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Alzheimer: una vida sin recuerdos

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado el 21 de septiembre, Día Mundial del Alzheimer, enfermedad neurodegenerativa que altera lentamente el funcionamiento normal de los procesos cognitivos y la conducta de la persona y, gradualmente, la lleva a perder su capacidad de poder llevar una vida autónoma e independiente en el ámbito personal, familiar, laboral y social.

La vida de un enfermo de Alzheimer se caracteriza por ser  “una vida sin recuerdos” y su pérdida de la memoria lo transforma hasta llevarlo a sufrir por algo que él solo imagina y por no poder disfrutar de lo bueno que cada etapa de la vida presenta. El enfermo de Alzheimer es una persona extremamente vulnerable a la que nuestra sociedad debe tutelar, previniendo la posibilidad de cualquier tipo de abusos que podrían sufrir y protegiéndolos,  invirtiendo en esto recursos humanos y económicos. 

Los datos estadísticos resaltan que con el avanzar de la edad aumenta la posibilidad de quedar afectados por el Alzheimer, por lo que, sobre todo en los países con un alto número de personas mayores,  esta enfermedad repercute en todo el ámbito familiar de la persona afectada que tiene que enfrentar situaciones emocionalmente dolorosas y exigentes en el cotidiano vivir para acompañar a sus seres queridos enfermos.

El día mundial del Alzheimer, tiene como finalidad dar a conocer las necesidades de los enfermos y ofrecerles terapias de estimulación para la memoria y ejercicios mentales, propiciarles formación y apoyo, tanto a las personas que sufren la enfermedad como a sus cuidadores, investigar sobre el Alzheimer y sus tratamientos y promover campañas de prevención de la enfermedad, trabajando en los factores de riesgo modificables.

Con esta ocasión, a nivel de distintas realidades, se realizan varias iniciativas para mentalizar sobre esta enfermedad que, antes o después, puede tocar la vida de cada uno, para que en la medida de lo posible se pueda ayudar a prevenir los efectos devastadores de la enfermedad en la persona y en la sociedad y crear una red de asistencia integrada que acompañe al enfermo y a su familia en la dura experiencia que les toca vivir.

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Agua y fuego, un grito de la madre tierra

El día 1 de septiembre hemos celebrado la 17ª Jornada Mundial de oración por el cuidado de la creación y, en esta fecha hemos empezado el Tiempo de la Creación de este año que culminará el día 4 de octubre con la fiesta de san Francisco de Asís.

En su mensaje el Papa Francisco, haciendo referencia a sus predecesores, invita a vivir este tiempo como una oportunidad para cultivar nuestra conversión ecológica y, así, responder a la que ya el Papa Pablo VI llamó una catástrofe ecológica.

Este año 2022, el Tiempo de la creación adquiere un significado especial, sobre todo en las regiones del hemisferio norte del planeta afectadas, en estos meses de verano, por un calor tórrido, una grave sequía y los daños provocados por los numerosos incendios que han destruido hectáreas y hectáreas de áreas verdes y cultivadas, causando ingentes daños a personas y cosas. Por contrapartida, en los lugares donde ha llegado la perturbación atmosférica que traía la lluvia, han sido grandes los destrozos provocados por el agua caída torrencialmente que, penetrando en terrenos impermeabilizados por la sequía, ha seguido su curso irrumpiendo con violencia sobre todo lo que encontraba en su camino.

A los daños causados por el agua, bien sea por su ausencia como por su abundancia, se han sumado los que han sido provocados por los incendios que, lamentablemente, muchas veces se han producido por descuido del hombre.

Después de una pandemia todavía no superada, la humanidad sigue viviendo experiencias de dolor que a veces son efecto del curso natural de la vida del planeta que el hombre no puede dominar, como son la sequía o las inundaciones y, otras veces, se debe a la agresividad de quienes se mantienen insensibles al “coro de clamores amargos” que se elevan de la Tierra y de la humanidad y sigue descuidando el gran tesoro puesto en nuestras manos por el Creador. Que esta nueva experiencia de dolor contribuya a que los hombres aúnen fuerzas para saldar la “deuda ecológica” que han contraído maltratando la tierra con nuestros estilos de vida no siempre respetuosos con la creación.

