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Carta inédita sobre la muerte de nuestro Padre Luis

Una “joya-“…Esto tenía yo en mi “baúl” y por esas “inspiraciones de Dios” tuve la idea de descorrer su velo, para darle luz, darle alas, darle vida. Tantos años conmigo, en mi libro “Liturgia de las Horas”, como un “papelito” con dobleces llenos de tiempo y de marcas, con caracteres de impresión deteriorados al máximo por el correr oculto de años silenciosos. De una fragilidad impresionante pero dócil a la caricia, a una lectura descifrada hasta con lupa para desentrañar la ternura cobijada en el corazón y los dedos de una Hermana lejana en nuestra historia actual, pero viva en cada una de sus expresiones, narrando con infinito afecto, los últimos momentos de la preciosa vida de nuestro Padre Fundador. Un testimonio profundamente revelador para estas fechas de tan grata memoria.

Una fecha inexplorada: “7 de octubre de 1934”… Todavía el eco de las campanas y el olor a cirios consumidos en un silencio reverente, dejan sentir su presencia como apretando entre sus lloros el corazón de un hombre con perfume del amor de Dios. El Padre descansa en su tumba y estrena la “felicidad eterna”. En las almas no hay recuerdos, hay vivencias, experiencias de abrazos paternales, de palabras plenas de deseos e ilusiones sobre el futuro de su familia, engendrada en la plenitud de sus años y fuerzas juveniles. Novicios y novicias…promesas de futuro tras las huellas del “aquel de Asís” están en el centro de su espíritu y en sus consejos visionarios del tiempo y de la historia.

Y allí, en Masamagrell, en la Casa que tanto quiso, en la Capilla que él mismo se inventó, está depositado su cuerpo. Y de esta presencia silenciosa, de este “hombre de la voluntad de Dios” surge una realidad que cautiva y estimula a la fidelidad, a la autenticidad, a la prontitud frente a los llamados del mundo, de la “casa común” y de la Iglesia, enarbolando la bandera del carisma compasivo y redentor. Masamagrell, ALFA Y OMEGA del Padre, principio de su vida y reposo final de su existencia corporal.

La fidelidad de quien escribe obedeciendo un mandato paterno. “Ante todo reciba una bendición especial suya, así me lo encargó con paternal amor e interés se lo escribiera de su parte, lo que cumplo hoy con mucho gusto”.

Nos disponemos a “leer” un sublime testamento de amor de nuestro Padre Fundador por sus Religiosas de América. Quisiera publicarla a los cuatro vientos de nuestra geografía y de rodillas, orar, agradecer, compartir el eco filial de lágrimas inquietas, suspiros silenciosos, voces cautelosas, miradas fraternas, abrazos de dolor y fortaleza, augurios de esperanza, fe y amor en nuestro devenir, promesa de supervivencia en el corazón de Dios, de María y del mundo que nos llama a una entrega total por el Evangelio.

Masamagrell, octubre 7 de 1934

Rvma. Madre Comisaria Capitular

Yarumal

Carísima e inolvidable Madre Purificación: El Señor nos dé su paz.

Con el corazón desgarrado por la pena y amargura en que nos ha dejado sumidas la desaparición de nuestro amantísimo y venerado Padre Fundador (q.e.p.d.), le dirijo estas líneas para comunicarle algo de lo que en sus últimos días tuvimos ocasión de recoger de sus benditos labios.  Ante todo reciba una bendición especial suya, así me lo encargó con paternal amor e interés se lo escribiera de su parte, lo que cumplo hoy con mucho gusto.

Él, presintiendo su muerte, no omitió detalles en todos los momentos de la última temporada que estuvo entre nosotras. Pues tuvimos la dicha de tenerlo en esta santa casa desde el 20 de agosto hasta el día 6 de septiembre que fue a Valencia para bendecir el enlace matrimonial de su sobrino Luis Boada Amigó y ese mismo día se lo llevaron nuestros Padres y Hermanos Terciarios Capuchinos a su Convento de Godella por ver si allí se aliviaba por el cambio de aires, pero todo fue inútil: allí falleció,  tocándole a la Rvda. Madre Rosario de Soano y Rvda. Madre Cruz de Beniarjó la incomparable dicha de recoger su último suspiro por haberles tocado a ellas el velarlo aquella noche.  Murió a la una de la madrugada del 1° de octubre teniendo la suerte el R. P. Lauriano de Burriana, Terciario y Superior de la Casa de Godella, de darle la última absolución. 

 

En vano se esforzaban los señores médicos por combatir el mal que minaba tan preciosa vida y por tanto se veían obligados a exclamar: “El Señor Obispo se muere sin enfermedad”.  Y, como se explica esto? Ah!…es que su mal era más íntimo.  La pena moral que devoraba su corazón era muy grande!… y de ahí que iba extinguiéndose con lentitud, orando y sufriendo en silencio ese mal que nos lo ha arrebatado: su Diócesis, sus pobres Sacerdotes necesitados… todo esto lo apenaba pero lo sufría con la resignación de un santo!… Así lo veneran todos, como a un verdadero Siervo de Dios.  Su corazón estaba devorado por la amargura al ver a su Diócesis en la extrema miseria: sus Sacerdotes sin pan y sin hogar casi.  Los suspiros que ahogaban su pecho en sus últimos días eran continuos.  El llanto de sus ojos era también casi continuo.  En fin… que ha sido una víctima de las circunstancias que lamentamos durante tres años.  Últimamente llegó a no apetecer nada.  Estuvo cinco días sin tomar ni agua, solo humedeciéndole con ella los labios.

El Viático lo recibió sentadito en un sillón, con la serenidad y agradecimiento de un santo, el día de la Virgen de las Mercedes y de manos del Señor Obispo Lauzurica, Auxiliar del Arzobispo de Valencia, a quien le ha recomendado sus dos Congregaciones. Sus días de enfermedad fueron de grande edificación a todos cuantos le visitaban.  Qué agradecimiento manifestaba, cómo pedía perdón y qué paz se vislumbraba en tan buen Padre. Murió como mueren los santos: perdonando y bendiciendo a todos.

 

Dos días antes de morir hizo llamar a su presencia, a la una de la madrugada, a todos los Novicios y Profesos para bendecirlos por última vez y darles sus últimos consejos.  Aquí también, durante los días que estuvo. Se fue, dos o tres veces, al Noviciado a dar a las novicias exhortaciones que no olvidarán jamás.  También a nosotras, las Profesas nos hablaba, en los recreos, de la vida de nuestro Seráfico Padre San Francisco, animándonos a tener mucha confianza en la Divina Providencia ya que Dios había prometido al Pobrecillo de Asís que si dos panes solos hubiera en el mundo, uno sería para sus hijos. Nos exhortaba a la guarda de la Santa Regla y Constituciones así como a que procuráramos conservar el espíritu de humildad y pobreza franciscanas en que tanto deseó él siempre se cimentara nuestra amada Congregación.

