleza provoca en el corazón suscitando una correspondencia como una verdadera forma de conocimiento empobrece y hace más árida tanto la fe como la teología. Nosotros debemos volver a encontrar esta forma de conocimiento. Se trata de una exigencia apremiante para nuestro tiempo.

Cuando nos dejamos conmover por el icono de la Trinidad de Rublëv en el arte de los iconos, al igual que en las obras de los grandes pintores occidentales del románico y del gótico, se hace visible partiendo de la interioridad, y se puede participar en ella. Pavel Evdokimov ha descrito de manera significativa el recorrido interior que supone el icono. El icono no es simplemente la reproducción de lo que perciben los sentidos; más bien, supone lo que él define como «un ayuno de la mirada». La percepción interior debe liberarse de la mera percepción de los sentidos para, mediante la oración y la ascesis, adquirir una nueva y más profunda capacidad de ver; debe recorrer el paso de lo que es meramente exterior a la realidad en su profundidad, de manera que el artista vea lo que los sentidos por sí mismos no ven y, sin embargo, aparece en el campo de lo sensible: el esplendor de la gloria de Dios, «la gloria de Dios que está en el rostro de Cristo» (2 Co 4, 6). Admirar los iconos, y en general los grandes cuadros del arte cristiano, nos conduce por una vía interior, una vía de superación de uno mismo y, en esta purificación de la mirada, que es purificación del corazón, nos revela la Belleza, o al menos un rayo de su esplendor. Precisamente de esta manera nos pone en relación con la fuerza de la verdad. A menudo he afirmado que estoy convencido de que la verdadera apología de la fe cristiana, la demostración más convincente de su verdad contra cualquier negación, se encuentra, por un lado, en sus santos y, por otro, en la belleza que la fe genera. Para que actualmente la fe pueda crecer, tanto nosotros como los hombres que encontramos, debemos dirigirnos hacia los santos y hacia lo Bello.

Pero ahora es preciso responder a una objeción: Reviste hoy más importancia: el mensaje de la belleza se pone radicalmente en duda a través del poder de la mentira, la seducción, la violencia y el mal. ¿Puede la belleza ser auténtica o, en definitiva, no es más que una vana ilusión? ¿La realidad no es, acaso, malvada en el fondo?

El miedo a que el dardo de la belleza no pueda conducirnos a la verdad, sino que la mentira, la fealdad y lo vulgar sean la verdadera «realidad», ha angustiado a los hombres de todos los tiempos. En la actualidad esto se ha reflejado en la afirmación de que, después de Auschwitz, sería imposible volver a escribir poesía, volver a hablar de un Dios bueno. Muchos se preguntan: ¿dónde estaba Dios mientras funcionaban los hornos crematorios? Esta objeción, para la que existían ya motivos suficientes antes de Auschwitz en todas las atrocidades de la historia, indica que un concepto puramente armonioso de belleza no es suficiente. No sostiene la confrontación con la gravedad de la puesta en entredicho de Dios, de la verdad y de la belleza.

De esta manera volvemos a las «dos trompetas» de la Biblia de las que habíamos partido, a la paradoja por la cual se puede decir de Cristo: «Eres el más bello de los hombres» y «sin figura, sin belleza (…) su rostro está desfigurado por el dolor». En la pasión de Cristo la estética griega, tan digna de admiración por su presentimiento del contacto con lo divino que, sin embargo, permanece inefable para ella, no se ve abolida sino superada. La experiencia de lo bello recibe una nueva profundidad, un nuevo realismo. Aquel que es la Belleza misma se ha dejado desfigurar el rostro, escupir encima y coronar de espinas. La Sábana santa de Turín nos permite imaginar todo esto de manera conmovedora. Precisamente en este Rostro desfigurado aparece la auténtica y suprema belleza: la belleza del amor que llega «hasta el extremo» y que por ello se revela más fuerte que la mentira y la violencia.

Quien ha percibido esta belleza sabe que la verdad es la última palabra sobre el mundo, y no la mentira. No es «verdad» la mentira, sino la Verdad. Digámoslo así: un nuevo truco de la mentira es presentarse como «verdad» y decirnos: «más allá de mí no hay nada, dejad de buscar la verdad o, peor aún, de amarla, porque si obráis así vais por el camino equivocado». El icono de Cristo crucificado nos libera del engaño hoy tan extendido. Sin embargo, pone como condición que nos dejemos herir junto con él y que creamos en el Amor, que puede correr el riesgo de dejar la belleza exterior para anunciar de esta manera la verdad de la Belleza.