 

 

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Migrantes y refugiados desde nuestra experiencia pastoral

La migración global es un gran desafío para una buena parte del mundo actual y una prioridad para la Iglesia Católica. En palabras y hechos, el Papa Francisco muestra repetidamente su profunda compasión por todos los desplazados: hemos sido testigos de sus encuentros con migrantes y refugiados en las Islas de Lampedusa y Lesbos; de su llamado a que se abracen plenamente: acoger, proteger, promover e integrar a los migrantes, los refugiados y las víctimas de la trata de personas…

En la línea de sinodalidad que vivimos en estos momentos en la Iglesia tenemos un gran reto: hacer un mundo cada vez más inclusivo, caminar todos juntos hacia un nosotros cada vez más grande; recomponer la familia humana, para construir juntos nuestro futuro de justicia y de paz, asegurando que nadie quede excluido.

El futuro de nuestras sociedades es un futuro “lleno de color”, enriquecido por la diversidad y las relaciones interculturales. Por eso debemos aprender hoy a vivir juntos, en armonía y paz.

Mi experiencia pastoral con migrantes y refugiados en España ha sido sobretodo en el campo de la mujer en proyecto de vivienda de acogida y de un trabajo en red con entidades que trabajan en esta línea de la migración (Proyecto Ubuntu “Mujeres Migrantes”).

Surge la necesidad de dar respuesta a la situación precaria de mujeres migrantes que están siendo golpeadas por la devastadora situación social y económica actual, mujeres que llegan como refugiadas para solicitar su asilo, y como estas solicitudes no están siendo aceptadas, pasan a ser migrantes ilegales. Están llegando mujeres por tráfico de personas, por presiones de redes de explotación sexual desde el país de origen…

A estas mujeres se les acoge, ofreciéndoles un apoyo que les impulse para poder llevar un proceso que culmine con la legalización e inserción normalizada en nuestra sociedad. Se les facilita información, orientación y apoyo en la búsqueda activa de empleo u otras ayudas sociales para poder conseguir una vivienda digna. Nuestro trabajo es de acompañamiento, una pastoral de escucha y de cercanía a cada una en sus duras situaciones y realidades personales vividas que provocan esta migración.

El trabajo  es en equipo y/o en red con otras entidades que ofertan programas de inclusión social y que trabajan con migrantes y refugiados. Relación  de las mujeres con grupos de la Parroquia que pueda propiciar conocimiento de la realidad sociocultural y del entorno. Vecinos y entorno más próximo. Comunidades y asociaciones del país de referencia. La participación en el departamento de Migraciones del Obispado, a través de la mesa de Migraciones y Refugiados, donde participan las instituciones que ven la necesidad de unirse para enfrentarse a unas leyes que están vulnerando la dignidad de las personas migrantes, es también un espacio importante, espacio de Iglesia en línea de sinodalidad, caminando juntos en este gran reto de migración global.

A nivel social, la participación en la acción no-violenta internacional en solidaridad con las personas migrantes, como es “El Círculo del Silencio”; se trata de un movimiento interinstitucional, trabajo en red, que considera que la situación en la que viven muchas personas es extremadamente precaria y apela a la conciencia de quienes hacen las leyes, de quienes las aplican y de aquellos en cuyo nombre son hechas, para hacer posible una política más respetuosa con la dignidad de las personas. También pretenden ayudar a tomar conciencia, interiorizar y ser un elemento de interpelación a la sociedad sobre la situación de extrema gravedad que muchas personas sufren en Europa como refugiados (www.circulosdelsilencio.es).

Todos tenemos en nuestras retinas las imágenes de refugiados de la guerra en Ucrania. Nosotras, como Terciarias Capuchinas, hemos dado una respuesta de acción pastoral a esta realidad actual a través de nuestras Hermanas en Polonia, una acción pastoral real y viva. Ellas mismas escribían: “En la primera acogida lo importante fue transmitir: no tengas miedo, aquí te ayudaremos, aquí no hay bombas, aquí vas a estar segura y tus hijos también… Acogida y cubrir lo básico… comida, ducha, cama… Y después la escucha de los miedos, lloros, desentendimientos… después de unos meses, la escucha sigue siendo lo más importante en la pastoral… No preguntamos por su fe y no respondemos porque pasa esto… Escuchamos el dolor, las memorias y sobre todo pequeñas dificultades y gozos del día a día y el deseo de volver a la normalidad. Cuando podemos, ayudamos, cuando no podemos, intentamos estar cerca. Nunca juzgar opiniones y pensamiento, sino acoger con el corazón…”