Roguémosle, pues, amada Madre Comisaria, nos continúe bendiciendo desde el cielo y proteja su obra derramando gracias sobre sus dos amadas congregaciones para que perduren en el corazón de sus hijos e hijas las virtudes que él tanto nos predicó siempre con su ejemplo: mansedumbre, humildad y agradecimiento a Dios y a todos cuantos nos favorecen de obra o de palabra.

 El día 2 hicieron los Funerales en la Comunidad de Godella y por la tarde fue el traslado de su venerado cuerpo hacia la Parroquia de Masamagrell.  No le puedo explicar cuánto fue la asistencia, la veneración y el orden que hubo… Bien se ha visto cuánto lo querían!…El 3 fueron en la Parroquia oficiando el Señor Arzobispo de Valencia, con asistencia del Cabildo de Segorbe y otras dignas autoridades.  A continuación condujeron el cadáver a nuestra Capilla y en el día señalado, de N. P. San Francisco fueron los funerales y sepultura.  Todo ha resultado ordenado y devoto como él era.

Su memoria será reconocida por todos en general en este pueblo donde el Señor Alcalde y Miembros del Ayuntamiento como todas las demás personas y Clero de los pueblos vecinos han acudido a Godella como a esta santa casa a tributarle el homenaje último de su veneración y aprecio.

Descanse en paz el amado Padre cuya memoria será bendecida siempre por sus hijos.

La Reverendísima Madre General la bendice y por su conducto a todas sus amadas hijas colombianas.

Afectísima y apenada Hermana en el Seráfico Padre que se encomienda a sus oraciones.

Su Hermana Josefa de Dabajuro

Después de enumerar Hermanas tan significativas, qué papel juego yo?…Simplemente un medio para darle vuelo a unas alas dispuestas a un viaje planetario y celestial desde aquel 7 de octubre de 1934; para “sacar de mi baúl”, vivencias, experiencias, recuerdos, existencias cada vez más fascinantes, para reconocer en los anaqueles de nuestra historia la riqueza espiritual que subyace, en el silencio orante de una tumba, puro sagrario, donde está la génesis de nuestro ser de Terciarias Capuchinas, de Terciarios Capuchinos, de Familia Amigoniana

Con sentimientos fraternos

Hna. Dora Arboleda Hoyos t.c

Provincia “Nuestra Señora de la Divina Providencia”

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Un icono que habla

Encuentro de Francisco con el Crucifijo de San Damián

Introducción

El icono del crucifijo de san Damián ha tenido gran difusión en la piedad católica, en cualquier almacén o litografía es fácil conseguirlo, seguramente su formato y colorido lo hacen especialmente atractivo, simplemente desde intereses piadosos o estéticos, de repente lo encuentras en la oficina de un gerente de un banco o en la sala de espera de un consultorio médico.

Quiero compartir con ustedes una corta reflexión sobre el encuentro de San Francisco con el Cristo de San Damián en los albores de nuestra caminada espiritual, reflexión que he tenido el atrevimiento de poner el título de “Un icono que habla”.

Los estudiosos del icono de San Damián ubican su origen en los siglos X u XI, muy seguramente pintado por algún monje que vivía en la región de la Umbría. Elaborar un icono requiere de un infinito sentido de contemplación, oración y mística sobre la figura que se ha de pintar.

Un icono está pintado esencialmente para ser contemplado, en este de San Damián, lo primero que salta a la vista es la figura de un Cristo crucificado y al mismo tiempo resucitado, con unos enormes ojos abiertos y gran luminosidad en los colores de los personales que lo acompañan; colores que contrastan con el fondo negro que en la iconografía de la época significa muerte, rojo que indica la divinidad, dorado que representa la eternidad, azul y verde que hacen referencia al mundo y al transcurrir de la historia humana.

Este encuentro de Francisco con un icono que le habla al corazón desde una iglesia cuyo techo se viene abajo, es un acontecimiento fundante del carisma franciscano. Antes ya había tenido dos importantes encuentros, consigo mismo en la enfermedad y la soledad y con el leproso, fuera de las murallas de la ciudad, en el camino.

El orden de los encuentros refleja la evidente centralidad del ser humano en la espiritualidad franciscana situado en contextos de marginación. A propósito de los encuentros cabe anotar la importancia que tiene el tema en el magisterio del Papa Francisco cuando habla de la cultura del encuentro.

Desde la Laudato Si´ y la Fratelli Tutti no cabe la menor duda, según lo expone el Papa que todo está relacionado y que todos somos hermanos y hermanas en esta maravillosa peregrinación que es la vida, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas, amor que une con tierno afecto, al hermano sol, a la

hermana luna, al hermano río y a la madre tierra» (LS, 92). Además con la certeza de que no es posible acentuar un encuentro descuidando o ignorando otro, o lo que sería peor, bloqueándolo, creando una fractura interna que puede llevar a la muerte.

Es evidente en la espiritualidad franciscana la relación entre encuentro, reparación y cuidado, tres temas que reflejan un sentido materno que pone tareas solo realizables desde una verdadera conversión integral, ecológica y pastoral.

Para vivir la vocación franciscana, además de una conversión holística se debe caminar hacia una renovación de sentidos de comprensión, hacia una nueva comprensión de las relaciones en clave de vida de apertura y disponibilidad de corazón, de mente, una apertura que lleve más allá de los estrechos muros institucionales, de la auto referencialidad que empobrece e inmoviliza.

Con urgencia se ha de volver al Jesús del evangelio, al de Emaús, al de los pescadores del puerto, al de la las bodas de Caná, al amigo de los de Betania. Al Jesús orante del desierto, tentado por satanás, al Jesús que llora su amigo muerto, que cura a la mujer enferma. Para que se dé un verdadero encuentro con Jesús de Nazareth se debe hacer el camino que emprendieron Clara, Francisco, Antonio, Buenaventura, Fray Luis Amigó y muchos, muchos otros hombres y mujeres que se atrevieron a dejarlo todo para abrirse al mundo de manera tal que la Cultura del encuentro sea posible.

Solo así se reparará la casa que amenaza ruinas, la casa común, golpeada por el calentamiento global, por la pobreza y la guerra. Es necesario que se conozca y se asuma la identidad franciscana de veras, desde las iniciativas que impulsan la Familias Franciscanas de cada país, las Comisiones de Justicia Paz e Integridad con la Creación JPIC, las redes de Migrantes y de defensores y defensoras de derechos humanos de mujeres, niños y niñas, poblaciones LGBTIQ+, Comunidades ancestrales. Atreverse a tejer con otros, abriendo las instituciones a quienes deseen ser artífices de paz con justicia y dignidad.