De todas formas, la mentira emplea también otra estratagema: la belleza falaz, falsa, que ciega y no hace salir al hombre de sí mismo para abrirlo al éxtasis de elevarse a las alturas, sino que lo aprisiona totalmente y lo encierra en sí mismo. Es una belleza que no despierta la nostalgia por lo Indecible, la disponibilidad al ofrecimiento, al abandono de uno mismo, sino que provoca el ansia, la voluntad de poder, de posesión y de mero placer.

Es bien conocida la famosa pregunta de Dostoievski: «¿Nos salvará la Belleza?». Pero en la mayoría de los casos se olvida que Dostoievski se refiere aquí a la belleza redentora de Cristo. Debemos aprender a verlo. Si no lo conocemos simplemente de palabra, sino que nos traspasa el dardo de su belleza paradójica, entonces empezamos a conocerlo de verdad, y no sólo de oídas. Entonces habremos encontrado la belleza de la Verdad, de la Verdad redentora. Nada puede acercarnos más a la Belleza, que es Cristo mismo, que el mundo de belleza que la fe ha creado y la luz que resplandece en el rostro de los santos, mediante la cual se vuelve visible su propia luz.

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Asamblea Delegación General Nuestra Señora de África

La Asamblea es un tiempo privilegiado para nuestra Congregación que este año se abre a la celebración de nuevos “Pentecostés” en tres de sus Demarcaciones. Es vida congregacional que se renueva y, el amor y sentido de pertenencia se despliegan en actitudes de comunión fraterna alimentada por la oración y los detalles. En este caso la Asamblea de la Delegación General nnestra Señora de Africa, Acontecimiento congregacional que reunió a las hermanas de la Delegación general en Benín durante los días 30 de enero al 3 de febrero. En ella participan 22 hermanas en representación de los cuatro países africanos en los que hacemos presencia: R.D. Congo, Tanzania, Benín y Guinea Ecuatorial.

Estuvo impregnada de alegría, dinamismo, compromiso y esperanza; la oración y el espíritu fraterno han nutrido el encuentro de culturas, hermanando las distintas naciones representadas. Agradecemos al Señor la disponibilidad y apertura del nuevo equipo de Gobierno de la delegación Nuestra Señora de Africa conformado por las Hermanas: Pelagie Lima, Delegada General; Wivine Muleya, Mbetina Kapwaga y Berthine Mucail; Consejeras.

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Noviciado Congregacional de lengua española:

El día 11 de febrero  ingresaron al Noviciado en Guatemala seis jóvenes, provenientes de distintas naciones y demarcaciones. Esta etapa formativa contará con el acompañamiento de un Equipo formativo integrado por las hermanas Nancy Monterroso, Maestra de novicias, Liliam Ramírez y Marta Ulinska. Mantengamos firme la esperanza, las semillas siguen germinando, comprometámonos con el apoyo efectivo desde la oración y la comunión de hermanas que se traduce en gestos de cercanía y actitudes renovadas de vida. Para las formadoras y hermanas en formación inicial, estos aportes son de gran valor. El Señor que ha iniciado en nuestras Hermana Novicias:  Anna, Jholainys, Flory, Ana Christina, Susana, Lucía, la lleve a feliz término.

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Junicon 2023

El pasado 6 de enero del presente año, se dio inicio al período de preparación a la Profesión perpetua, etapa que estará orientada por las hermanas Fanny Londoño Sosa y Marigladys Sánchez González y que cuenta con la participación de ocho hermanas junioras de diferentes nacionalidades.

Nos alegramos con nuestras Hermanas:

María Veneranda González Palmar, Colombia

Karla Cristina Cano Cárdenas, Colombia

Vannessa Vasco Monsalve, Colombia

Gloria Enith Denis Saavedra, Panamá

Beatriz Iliana Quintero Pérez, Panamá

Nguyen Thi Hong Nhung (Anna), Vietnam

Amélie Segbegnon HOUNDOGANDJI, Benín

Assriwa Assella Nicolette CATARIA, Benín

Las acompañamos  con nuestra oración en  esta nueva y decisiva etapa de su vida