 Nuestro Padre Fundador, ayer y hoy, nos continúa induciendo a dar la vida para llevar la salvación que Cristo nos ofrece a todos sin distinción, poniéndonos en camino con el otro, con los otros, no delante sino al lado de los otros, llevando la misericordia y la compasión que el mundo necesita. El P. Luis Amigó, hombre que supo fiarse de Dios y responder a los signos de los tiempos desde lo concreto de la vida, es referencia también para nosotras Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia, a tener los ojos bien abiertos y el corazón encendido, como los discípulos de Emaús. Y tener los ojos abiertos, nos hace tomar conciencia de que estamos viviendo un momento difícil de la historia humana y un momento delicado en la vida de la Iglesia y de la vida religiosa, pero al mismo tiempo, un momento de gracia, porque experimentamos la presencia cercana e incondicional del Dios de la historia que nos mira con ojos misericordiosos y nos conforta. Lo nuestro es ser significativos evangélicamente y no solo eficientes pastoralmente.

Todos estamos llamados a seguir el camino abierto por el Papa Francisco, un camino que se define como «la revolución de la ternura», en el cual nos invita a no tener miedo de globalizar la solidaridad para acoger a los refugiados y a los emigrantes, recordándonos que ellos son «la carne de Cristo».

Hna. Matilde Mena Moreno, Tc

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Compromiso con la creación: Una propuesta de autosostenibilidad

“La vitalidad de la Tierra y el futuro de la especie humana solo estarán garantizados si conseguimos dotarlos de sostenibilidad. De lo contrario, el futuro puede ser muy oscuro” (Boff, L. (2013). La sostenibilidad. Qué es y qué no es).

“No somos Dios. La tierra nos precede y nos ha sido dada”, afirma el Papa Francisco en su carta magna ecológica, Laudato Si, para responder a la acusación de que en nuestra tradición judeo-cristiana, el relato del Génesis que invita a “dominar» la tierra (cf. Gn 1,28), favorece la explotación salvaje de la naturaleza, y presenta una imagen del ser humano dominante y destructivo. Aclara el Papa que ésta no es una correcta interpretación de la Biblia. Hoy debemos leer los textos bíblicos en su contexto, con una hermenéutica adecuada, y recordar que ellos nos invitan a “labrar y cuidar” el jardín del mundo (cf. Gn 2,15).

Teniendo en cuenta que “labrar” significa cultivar, arar o trabajar, y “cuidar” significa proteger, custodiar, preservar, guardar, vigilar, esto implica una relación de reciprocidad responsable entre el ser humano y la naturaleza, en el contexto de la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, según concluye el Papa en la misma Encíclica. Esto genera condiciones para la autosostenibilidad o, en un término de mayor proyección, sostenibilidad, definido en 1987 por las Naciones Unidas, como lo que permite “satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la habilidad de las futuras generaciones de satisfacer sus necesidades propias”. De este modo, un discurso ecológico va de la mano del discurso social y no podemos pensar en sostenibilidad sin considerar a los más pobres, quienes son los que sufren mayormente las consecuencias del mal manejo ambiental.

Ese es nuestro compromiso con la creación: habitarla como un Oikos, llamada “Casa Común” por el Papa y entrar en alteridad con ella, en el sentido de que siendo “otra”, establecemos relaciones de cuidado y de reciprocidad. Ella nos nutre y sostiene y, a su vez, nosotros la cuidamos y permitimos su restablecimiento, de tal manera que se garantice su perdurabilidad. De igual modo, como obra de la creación, debe ser mirada la humanidad para su dignificación y el bien común, en busca de un desarrollo sostenible.

En la llamada Agenda 2030, las Naciones Unidas, en el año 2015, establecieron 17 objetivos para lograr el desarrollo sostenible (ODS) en el planeta, que abarcan tres dimensiones fundamentales, social, económica y ambiental. Los objetivos priorizan la lucha contra la pobreza y el hambre, la defensa de los derechos humanos, la educación inclusiva y equitativa, la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, el cambio hacia patrones de consumo responsables y un crecimiento económico respetuoso con el planeta. Se plantearon con una visión holística y sistémica, ya que en el mundo todo está conectado, para ser aplicados en escenarios locales, regionales, nacionales y globales, incluyendo el compromiso de los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil, en cada contexto particular.

Como Congregación que le apuesta a dignificar la vida humana en un entorno que es necesario cuidar, hemos sido expresión de algunos de los ODS y hoy de manera especial, tenemos el reto de asumirlos con mayor compromiso evangélico y misionero. Nuestro esfuerzo se ha concretado en seis (6) de los 17 ODS:

Objetivo 1: Poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo. La opción preferencial por los pobres, la cual se expresa con la presencia de nuestra Congregación entre los excluidos y personas más vulnerables de la sociedad.