Es necesario como lo dice incansablemente el Papa Francisco asumir el deber que como cristianos tenemos de involucrarnos en la política porque ella es una de las formas más altas del amor ya que busca el bien común, Clara y Francisco tenían conciencia de ser ciudadanos y trabajaron por una convivencia en paz y justicia. De esta manera es importante que como franciscanos hagamos sinergia en Naciones Unidas desde la oficina de Franciscans International que hace visible a la comunidad internacional el estado de ruina o de reparación de la casa.

Que sigamos construyendo, animando la “Bendita pertenencia común” que nos hace hermanos y hermanas, dice el Papa Francisco en la FT: “La fraternidad y la amistad social se expresan a través de actos de benevolencia, con formas de ayuda y acciones generosas en tiempos de necesidad. Un afecto desinteresado hacia otros seres humanos, sin importar la diferencia y la pertenencia”.

Juan Rendón Herrera OFM

Fuente: http://www.pasionensalamanca.com/
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Artículos XXIII Capitulo general

Defensa de la vida

Estaba yo un día entreteniéndome con el teléfono móvil ojeando una revista, cuando este artículo llamó mi atención ¿Cuál es el ruido más insoportable del mundo? Cliqué en el link pensando ya en algunos ruidos que me resultan molestos y me encontré con la sorpresa de que “según un estudio científico, el ruido más insoportable del mundo es el llanto de un niño de entre dos años y medio y cuatro años, e inquieta por igual a hombres o mujeres, célibes o casados, adultos o niños” (cf. Rosemarie Sokol Chang y Nicholas Thompson, psicólogos).

Haciendo mi propia relectura me alegré de que, como especie, nos preocupe e inquiete el llanto de un niño, de tener este instinto de protección que nos llama a calmar o satisfacer sus necesidades, formando parte de la gran familia de la humanidad donde todos, de distinta raza, lengua pueblo o nación, tenemos el instinto de cuidar la vida formando esto parte del regalo de Dios Padre que nos ha creado a su imagen y semejanza (cf Gn 1,27).

Y en este tiempo, en que de manera perversa acechan las tinieblas y sombras de muerte en la guerra, la violencia gratuita, el tráfico de personas, las dictaduras políticas, económicas, energéticas y consumistas que junto al cambio climático y la insolidaridad hacen que una de cada nueve personas en el mundo sufra hambre (ONU), es Dios mismo quien sale a nuestro encuentro, quien toma la iniciativa, suscitando en el corazón de cada persona actitudes que generan vida. El Padre ve la aflicción de su pueblo, el clamor que le arrancan sus opresores y conoce sus angustias y nos dice a cada uno de nosotros: “Ve, pues; yo te envío para que saques de la opresión a mi pueblo. Yo estaré contigo” (cf. Gn 3, 7 ss.).

De manera sencilla y profunda, el Papa Francisco con su testimonio misericordioso   afirma que la vida, regalo de Dios, es un don que debe ser defendido y protegido siempre: “Los hombres y las mujeres de oración custodian las verdades fundamentales: repiten a todos que esta vida, a pesar de sus fatigas, sus pruebas y sus días difíciles, está llena de una gracia que maravilla. Y como tal, debe ser defendida y protegida siempre” (cf. Papa Francisco (@Pontifex es) / Twitter).

A cada uno de nosotros nos toca acoger o rechazar esta misión, cultivando la mirada con corazón agradecido, para ver con los ojos de Jesús los pequeños y grandes gestos de tantas personas que a nuestro alrededor cuidan y generan vida. Dejándonos tocar y cuestionar por su testimonio como padres y madres de familia, hijos e hijas, profesionales de la salud, de la educación, de servicios sociales y públicos, empresarios… cada uno de nosotros unidos al que es la fuente de Vida eterna, alimentarla dejando que fluya a mi alrededor con actitudes de servicio, cuidado, bondad, respeto, interés, escucha, alegría, generosidad y perdón.

Bien sabemos que es una gota de agua en un océano inmenso, insignificante en su individualidad, pero necesaria “pues éste es el tiempo favorable, éste el día de la salvación” (cf. 2 Cor 6, 2).

Hna. Eva María Salvador Aspas, Tc

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Escuela amigoniana: “Ve más allá”

La escuela de Amigó, hunde sus raíces en el Evangelio de Jesús, Buena Noticia, que vino preferencialmente para los últimos de la fila, excluidos, puestos a la vera del camino, o como Jesús mismo lo expresa: “Cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo…” (cf. Mt 25, 31-46).

Sería atrevido afirmar la originalidad de una propuesta que comienza a construirse a finales del siglo XIX, sin tener en cuenta lo ocurrido en 19 siglos anteriores, y que fue haciéndose en diferentes personas, corrientes y acontecimientos de la historia; una Escuela que nace entre personas consagradas, necesario es admitirlo, cuyo bagaje es la espiritualidad cristiana, porque de ella nace, y concebida en la disciplina de la ascética que regula, da forma, corrige y morigera, para hacer camino hacia la perfección de la mística, como el sueño de la felicidad como el querer de Dios para hombres y mujeres, en especial, para los pequeños del mundo, concebidos en nuestra época como vulnerados, excluidos, víctimas, a quienes les han quitado sus derechos y hasta su voz.

El sueño de la Escuela Amigoniana, toma forma en la vida de un hombre privilegiado de la historia, quien después de vivir en el seno de su familia el dolor materno, unido a las angustias económicas del padre, en la dimensión humano cristiana que bebió en su primer hogar, y luego en la Escuela Franciscana de los frailes Capuchinos, supo levantar vuelo para escuchar a Dios en su proyecto vital y en el proyecto que, concebido en su corazón, involucraba hombres y mujeres consagrados, quienes realizarían la propuesta evangélica, contenida en el mandato testamentario amigoniano: “…Vosotros, mis amados hijos e hijas, a quienes Él ha constituido zagales de su rebaño, sois los que habéis de ir en pos de la oveja descarriada, hasta devolverla al aprisco del Buen Pastor…” (OCLA 1831).

Cuando Luis Amigó, movido por el Espíritu, funda sus dos congregaciones de Terciarias y Terciarios, sueño que albergó su corazón infantil (Cfr. Autobiografía 8-9) al vivir en su hogar y en la sociedad, necesidades sentidas (Cfr. Autobiografía 6-7) fue el mismo Señor quien lo condujo, para que, en la misión carismática que a ellas lega, deje entrever los sentimientos compasivos experimentados en su familia: “dedicándose con toda solicitud y desvelo al socorro de las necesidades espirituales y corporales de sus prójimos…” (Cfr. OCLA 2293) y “estar más dispuestos a servirles en los ministerios a que en especial se consagra esta congregación como son: la instrucción de adultos y párvulos en las Ciencias y Artes; el servicio de los enfermos, en especial a domicilio, y el régimen y dirección de las cárceles y presidios” (Cfr. OCLA 2361).

La Escuela Amigoniana podría tener como inicio el año 1885, cuando el Padre Luis Amigó, en plena epidemia del cólera, dice en su Autobiografía: “En tan aflictiva situación, y considerando yo lo mucho que debía agradar al Señor el progreso siempre creciente de la Tercera Orden, aumentada hacía poco con la Fundación de la Congregación de Religiosas Terciarias Capuchinas, ofrecí al Señor, para aplacar su justicia y que cesase la epidemia del cólera, redoblar mis esfuerzos y trabajos para dilatar más y más la Venerable Orden Tercera de Penitencia; y al momento, pasó por mi mente, y se me fijó la idea (no sé sí por inspiración divina) de completar la obra con la fundación de una Congregación de Religiosos Terciarios Capuchinos, que se dedicasen a los penados y al cuidado y moralización de los presos” (Cfr. OCLA 83).

“Recién fundada la Congregación de Terciarios, el Obispo de Madrid, pide al Padre Fundador para que sus religiosos se encarguen de la dirección de la Escuela de Reforma Santa Rita, en Madrid, España, de la que tomaron posesión, al final de octubre de 1890… esta casa, ha sido siempre la más importante fundación de la Congregación” (Cfr. OCLA 133).

Santa Rita, escuela para díscolos de la época, unos religiosos inexpertos pero con el corazón lleno de sueños morigerados por la disciplina conventual, son lugar privilegiado para el nacimiento de la Escuela Amigoniana, con un proyecto educativo y pedagógico en donde los nombres de los grupos y las actividades realizadas con los chicos, sintieron la mano y el sueño del amado Fundador y sus primeros religiosos, entre ellos, mérito especial al Beato Domingo María de Alboraya, mártir de la Guerra Civil española de 1936.

La Escuela del aprendizaje-error, tuvo cabida en la capacidad de entrega de los religiosos, adobada con su inexperiencia pedagógica, mezcla del abandono en las manos de Dios y del ejercicio de la férrea disciplina exigida para convertirse en hombres nuevos, como respuesta al llamado del Dios que palpitaba en ellos. Lentamente, con la seguridad de la confianza en Dios, el ejercicio educativo de buena voluntad, la superación personal, la credibilidad en el ser y actuar, que es de Dios, fue naciendo una metodología inicial – un camino – el de la Escuela Amigoniana, construido en las bases iniciales de la ascética y la mística cristiana que hoy, como lo describe la experta pluma del P. Juan Antonio Vives, podría definirse como el sentimiento pedagógico, que confiere un sello de identidad a la acción amigoniana y que gira en torno a estos valores esenciales:

  • “Creer ciegamente en la bondad natural de toda persona, y en consecuencia, esperar contra toda esperanza.
  • El horizonte de la realización personal es la felicidad ligada a la libertad.
  • Conocer a la persona vía el corazón y educar desde la afectuosa cercanía y la cordial dedicación.
  • Querer a cada persona en su individualidad, extremando esta compasión con los desfavorecidos, según la misericordia evangélica.
  • Crear en los grupos educativos ambiente de familia, donde el educador desempeña el rol de padre/madre y hermano mayor.
  • Ser fuerte para mantenerse fiel en la determinación de ser educador.
  • Ser vitalmente consecuente con lo que se transmite, adquiriendo así credibilidad” (Cfr. Historia de la Pedagogía Amigoniana, Juan Antonio Vives, pág. XXXIII).

Fray Marino Martínez Pérez, TC

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Migrantes y refugiados desde nuestra experiencia pastoral

La migración global es un gran desafío para una buena parte del mundo actual y una prioridad para la Iglesia Católica. En palabras y hechos, el Papa Francisco muestra repetidamente su profunda compasión por todos los desplazados: hemos sido testigos de sus encuentros con migrantes y refugiados en las Islas de Lampedusa y Lesbos; de su llamado a que se abracen plenamente: acoger, proteger, promover e integrar a los migrantes, los refugiados y las víctimas de la trata de personas…

En la línea de sinodalidad que vivimos en estos momentos en la Iglesia tenemos un gran reto: hacer un mundo cada vez más inclusivo, caminar todos juntos hacia un nosotros cada vez más grande; recomponer la familia humana, para construir juntos nuestro futuro de justicia y de paz, asegurando que nadie quede excluido.

El futuro de nuestras sociedades es un futuro “lleno de color”, enriquecido por la diversidad y las relaciones interculturales. Por eso debemos aprender hoy a vivir juntos, en armonía y paz.

Mi experiencia pastoral con migrantes y refugiados en España ha sido sobretodo en el campo de la mujer en proyecto de vivienda de acogida y de un trabajo en red con entidades que trabajan en esta línea de la migración (Proyecto Ubuntu “Mujeres Migrantes”).

Surge la necesidad de dar respuesta a la situación precaria de mujeres migrantes que están siendo golpeadas por la devastadora situación social y económica actual, mujeres que llegan como refugiadas para solicitar su asilo, y como estas solicitudes no están siendo aceptadas, pasan a ser migrantes ilegales. Están llegando mujeres por tráfico de personas, por presiones de redes de explotación sexual desde el país de origen…

A estas mujeres se les acoge, ofreciéndoles un apoyo que les impulse para poder llevar un proceso que culmine con la legalización e inserción normalizada en nuestra sociedad. Se les facilita información, orientación y apoyo en la búsqueda activa de empleo u otras ayudas sociales para poder conseguir una vivienda digna. Nuestro trabajo es de acompañamiento, una pastoral de escucha y de cercanía a cada una en sus duras situaciones y realidades personales vividas que provocan esta migración.

El trabajo  es en equipo y/o en red con otras entidades que ofertan programas de inclusión social y que trabajan con migrantes y refugiados. Relación  de las mujeres con grupos de la Parroquia que pueda propiciar conocimiento de la realidad sociocultural y del entorno. Vecinos y entorno más próximo. Comunidades y asociaciones del país de referencia. La participación en el departamento de Migraciones del Obispado, a través de la mesa de Migraciones y Refugiados, donde participan las instituciones que ven la necesidad de unirse para enfrentarse a unas leyes que están vulnerando la dignidad de las personas migrantes, es también un espacio importante, espacio de Iglesia en línea de sinodalidad, caminando juntos en este gran reto de migración global.

A nivel social, la participación en la acción no-violenta internacional en solidaridad con las personas migrantes, como es “El Círculo del Silencio”; se trata de un movimiento interinstitucional, trabajo en red, que considera que la situación en la que viven muchas personas es extremadamente precaria y apela a la conciencia de quienes hacen las leyes, de quienes las aplican y de aquellos en cuyo nombre son hechas, para hacer posible una política más respetuosa con la dignidad de las personas. También pretenden ayudar a tomar conciencia, interiorizar y ser un elemento de interpelación a la sociedad sobre la situación de extrema gravedad que muchas personas sufren en Europa como refugiados (www.circulosdelsilencio.es).