Objetivo 2: Poner fin al hambre. Hemos contribuido a lograr la seguridad alimentaria y mejorar la nutrición en población en condición de vulnerabilidad, como son los menores, niñas adolescentes, estudiantes y adultos mayores.

Objetivo 3: Garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades. La promoción de la salud, la prevención de la enfermedad y atención para el bienestar y la salud, han sido uno de los pilares en la misión evangelizadora.

Objetivo 4: Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos. La educación para la vida, clave para salir de la pobreza, ha enarbolado nuestra propuesta evangélica.

Objetivo 5: Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas. En procura de menor discriminación y violencia contra las mujeres, trabajamos en las áreas de Protección, Salud, Educación y Promoción Social.

Objetivo 12: Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles. Nuestro enfoque es educar permanentemente sobre consumo responsable y estilos de vida que no riñan con el cuidado ambiental y que, además, se optimice el uso de los recursos.

Los demás objetivos nos convocan como parte de la creación, para la sostenibilidad en todas sus dimensiones, contando con la solidaridad del mundo. Hagamos lo nuestro con la conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos, como reitera el Papa en la Laudato si (202), siendo hijas de Francisco de Asís, patrono de la ecología y de Luis Amigó, el hombre de la ecología integral por su vida armonizada e íntegra, para esforzarnos en acciones que le den autosostenibilidad a la naturaleza y a la vida humana.

HNA. SOR ALICIA VÁSQUEZ, TC y GABBY VÁSQUEZ

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El Papa Francisco nos regala un texto dedicado a la liturgia

El pasado 29 de junio, fue publicada la Carta Apostólica del Papa Francisco “Desiderio desideravi” sobre la formación litúrgica del Pueblo de Dios. En Vatican News, compartimos la reflexión realizada por don Juan Manuel Sierra López, Profesor de liturgia en la Universidad Eclesiástica de San Dámaso de Madrid, España.

El comunicado del Dicasterio para el Culto Divino, al anunciar este nuevo documento, nos lo presenta como una reflexión (meditación) sobre la belleza de la celebración litúrgica. Aunque el Dicasterio advierte, previamente, que siguiendo al Motu proprio «Traditionis custodes», pretende acrecentar la comunión eclesial conforme a los libros litúrgicos de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II.

Estructura de Desiderio desideravi (Dd)

El tema que aparece en el encabezamiento es: «la formación litúrgica del Pueblo de Dios». El texto de Dd comienza con una breve presentación (n. 1) donde el Papa explica que después de Traditionis custodes quiere reflexionar sobre la liturgia.

Más claramente expresa su intención en el número 16, al tratar del sentido teológico de la liturgia, cuando escribe: «Con esta carta […] quisiera simplemente invitar a toda la Iglesia a redescubrir, custodiar y vivir la verdad y la fuerza de la celebración cristiana».

Todavía, en el número 61, a modo de conclusión, pide que se ayude al pueblo santo de Dios a beber de la fuente principal de la espiritualidad cristiana, redescubriendo los principios que expresa la Constitución “Sacrosanctum Concilium” del Concilio Vaticano II sobre la sagrada liturgia.

Y como broche final, en el último párrafo de la Carta, el Papa pide abandonar las polémicas para escuchar lo que el Espíritu dice a la Iglesia, manteniendo la comunión, la admiración por la belleza de la liturgia, bajo la mirada de María.

Fuente: Vatican News

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El vaticano ante la revocación del aborto en EEUU “Es una poderosa invitación a reflexionar juntos”

Las 50 jurisdicciones de Estados Unidos podrán o no restringir el aborto. La Corte Suprema de los Estados Unidos, el máximo tribunal del país, decidió revocar el derecho constitucional al aborto, dejando o no la interrupción del embarazo a los Estados. La votación se efectuó el viernes 24 de junio. La decisión se asentó con una mayoría de 6 a 3.

Ante tal acontecimiento, el cual marca la historia del país norteamericano, el Vaticano, a través de la Pontificia Academia para la Vida, indicó que esta decisión permitirá asegurar una educación sexual adecuada y garantizar una asistencia sanitaria accesible a todos, cuyo Presidente, el arzobispo Vincenzo Paglia aseguró, además, que la decisión de la Corte servirá de reflexión para muchas naciones.

“Frente a la sociedad occidental que está perdiendo su pasión por la vida, este acto es una poderosa invitación a reflexionar juntos sobre el grave y urgente problema de la generatividad humana y las condiciones que la hacen posible; al elegir la vida, está en juego nuestra responsabilidad por el futuro de la humanidad”, declaró el arzobispo.

Tras sus declaraciones, Mons. Vincenzo instó a reabrir un debate no ideológico sobre el lugar que ocupa la protección de la vida en una sociedad civil y pidió a las naciones brindar una sólida asistencia a las madres, a las parejas y a los niños por nacer.

“El hecho de que un gran país con una larga tradición democrática haya cambiado su posición sobre esta cuestión, también interpela al mundo entero. No es justo que el problema se deje de lado sin una consideración global adecuada. La protección y defensa de la vida humana no es una cuestión que pueda quedar confinada al ejercicio de los derechos individuales, sino que es un asunto de amplio calado social”, enfatizó.

Además del Vaticano, la campaña provida de los Estados Unidos también se pronunció y declaró el fallo de la Corte Suprema como “un día trascendental para los derechos humanos”.

Varias jurisdicciones de Estados Unidos ya anunciaron que prohibirán el aborto en su territorio, entre ellas: Alabama, Arkansas, Ohio, Oklahoma, Texas, Wisconsin, Dakota del Norte, Dakota del Sur, Idaho, Kentucky, Luisiana, Michigan, Mississippi, Misuri, Tennessee, Utah y Wyoming.

Fuente: Revista Semana

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Miles de migrantes mueren en busca del “Sueño americano”

El Tapón de Darién y la frontera con Estados Unidos son los puntos más mortíferos.

Millones de migrantes transfronterizos en América anhelan mejores condiciones socioeconómicas. Solo en el 2021, se registraron más de cinco millones de migrantes en el continente, según datos de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).

Lo lamentable es que, por su desesperación, miles de ellos mueren asfixiados, ahogados y masacrados sobre todo en el Tapón de Darién, ubicado entre Colombia y Panamá, y en la frontera con Estados Unidos.

Más de 6.000 migrantes han sido reportados como desaparecidos o muertos en América desde 2014 hasta hoy, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). El 60% de los decesos tuvieron lugar en la frontera entre México y Estados Unidos. Mientras que unas 1.750 personas murieron ahogadas, en el río Bravo, frontera natural entre México y Estados Unidos; la falta de agua, alimentos y de un sitio para quedarse costó la vida a 861 personas. Otros migrantes fueron víctimas de la violencia, de accidentes o murieron por viajar en condiciones infrahumanas.

Otra de las problemáticas que enfrentan las personas es que, cruzando el continente con sus pertenencias y familias a cuestas, se convierten en víctimas de los grupos criminales. Se ha comprobado que muchos de ellos sufren extorsiones, violencia sexual y robos.

Cambios en las dinámicas migratorias

De acuerdo con Maureen Meyer, funcionaria de Washington Office on Latin America (WOLA), las dinámicas migratorias cambiaron por el fuerte impacto económico provocado por la pandemia. Esto ha ocasionado que no solo se vea migrar a centroamericanos y mexicanos, sino también a sudamericanos y haitianos.

Otras de las variaciones observadas es que los migrantes no solo están considerando a Estados Unidos como una opción para cumplir su «sueño americano». Otros destinos como México, Colombia, Ecuador, Perú, Costa Rica, Chile, Canadá y Brasil, se han convertido en importantes destinos migratorios, así lo explicó William Spindler, portavoz de ACNUR para América Latina en DW.

Fuente: DW

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Acompañar en el ocaso de la existencia “Mi experiencia de acompañamiento a mis hermanas mayores y enfermas”

Antes de compartir mi vivencia en relación a este tema, quiero anotar algunos elementos que ayudan a contextualizar mis palabras: Vengo de un país donde está presente una pequeña porción de nuestra querida Congregación, las obras son de carácter misionero y de trabajo en la pastoral parroquial, comunidades con pocas hermanas, por eso, uno de los alicientes de venir a Colombia a la formación o por otros motivos es conocer comunidades con bastantes hermanas y casas con hermanas mayores, de tal modo que planificar un viaje a Medellín siempre incluye la visita y el compartir con nuestras hermanas mayores y enfermas.