Todos tenemos en nuestras retinas las imágenes de refugiados de la guerra en Ucrania. Nosotras, como Terciarias Capuchinas, hemos dado una respuesta de acción pastoral a esta realidad actual a través de nuestras Hermanas en Polonia, una acción pastoral real y viva. Ellas mismas escribían: “En la primera acogida lo importante fue transmitir: no tengas miedo, aquí te ayudaremos, aquí no hay bombas, aquí vas a estar segura y tus hijos también… Acogida y cubrir lo básico… comida, ducha, cama… Y después la escucha de los miedos, lloros, desentendimientos… después de unos meses, la escucha sigue siendo lo más importante en la pastoral… No preguntamos por su fe y no respondemos porque pasa esto… Escuchamos el dolor, las memorias y sobre todo pequeñas dificultades y gozos del día a día y el deseo de volver a la normalidad. Cuando podemos, ayudamos, cuando no podemos, intentamos estar cerca. Nunca juzgar opiniones y pensamiento, sino acoger con el corazón…”

 Nuestro Padre Fundador, ayer y hoy, nos continúa induciendo a dar la vida para llevar la salvación que Cristo nos ofrece a todos sin distinción, poniéndonos en camino con el otro, con los otros, no delante sino al lado de los otros, llevando la misericordia y la compasión que el mundo necesita. El P. Luis Amigó, hombre que supo fiarse de Dios y responder a los signos de los tiempos desde lo concreto de la vida, es referencia también para nosotras Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia, a tener los ojos bien abiertos y el corazón encendido, como los discípulos de Emaús. Y tener los ojos abiertos, nos hace tomar conciencia de que estamos viviendo un momento difícil de la historia humana y un momento delicado en la vida de la Iglesia y de la vida religiosa, pero al mismo tiempo, un momento de gracia, porque experimentamos la presencia cercana e incondicional del Dios de la historia que nos mira con ojos misericordiosos y nos conforta. Lo nuestro es ser significativos evangélicamente y no solo eficientes pastoralmente.

Todos estamos llamados a seguir el camino abierto por el Papa Francisco, un camino que se define como «la revolución de la ternura», en el cual nos invita a no tener miedo de globalizar la solidaridad para acoger a los refugiados y a los emigrantes, recordándonos que ellos son «la carne de Cristo».

Hna. Matilde Mena Moreno, Tc

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Compromiso con la creación: Una propuesta de autosostenibilidad

“La vitalidad de la Tierra y el futuro de la especie humana solo estarán garantizados si conseguimos dotarlos de sostenibilidad. De lo contrario, el futuro puede ser muy oscuro” (Boff, L. (2013). La sostenibilidad. Qué es y qué no es).

“No somos Dios. La tierra nos precede y nos ha sido dada”, afirma el Papa Francisco en su carta magna ecológica, Laudato Si, para responder a la acusación de que en nuestra tradición judeo-cristiana, el relato del Génesis que invita a “dominar» la tierra (cf. Gn 1,28), favorece la explotación salvaje de la naturaleza, y presenta una imagen del ser humano dominante y destructivo. Aclara el Papa que ésta no es una correcta interpretación de la Biblia. Hoy debemos leer los textos bíblicos en su contexto, con una hermenéutica adecuada, y recordar que ellos nos invitan a “labrar y cuidar” el jardín del mundo (cf. Gn 2,15).

Teniendo en cuenta que “labrar” significa cultivar, arar o trabajar, y “cuidar” significa proteger, custodiar, preservar, guardar, vigilar, esto implica una relación de reciprocidad responsable entre el ser humano y la naturaleza, en el contexto de la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, según concluye el Papa en la misma Encíclica. Esto genera condiciones para la autosostenibilidad o, en un término de mayor proyección, sostenibilidad, definido en 1987 por las Naciones Unidas, como lo que permite “satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la habilidad de las futuras generaciones de satisfacer sus necesidades propias”. De este modo, un discurso ecológico va de la mano del discurso social y no podemos pensar en sostenibilidad sin considerar a los más pobres, quienes son los que sufren mayormente las consecuencias del mal manejo ambiental.

Ese es nuestro compromiso con la creación: habitarla como un Oikos, llamada “Casa Común” por el Papa y entrar en alteridad con ella, en el sentido de que siendo “otra”, establecemos relaciones de cuidado y de reciprocidad. Ella nos nutre y sostiene y, a su vez, nosotros la cuidamos y permitimos su restablecimiento, de tal manera que se garantice su perdurabilidad. De igual modo, como obra de la creación, debe ser mirada la humanidad para su dignificación y el bien común, en busca de un desarrollo sostenible.

En la llamada Agenda 2030, las Naciones Unidas, en el año 2015, establecieron 17 objetivos para lograr el desarrollo sostenible (ODS) en el planeta, que abarcan tres dimensiones fundamentales, social, económica y ambiental. Los objetivos priorizan la lucha contra la pobreza y el hambre, la defensa de los derechos humanos, la educación inclusiva y equitativa, la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, el cambio hacia patrones de consumo responsables y un crecimiento económico respetuoso con el planeta. Se plantearon con una visión holística y sistémica, ya que en el mundo todo está conectado, para ser aplicados en escenarios locales, regionales, nacionales y globales, incluyendo el compromiso de los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil, en cada contexto particular.

Como Congregación que le apuesta a dignificar la vida humana en un entorno que es necesario cuidar, hemos sido expresión de algunos de los ODS y hoy de manera especial, tenemos el reto de asumirlos con mayor compromiso evangélico y misionero. Nuestro esfuerzo se ha concretado en seis (6) de los 17 ODS:

Objetivo 1: Poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo. La opción preferencial por los pobres, la cual se expresa con la presencia de nuestra Congregación entre los excluidos y personas más vulnerables de la sociedad.

Objetivo 2: Poner fin al hambre. Hemos contribuido a lograr la seguridad alimentaria y mejorar la nutrición en población en condición de vulnerabilidad, como son los menores, niñas adolescentes, estudiantes y adultos mayores.

Objetivo 3: Garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades. La promoción de la salud, la prevención de la enfermedad y atención para el bienestar y la salud, han sido uno de los pilares en la misión evangelizadora.

Objetivo 4: Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos. La educación para la vida, clave para salir de la pobreza, ha enarbolado nuestra propuesta evangélica.

Objetivo 5: Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas. En procura de menor discriminación y violencia contra las mujeres, trabajamos en las áreas de Protección, Salud, Educación y Promoción Social.

Objetivo 12: Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles. Nuestro enfoque es educar permanentemente sobre consumo responsable y estilos de vida que no riñan con el cuidado ambiental y que, además, se optimice el uso de los recursos.

Los demás objetivos nos convocan como parte de la creación, para la sostenibilidad en todas sus dimensiones, contando con la solidaridad del mundo. Hagamos lo nuestro con la conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos, como reitera el Papa en la Laudato si (202), siendo hijas de Francisco de Asís, patrono de la ecología y de Luis Amigó, el hombre de la ecología integral por su vida armonizada e íntegra, para esforzarnos en acciones que le den autosostenibilidad a la naturaleza y a la vida humana.