Nuestras Constituciones dicen que: “Ellas, han gastado sus energías al servicio de la Congregación y ahora nos animan con su experiencia y testimonio de fidelidad al Señor” (Const. 34). Y así es, las hermanas que llegan a esta comunidad viven una etapa concreta de su vida con características propias: reducción del ritmo de vida, tener más tiempo para las cosas, especialmente la oración que, junto al dolor son la ofrenda cotidiana a Dios y una forma de continuar la misión en el mundo. También sienten impotencia, miedo, dolor, necesidad de escucha, compañía y ayuda de los demás, empiezan a depender. Aunque sabemos que es una etapa de vida normal, no siempre estamos listas para transitarla, nos toma por sorpresa y supone un proceso adaptarse a los cambios.

Llevo 5 meses acompañando a la comunidad “Nuestra Señora de Montiel” en Medellín donde comparto la vida con hermanas mayores y enfermas junto a un grupo de hermanas que formamos el “equipo de apoyo” de la comunidad, somos las encargadas inmediatas de velar por su bienestar.

Si me preguntan ¿Qué significa esta misión para mí? Digo que, como toda misión implica un servicio que acojo con fe y buena disposición; una oportunidad para amar, servir y crecer. Aunque no tenía experiencia de trabajo en esta área, tengo dos claridades que me ayudan, “la misión es con mis hermanas” y “caminamos juntas”; esto es clave para asumir con amor el día a día, que siempre está lleno de novedades y sentir que todas vamos de camino a ritmos distintos, pero juntas como nos pide la sinodalidad. 

 

Algunos aprendizajes para la vida:

1. Vivir la acogida y el respeto. 

En un mundo donde el adulto mayor es excluido, VER a las hermanas como mayores; reconocer que llegaron primero a la Congregación, que han recorrido un camino de seguimiento y de servicio que nosotras continuamos, me ayuda a valorar y respetar a cada una en su propia realidad.

2. Sentir y expresar gratitud. 

Las hermanas que están en la comunidad han gastado su vida y sus energías viviendo su vocación y realizando una misión, no importa si en cargos relevantes o servicios humildes, todas llevan el listón en alto “HE AQUÍ UNA SEGUIDORA DE JESUS, CONSTRUCTORA DE LA CONGREGACIÓN”, es un mérito que nadie puede anular; por tanto, ante su presencia solo gratitud, mucha gratitud para honrar su legado.

3. Contemplar la obra de Dios, acoger una bendición. 

Cada hermana es un SIGNO elocuente de lo que Dios es capaz de hacer en cada ser humano cuando lo toma por su cuenta; a veces, en medio de sus limitaciones no es muy fácil descubrir “la obra que Dios ha hecho en ellas”. Sin embargo, en sus vidas se refleja la fidelidad y misericordia de Dios y su actuar salvador.

4. Admirar lo esencial. 

En la edad adulta se pierden muchas facultades físicas o mentales y es   sorprendente encontrar la esencia de cada hermana. Lo que cultivó durante su vida es lo que permanece, así se puede disfrutar de la alegría, la oración, la disponibilidad, la fortaleza, el servicio activo entre los numerosos dones que Dios colocó en el corazón de ellas.

Es hermoso contemplar algunos detalles de este presente de las hermanas que simplemente llena el corazón de ternura y admiración: el sentido de Dios y su relación con él, ya no con numerosas palabras ni grandes discursos; solo saben estar, son como velitas al pie del sagrario;. Un gran testimonio es que aun en su dolor buscan la comunidad y preguntan, ¿dónde están todas?; dicen, “lléveme donde están todas”; a pesar de que ya no salen de casa persiste en ellas el sentido de ayudar a los otros, especialmente a los pobres, se preocupan por los demás, por quienes las cuidan, crean vínculos y comparten su sabiduría en palabras de ánimo y mensajes que los ayudan a crecer; también es notorio su sentido de pertenencia a la Congregación, preguntan por las hermanas, piden se les repitan los nombres una y otra vez, que les digan por quién hay que orar y, si llegan a estos espacios las jóvenes formandas, les gusta contarles una y otra vez sus historias, ofreciendo la oración y dándoles consejos; son para ellas como la abuela con sus nietos. 

Finalmente, para quien lee este relato, la invitación a valorar a los adultos que están en su entorno; ellos tienen mucho que dar, no perdamos la ocasión para compartir mutuamente cercanía, ternura, compañía y ayuda. 

Hna. Bilma Freire Chamorro,  Tc     

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Abrazar la realidad personal, la realidad de los hermanos/as y de la creación, es punto de partida de nuestro camino sinodal

Con la convocatoria al XXIII Capítulo general comenzó a resonar en la oración y en el espíritu el tema alrededor del cual, gira la experiencia congregacional-capitular en sus diversas fases: “Fortalecidas en el Espíritu abrazamos nuestra realidad y a la humanidad sufriente, avanzando con esperanza en un camino sinodal”. 

Este tema nos ubica inicialmente en lo que de nuestra realidad personal está débil, proponiéndonos la intuición de dejarnos fortalecer por el Espíritu, que llama  a re-encantarnos, “a recuperar los grandes deseos, las marcas de las heridas de nuestra pasión por Jesús y el Reino” (cf. José Mª. Arnaiz, SM, “Del desencanto al encanto, pasando por el re encanto”), a volver a la fuente que nos sedujo, volver a las raíces que quizá no hemos cuidado y regado juiciosamente, pero que se encuentran en el mejor terreno, el de la pertenencia fundamental: Jesús y su Reino. 

El ser y hacer en el futuro de nuestra familia congregacional ya nos está dejando vislumbrar espacios y misiones bien delimitadas a las que nos está re-enviando: “Abrazar nuestra realidad personal, comunitaria, y la de cada Demarcación. Abrazar la realidad del entorno en la que bulle el sufrimiento de nuestros hermanos y de la creación”.  Una vez reconocidas estas realidades, optar con humildad por retomar juntas el camino, para re-comenzar a re-crear posibilidades de reparación, de cercanía, de apoyo mutuo, y sobre todo de seguridad y esperanza, con la convicción de que en este nuevo envío no vamos solas y podemos suscitar un nuevo Pentecostés: como experiencia de re-encanto, de re-nacimiento en la vida para el seguimiento a Jesús en gozo testimonial de discípulas, estimuladas y acompañadas por nuestros fundadores, por sus experiencias de conversión y compromiso de cara al Evangelio.

Francisco y Clara de Asís, el Padre Luis Amigó y nuestras hermanas de la primera hora de nuevo aparecen a nuestro lado, casi que tomándonos de la mano para conducirnos a las ruinas, a nuestras vulnerabilidades, no sólo las externas, sino aquellas que muy adentro gimen y claman compasión. “El leproso” excluido de la convivencia, de la armonía, de la fraternidad, de la actividad, del gozo y de la esperanza, al que quizá hemos llevado escondido, y no escuchado, ignorado, pensando que “puede quedarse allí” y que “aguanta un poco más”. 

Esta realidad hoy es tocada en la familia-comunidad, y nos está invitando a abrazarla, a trabajar como hermanas en la cercanía que llevó al reconocimiento, al abrazo y beso que transformó la realidad personal del leproso y del Hermano Francisco conduciéndolo luego a San Damián, al lugar del encuentro, con el Cristo roto, desfigurado, empolvado, olvidado, victimizado en el hermano y hermana con quienes vivimos. Es un proceso de reconocimiento e identificación lento y difícil, pero excelente vía hacia la experiencia del dinamismo reparador de nuestro ser, capacitado, para enfrentarnos a las causas internas y externas de nuestra inseguridad y egoísmo orgulloso, acogiendo la posibilidad de encontrar nuevas realidades, nuevas búsquedas en el camino pascual de la Congregación.

Ubicarnos como consagradas, como laicos comprometidos, con  la realidad personal que hoy nos acompaña, ante el amor extremo que llevó a Jesús hasta la cruz, es la oportunidad de sentir la proyección de ese amor, en el don de los hermanos, con los que es posible fusionar respuestas, cualidades, actitudes, ideales, opciones, fuerzas y re-comenzar  poniendo nuestro granito de arena en el fortalecimiento de la vida y la vocación, de la identidad y la misión como Terciarias Capuchinas, ante la humanidad que igualmente sufre nuevas, profundas y graves vulnerabilidades: “…el flagelo de la miseria, el hambre, desempleo, las enfermedades sin posibilidad de acceso a centros de salud, la desescolarización, el trabajo infantil y juvenil para sobrevivencia de la familia, la trata de mujeres y niños, el tráfico de órganos, la carencia de vivienda, desplazamientos, guerras, administraciones políticas y hasta eclesiales corruptas, en fin esclavitudes e injusticias de todo tipo, el grito de la destrucción de la casa común y la “cultura del descarte” que afecta sobre todo a las mujeres, los migrantes y refugiados, los ancianos, los pueblos originarios y afrodescendientes”… Duele “el impacto y las consecuencias de la pandemia que incrementa más las desigualdades sociales, comprometiendo incluso la seguridad alimentaria de gran parte de nuestra población. Duele el clamor de los que sufren a causa del clericalismo y el autoritarismo en las relaciones, que lleva a la exclusión de hermanos, de laicos, de manera especial a las mujeres en las instancias de discernimiento y toma de decisiones sobre la misión de la Iglesia… preocupa la “falta de profetismo y la solidaridad efectiva con los más pobres y vulnerables…” (cf. Mensaje final de la Asamblea eclesial de AL y el Caribe).