HNA. SOR ALICIA VÁSQUEZ, TC y GABBY VÁSQUEZ

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Acompañar en el ocaso de la existencia “Mi experiencia de acompañamiento a mis hermanas mayores y enfermas”

Antes de compartir mi vivencia en relación a este tema, quiero anotar algunos elementos que ayudan a contextualizar mis palabras: Vengo de un país donde está presente una pequeña porción de nuestra querida Congregación, las obras son de carácter misionero y de trabajo en la pastoral parroquial, comunidades con pocas hermanas, por eso, uno de los alicientes de venir a Colombia a la formación o por otros motivos es conocer comunidades con bastantes hermanas y casas con hermanas mayores, de tal modo que planificar un viaje a Medellín siempre incluye la visita y el compartir con nuestras hermanas mayores y enfermas.

Nuestras Constituciones dicen que: “Ellas, han gastado sus energías al servicio de la Congregación y ahora nos animan con su experiencia y testimonio de fidelidad al Señor” (Const. 34). Y así es, las hermanas que llegan a esta comunidad viven una etapa concreta de su vida con características propias: reducción del ritmo de vida, tener más tiempo para las cosas, especialmente la oración que, junto al dolor son la ofrenda cotidiana a Dios y una forma de continuar la misión en el mundo. También sienten impotencia, miedo, dolor, necesidad de escucha, compañía y ayuda de los demás, empiezan a depender. Aunque sabemos que es una etapa de vida normal, no siempre estamos listas para transitarla, nos toma por sorpresa y supone un proceso adaptarse a los cambios.

Llevo 5 meses acompañando a la comunidad “Nuestra Señora de Montiel” en Medellín donde comparto la vida con hermanas mayores y enfermas junto a un grupo de hermanas que formamos el “equipo de apoyo” de la comunidad, somos las encargadas inmediatas de velar por su bienestar.

Si me preguntan ¿Qué significa esta misión para mí? Digo que, como toda misión implica un servicio que acojo con fe y buena disposición; una oportunidad para amar, servir y crecer. Aunque no tenía experiencia de trabajo en esta área, tengo dos claridades que me ayudan, “la misión es con mis hermanas” y “caminamos juntas”; esto es clave para asumir con amor el día a día, que siempre está lleno de novedades y sentir que todas vamos de camino a ritmos distintos, pero juntas como nos pide la sinodalidad. 

 

Algunos aprendizajes para la vida:

1. Vivir la acogida y el respeto. 

En un mundo donde el adulto mayor es excluido, VER a las hermanas como mayores; reconocer que llegaron primero a la Congregación, que han recorrido un camino de seguimiento y de servicio que nosotras continuamos, me ayuda a valorar y respetar a cada una en su propia realidad.

2. Sentir y expresar gratitud. 

Las hermanas que están en la comunidad han gastado su vida y sus energías viviendo su vocación y realizando una misión, no importa si en cargos relevantes o servicios humildes, todas llevan el listón en alto “HE AQUÍ UNA SEGUIDORA DE JESUS, CONSTRUCTORA DE LA CONGREGACIÓN”, es un mérito que nadie puede anular; por tanto, ante su presencia solo gratitud, mucha gratitud para honrar su legado.

3. Contemplar la obra de Dios, acoger una bendición. 

Cada hermana es un SIGNO elocuente de lo que Dios es capaz de hacer en cada ser humano cuando lo toma por su cuenta; a veces, en medio de sus limitaciones no es muy fácil descubrir “la obra que Dios ha hecho en ellas”. Sin embargo, en sus vidas se refleja la fidelidad y misericordia de Dios y su actuar salvador.

4. Admirar lo esencial. 

En la edad adulta se pierden muchas facultades físicas o mentales y es   sorprendente encontrar la esencia de cada hermana. Lo que cultivó durante su vida es lo que permanece, así se puede disfrutar de la alegría, la oración, la disponibilidad, la fortaleza, el servicio activo entre los numerosos dones que Dios colocó en el corazón de ellas.

Es hermoso contemplar algunos detalles de este presente de las hermanas que simplemente llena el corazón de ternura y admiración: el sentido de Dios y su relación con él, ya no con numerosas palabras ni grandes discursos; solo saben estar, son como velitas al pie del sagrario;. Un gran testimonio es que aun en su dolor buscan la comunidad y preguntan, ¿dónde están todas?; dicen, “lléveme donde están todas”; a pesar de que ya no salen de casa persiste en ellas el sentido de ayudar a los otros, especialmente a los pobres, se preocupan por los demás, por quienes las cuidan, crean vínculos y comparten su sabiduría en palabras de ánimo y mensajes que los ayudan a crecer; también es notorio su sentido de pertenencia a la Congregación, preguntan por las hermanas, piden se les repitan los nombres una y otra vez, que les digan por quién hay que orar y, si llegan a estos espacios las jóvenes formandas, les gusta contarles una y otra vez sus historias, ofreciendo la oración y dándoles consejos; son para ellas como la abuela con sus nietos. 

Finalmente, para quien lee este relato, la invitación a valorar a los adultos que están en su entorno; ellos tienen mucho que dar, no perdamos la ocasión para compartir mutuamente cercanía, ternura, compañía y ayuda. 

Hna. Bilma Freire Chamorro,  Tc     

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Abrazar la realidad personal, la realidad de los hermanos/as y de la creación, es punto de partida de nuestro camino sinodal

Con la convocatoria al XXIII Capítulo general comenzó a resonar en la oración y en el espíritu el tema alrededor del cual, gira la experiencia congregacional-capitular en sus diversas fases: “Fortalecidas en el Espíritu abrazamos nuestra realidad y a la humanidad sufriente, avanzando con esperanza en un camino sinodal”. 

Este tema nos ubica inicialmente en lo que de nuestra realidad personal está débil, proponiéndonos la intuición de dejarnos fortalecer por el Espíritu, que llama  a re-encantarnos, “a recuperar los grandes deseos, las marcas de las heridas de nuestra pasión por Jesús y el Reino” (cf. José Mª. Arnaiz, SM, “Del desencanto al encanto, pasando por el re encanto”), a volver a la fuente que nos sedujo, volver a las raíces que quizá no hemos cuidado y regado juiciosamente, pero que se encuentran en el mejor terreno, el de la pertenencia fundamental: Jesús y su Reino. 

El ser y hacer en el futuro de nuestra familia congregacional ya nos está dejando vislumbrar espacios y misiones bien delimitadas a las que nos está re-enviando: “Abrazar nuestra realidad personal, comunitaria, y la de cada Demarcación. Abrazar la realidad del entorno en la que bulle el sufrimiento de nuestros hermanos y de la creación”.  Una vez reconocidas estas realidades, optar con humildad por retomar juntas el camino, para re-comenzar a re-crear posibilidades de reparación, de cercanía, de apoyo mutuo, y sobre todo de seguridad y esperanza, con la convicción de que en este nuevo envío no vamos solas y podemos suscitar un nuevo Pentecostés: como experiencia de re-encanto, de re-nacimiento en la vida para el seguimiento a Jesús en gozo testimonial de discípulas, estimuladas y acompañadas por nuestros fundadores, por sus experiencias de conversión y compromiso de cara al Evangelio.