Este mar de situaciones anti-Reino, sigue reconociendo en la vida consagrada, a mujeres, hermanas y discípulas portadoras de esperanza, asistidas por el Espíritu del Señor que hace nuevas todas las cosas; y confía y espera  que “volvamos cantando de  la experiencia capitular congregacional”, ofreciendo frutos compasivos de escucha, discernimiento, perdón, y actitud misionera más sensible, decidida y arriesgada para diseñar, crear y estrenar formas nuevas de anunciar para caminar juntas, haciendo posible un mundo nuevo, una creación revitalizada por la fraternidad activa, sencilla y menor, impulsadas por la espiritualidad franciscano-amigoniana y decididas a poner en común no solo vulnerabilidades, sino posibilidades, intuiciones, exigencias, vocación, opciones, contrariándonos incluso  nosotras mismas, contrariando costumbres, proyectos, seguridades, formas de vida y de pensar. 

Entonces comenzaremos a vivir el XXIII Capítulo general, como un paso más en el camino de reestructuración de nuestro estilo de vida y misión, celebrando el banquete de bodas, en el que, si se han vaciado las tinajas de vino y sentimos la amenaza del fin de la fiesta, podamos también sentir a la mujer que ha sabido decir un SÍ sin límites aun en medio del caos; ella nos muestra el quehacer que libera de la tristeza, el abatimiento, la desconfianza, el temor que muchas veces nos embarga: “Hagan lo que Él les diga…” y el banquete capitular, personal, comunitario agilizará nuestras manos, voluntades y libertad, para hacer rebosar las tinajas vacías y permitirnos probar el vino nuevo, el mejor y la capacidad de retomar la motivación y opción inicial y fuente de nuestra profesión religiosa, de nuestro compromiso frente a la vida en abundancia para todos, frente al lamento multiplicado por tantos cristos, tantas voces, tantas realidades que nos piden: “Ve y repara mi casa”. 

Hna. Ana Mora, Tc

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El Papa destaca el valor de los mayores en las sociedades y comunidades: «En la vejez seguirán dando fruto»

Fuente fotografía: Eclesia

El papa Francisco ha elegido el tema «En la vejez seguirán dando fruto» para la II Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, que se celebrará el 24 de julio, con la intención de destacar que «constituyen un valor y un don tanto para la sociedad como para las comunidades eclesiales».

El Vaticano ha informado en un comunicado que el Papa Francisco ha optado por este tema porque «con demasiada frecuencia» los mayores «son mantenidos al margen de las familias y de las comunidades civiles y eclesiales».

«Sus experiencias de vida y de fe pueden ayudar a construir sociedades conscientes de sus raíces y capaces de soñar con un futuro más solidario», pero también su sabiduría puede ser escuchada «en el contexto del camino sinodal que la Iglesia ha emprendido».

«El Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida invita a las parroquias, diócesis, asociaciones y comunidades eclesiales de todo el mundo a encontrar el modo de celebrar la Jornada en su propio contexto pastoral, y para ello pondrá a disposición los instrumentos pastorales adecuados», concluye el comunicado.

LA JORNADA MUNDIAL DE LOS ABUELOS Y DE LOS MAYORES

Recordamos que, el papa Francisco anunció la institución de esta Jornada tras el rezo del Ángelus del domingo 31 de enero de 2021, estableciendo la celebración el cuarto domingo de julio, cerca de la memoria litúrgica de los santos Joaquín y Ana, abuelos de Jesús.

“Eslabón” entre generaciones para transmitir a los jóvenes la experiencia de la vida y la fe, “los abuelos son a menudo olvidados – subrayó el Papa en esa ocasión– y nosotros olvidamos esta riqueza de custodiar las raíces y transmitirlas”. De aquí la decisión del Pontífice de instituir esta Jornada Mundial.

Fuente: Servicio Diocesano de Comunicación  – Diócesis de Mondoñedo-Ferrol