Francisco y Clara de Asís, el Padre Luis Amigó y nuestras hermanas de la primera hora de nuevo aparecen a nuestro lado, casi que tomándonos de la mano para conducirnos a las ruinas, a nuestras vulnerabilidades, no sólo las externas, sino aquellas que muy adentro gimen y claman compasión. “El leproso” excluido de la convivencia, de la armonía, de la fraternidad, de la actividad, del gozo y de la esperanza, al que quizá hemos llevado escondido, y no escuchado, ignorado, pensando que “puede quedarse allí” y que “aguanta un poco más”. 

Esta realidad hoy es tocada en la familia-comunidad, y nos está invitando a abrazarla, a trabajar como hermanas en la cercanía que llevó al reconocimiento, al abrazo y beso que transformó la realidad personal del leproso y del Hermano Francisco conduciéndolo luego a San Damián, al lugar del encuentro, con el Cristo roto, desfigurado, empolvado, olvidado, victimizado en el hermano y hermana con quienes vivimos. Es un proceso de reconocimiento e identificación lento y difícil, pero excelente vía hacia la experiencia del dinamismo reparador de nuestro ser, capacitado, para enfrentarnos a las causas internas y externas de nuestra inseguridad y egoísmo orgulloso, acogiendo la posibilidad de encontrar nuevas realidades, nuevas búsquedas en el camino pascual de la Congregación.

Ubicarnos como consagradas, como laicos comprometidos, con  la realidad personal que hoy nos acompaña, ante el amor extremo que llevó a Jesús hasta la cruz, es la oportunidad de sentir la proyección de ese amor, en el don de los hermanos, con los que es posible fusionar respuestas, cualidades, actitudes, ideales, opciones, fuerzas y re-comenzar  poniendo nuestro granito de arena en el fortalecimiento de la vida y la vocación, de la identidad y la misión como Terciarias Capuchinas, ante la humanidad que igualmente sufre nuevas, profundas y graves vulnerabilidades: “…el flagelo de la miseria, el hambre, desempleo, las enfermedades sin posibilidad de acceso a centros de salud, la desescolarización, el trabajo infantil y juvenil para sobrevivencia de la familia, la trata de mujeres y niños, el tráfico de órganos, la carencia de vivienda, desplazamientos, guerras, administraciones políticas y hasta eclesiales corruptas, en fin esclavitudes e injusticias de todo tipo, el grito de la destrucción de la casa común y la “cultura del descarte” que afecta sobre todo a las mujeres, los migrantes y refugiados, los ancianos, los pueblos originarios y afrodescendientes”… Duele “el impacto y las consecuencias de la pandemia que incrementa más las desigualdades sociales, comprometiendo incluso la seguridad alimentaria de gran parte de nuestra población. Duele el clamor de los que sufren a causa del clericalismo y el autoritarismo en las relaciones, que lleva a la exclusión de hermanos, de laicos, de manera especial a las mujeres en las instancias de discernimiento y toma de decisiones sobre la misión de la Iglesia… preocupa la “falta de profetismo y la solidaridad efectiva con los más pobres y vulnerables…” (cf. Mensaje final de la Asamblea eclesial de AL y el Caribe).

Este mar de situaciones anti-Reino, sigue reconociendo en la vida consagrada, a mujeres, hermanas y discípulas portadoras de esperanza, asistidas por el Espíritu del Señor que hace nuevas todas las cosas; y confía y espera  que “volvamos cantando de  la experiencia capitular congregacional”, ofreciendo frutos compasivos de escucha, discernimiento, perdón, y actitud misionera más sensible, decidida y arriesgada para diseñar, crear y estrenar formas nuevas de anunciar para caminar juntas, haciendo posible un mundo nuevo, una creación revitalizada por la fraternidad activa, sencilla y menor, impulsadas por la espiritualidad franciscano-amigoniana y decididas a poner en común no solo vulnerabilidades, sino posibilidades, intuiciones, exigencias, vocación, opciones, contrariándonos incluso  nosotras mismas, contrariando costumbres, proyectos, seguridades, formas de vida y de pensar. 

Entonces comenzaremos a vivir el XXIII Capítulo general, como un paso más en el camino de reestructuración de nuestro estilo de vida y misión, celebrando el banquete de bodas, en el que, si se han vaciado las tinajas de vino y sentimos la amenaza del fin de la fiesta, podamos también sentir a la mujer que ha sabido decir un SÍ sin límites aun en medio del caos; ella nos muestra el quehacer que libera de la tristeza, el abatimiento, la desconfianza, el temor que muchas veces nos embarga: “Hagan lo que Él les diga…” y el banquete capitular, personal, comunitario agilizará nuestras manos, voluntades y libertad, para hacer rebosar las tinajas vacías y permitirnos probar el vino nuevo, el mejor y la capacidad de retomar la motivación y opción inicial y fuente de nuestra profesión religiosa, de nuestro compromiso frente a la vida en abundancia para todos, frente al lamento multiplicado por tantos cristos, tantas voces, tantas realidades que nos piden: “Ve y repara mi casa”. 

Hna. Ana Mora, Tc

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Asumir el reto de hacer silencio para escuchar

Año «Familia Amoris Laetitia»

El 19 de marzo del año 2016 fue firmada la Exhortación Apostólica post-sinodal “Amoris Laetitia” (La alegría del amor), en la familia. Este documento hace un compendio de dos sínodos sobre la familia convocados por el Papa Francisco en los años 2014 “La familia en el contexto de la evangelización” y en el año 2015, “La vocación y la misión en la familia, en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”.

Amoris Laetitia marcó el inicio de un camino que impulsó un nuevo enfoque pastoral hacia la realidad de la familia.

Francisco explica que la exhortación “adquiere un sentido especial” por dos razones: “la entiendo como una propuesta para las familias cristianas, que las estimule a valorar los dones del matrimonio y de la familia, y a sostener un amor fuerte y lleno de valores como la generosidad, el compromiso, la fidelidad y la paciencia” y además “procura alentar a todos para que sean signos de misericordia y cercanía allí donde la vida familiar no se realiza perfectamente o no se desarrolla con paz y gozo”.

Llegado el quinto aniversario de la exhortación apostólica, el Papa Francisco anunció un año dedicado a las familias. A este año se le conoció oficialmente como el Año «Familia Amoris Laetitia» e invitó a los católicos a reflexionar sobre el amor en la familia, iluminados por la Exhortación que recogió la experiencia y los retos de las familias de hoy y su vocación. Este Año Familia Amoris Laetitia comenzó el 19 de marzo de 2021 y concluirá el 26 de junio de 2022 con el X Encuentro Mundial de las Familias en Roma.

La Terciaria Capuchina en comunión con la Iglesia

Para las Terciarias Capuchinas representó un reto pastoral que las llevó a situarse en el contexto de una misión ejercida desde el confinamiento, el cual hizo germinar en el seno de las familias otras pandemias: maltrato intrafamiliar, abandono, divorcios, depresión, soledad, vicios, sin sentido y relativismo…

Desde el interior del Carisma amigoniano brota la inquietud de motivar la reflexión pastoral de dicha Exhortación y de participar desde la creatividad de cada obra y comunidad en la planeación y vivencia de este año. El Papa Francisco ha dedicado el Año Familia Amoris Laetitia a la Sagrada Familia de Jesús, María y José, patronos de la Congregación de Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia y modelos cercanos a nuestra humanidad, que en su disponibilidad a hacer la voluntad de Dios, su obediencia y escucha siguen iluminando y marcando el camino para construir la iglesia doméstica.

San José custodio del Año de la familia

Proponer a san José como custodio del Año de la familia, es afirmarlo como ejemplo del amor paternal y del valor y la dignidad del trabajo. Según la tradición, trabajó como un humilde carpintero en la ciudad de Nazaret. Hoy, después de tres años marcados por la pandemia (COVID 19), tanto el amor paternal como la dignidad del trabajo se han convertido en elementos esenciales para la salud y el bienestar de nuestras familias y comunidades. Este amor paternal dado a María y a Jesús les dio soporte y libertad; y hoy nos enseña a detenernos para dejarnos acompañar por la espiritualidad de Nazaret, la espiritualidad de la escucha, el diálogo y la obediencia.   

En la acción de escuchar se hace necesario hacer  silencio y vaciarse de palabras. En la Sagrada Familia de Nazaret este silencio fue disponible y generoso, capaz de hacer realidad el sueño de Dios: “Serás la madre del Emmanuel … hágase en mí” (cf. Lc 1, 26-38). “Toma a María y al niño y huye a Egipto …, se puso en camino cuando todavía era de noche” (Mt 2, 13-14), haciendo así vida las palabras que posteriormente diría Jesús: “Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lc 11, 27-28). Es en el seno del hogar donde Jesús niño aprendió que así era bienaventurado, era feliz. Es en la familia donde aprendemos a escuchar para seguir instrucciones y obedecer.

Propuesta

Es necesario que el culmen del Año de la familia se convierta en una nueva etapa propositiva, donde podamos seguir escribiendo las páginas post Amoris Laetitia y que las realidades emergentes y latentes dentro del seno de la familia sean acompañadas e iluminadas por esta carta post sinodal.

Hagamos la práctica del silencio para escuchar a Dios, escucharnos a nosotros mismos y entre nosotros, porque solo así emerge lo creativo, lo nuevo, lo que Dios quiere suscitar en el seno de la Iglesia, de nuestra iglesia doméstica.

El caminar en sinodalidad, es la propuesta que mueve hoy el seno de la Iglesia y, será desde el compromiso de cada miembro de la familia que acoge y vive su rol, donde sea posible escuchar, discernir y construir el diálogo necesario para rescatar la vida y el amor en la familia.

María, Madre de la Iglesia y Reina de las familias, interceda por nosotros.

HNA. MARIULIS GREHAN, TC

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Aproximación a los jóvenes de hoy y sus opciones

Queremos iniciar este compartir que, más que un artículo es el reflejo de nuestras vivencias, agradeciendo a las Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia por guiarnos y enseñarnos, pero sobre todo por darnos voz, en un mundo donde silenciar vidas es fácil.

Somos Carolina y Santiago, dos jóvenes colombianos, residentes en la ciudad de Medellín; tenemos 26 y 27 años respectivamente y queremos contarte un poco de nuestra experiencia, sin más pretensión que acercarte a los jóvenes de hoy y nuestras opciones. En procesos juveniles llevamos más de diez años, comenzando en este bonito cuento, gracias a la invitación de una de las hermanas.

Pertenecer a un grupo juvenil, de manera particular a la JUVAM (Juventud Amigoniana) no era visto para nosotros como una opción, teniendo en cuenta que en nuestra mente estaba lo que el mundo nos ofrecía, experiencias vacías carentes de sentido y que llenaban momentáneamente.

Para muchos jóvenes, ir en contracorriente podría asemejarse a un riesgo en cuanto al ámbito social, ser señalado, estigmatizado y en ocasiones perseguido; acercarse al mensaje de Jesús en este tiempo puede ser un acto de rebeldía, en un mundo donde es mucho más fácil poner siempre la mente fría y calculadora en datos, dinero y estadística, dejando el corazón a un lado, sin ser empáticos con el que sufre, siendo indiferentes; allí Jesús invita a mover la vida.

De esta manera iniciamos nuestro proceso JUVAM, permitiéndonos ser movidos desde dentro, aprendiendo a ser dóciles al proyecto que Jesús nos mostraba para nuestras vidas, despertando esa sensibilidad hacia el dolor de nuestros hermanos, apasionados por su mensaje; allí maduramos cada uno y juntos como equipo, crecimos en lo espiritual y nos acercamos a los que serían la misión encomendada por Dios, ser esposa y esposo, el mejor “team”, con Dios en el centro.

Hoy en día hablar de proyecto, para muchos jóvenes puede ser agobiante, tedioso y pasado de moda, se piensa que se debe planear sobre el camino o simplemente ir sorteando cada reto que se presenta, pero sin lugar a duda, por nuestro proceso juvenil, desde nuestra Diócesis en Caldas, Antioquia, podemos decir que hay jóvenes apasionados por la vida, sensibles por el hermano, críticos a lo que sucede en su entorno, activos en los ámbitos y espacios donde se toman decisiones que los impactan.

En la juventud, encontramos diversidad, hay amantes de la naturaleza, locos por la lectura y demás formas de arte y expresión, con quienes se puede tener una excelente conversación; capaces de abrirse camino y encontrar en todos estos detalles, opciones de vida.

Aproximarnos a los jóvenes no sería posible si los vemos por medio del estigma; debemos verlos en su integridad y lo que ella representa para el mundo, una fuerza vital capaz de movilizar y darle sentido a sus proyectos. En este sentido, Jesús es el ejemplo a seguir, capaz de aferrarse y amar hasta el extremo el proyecto que el Padre diseñó para su vida terrenal.

No podemos terminar este artículo sin invitarte a que te dejes mover por la fuerza de Dios, la cual nos invita a arriesgarnos, a ser valientes en momentos donde la adversidad puede oscurecer nuestro camino, pero siempre con la fe y la esperanza de que, guiados por el Espíritu y motivados por el mensaje de un Jesús joven, encontraremos la mejor opción.

¡Paz y Bien!

Con afecto,

CAROLINA & SANTIAGO